(A mi maestra de cuarto grado)
Me obsequiabas con la luz,
candil divino, puliendo
mil razones, definiendo
la empatía con la cruz.
Te palpo en el contraluz
asegurando mis manos,
jugando con los enanos
que guardan la cicatriz…
hendidura de raíz
con absorbentes humanos.
Me asusta la tempestad...