• Sabías que puedes registrarte o ingresar a tu cuenta directamente desde facebook con el botón de facebook en la parte superior de la página?

1ª parte ALBERTO EL FLAUTISTA Y EL LEÓN DE LAS NIEVES

ALBERTO EL FLAUTISTA.


En un pequeño pueblo nació Alberto. Allí la gente se dedicaba al ganado, a la agricultura y a la artesanía, menos el padre de él, que era el maestro. La mayoría de los niños dedicaban sus juegos a imaginarse caballeros que luchaban contra los malvados invasores, a peleas, a veces de puños, a veces de piedras, a cazar lagartijas ,sapos, y pajarillos, y los más habilidosos, conejos, lo cual era muy aplaudido por sus padres, pues al día siguiente les aseguraba la comida con unas buenas verduras. Pero Alberto era diferente. De inteligencia muy viva, pero no tan fuerte como los otros, ya que al salir de clase no tenía que ayudar a sus padres en las labores. Pedro, el hijo del herrero, con solo doce años, cargaba los sacos de herraduras que forjaba su padre. Antonio cavaba la huerta y cuando era época de siembra manejaba el arado. Y Luis llevaba los borricos de su casa para hacer los transportes. Así que no le gustaba jugar con ellos, pues siempre salía lastimado y se reían de él.
Un día, su padre, viéndole tan aburrido, le regaló una flauta. Se puso muy contento y se pasaba las horas atormentando a su familia ante el horrible sonido que sacaba a ese instrumento. Entonces le regalaron un libro para que aprendiera, y si quería tocar, debía hacerlo en el establo, a pesar del riesgo de que el viejo jumento de su padre se encabritase. De esta manera empezó a aprender sin que nadie le oyese, pero eso no le importaba, él solo quería escuchar esas hermosas melodías que salían de su boca. Los meses fueron pasando, y siguió mejorando.
Empezaba la primavera y le enviaron a por la hogaza de pan. Le fastidiaba mucho, pues ahora casi no salía, desde que se enteraron los otros niños de su afición todo había empeorado, les faltaba tiempo para apedrearle. Llegó a la tahona algo distraído, y al levantar la vista vio un ángel.
-¿Qué quieres muchacho?
-Yo..yo...yo..
-¿Pero te comió la lengua un gato?. Ya sé que eres tú. Te decides, que hay gente esperando.
Alberto no podía despegar la mirada sobre esos hermosos y claros ojos, y la sonrisa franca de esa muchacha.
-Bueno al menos tendrás un nombre
-Al...Al...Al...
-Al, que nombre más corto, jijijiji. Si te decides con el pedido podré continuar con mi trabajo
-Doo..s shogazas de...kilo..por...favor.
-Así me gusta Al, directo y de pocas palabras.
Salió corriendo de la panadería a su casa, con el corazón encabritado y mareado, nunca vio chica más bella, era tan dulce y hermosa......
Los siguientes días se dedicó a espiar, cruzaba veinte veces al día por delante de la tahona, intentando mirarla de reojo. Ella no podía evitar sonreírle, y él se volvía loco. Preguntó a su padre si sabía quién era.
-Se llama Mari Luz, y es la sobrina de Fernando el panadero. Su padre, viudo desde que ella era pequeña, murió el año pasado por las fiebres, y se vino a vivir a principio del invierno con ellos. Por suerte los dos hermanos compartían oficio, así que la chiquilla se encarga del despacho.
Las noches en vela se sucedían uno de tras de otra, contaba las horas que faltaban para que se hiciera de día y poder volver a pasar por delante de su puerta. Las veces que iba a por pan se atascaba igual que la primera vez, pero ella le trataba con la misma simpatía. No conseguía reunir valor para entablar una conversación con ella, así
que se le ocurrió una cosa. Una mañana temprano, cuando ella se levantaba y sus tíos y primos estaban en el horno preparando el pan, iría debajo de la ventana a tocarle una melodía con su flauta. Eso le daría menos vergüenza, y la música no se le atascaría como las palabras.
Era aún de noche cuando salió, todavía hacía fresco, pero con los nervios y la emoción casi ni lo sentía, le había costado la noche entera decidir cuál sería la melodía que la tocaría. Estaba convencido que le gustaría mucho. Se situó debajo de su ventana, esperando que se despertara. Amanecía y aún no había movimiento, la desesperanza empezaba a invadirle, quizás ya estuviera levantada y no se dio cuenta, se decía, cuando una de las hojas de las ventanas se abrió. El corazón le dio un salto, casi se le sale por la boca, Mari Luz se asomaba por ella con la misma cara radiante de todos los días. Salió de su escondite y reuniendo unas fuerzas que le flaqueaban, empezó a tocar su canción. Ella miró hacia abajo y le dedicó una enorme sonrisa, eso le dio seguridad, y cuando sus notas empezaban a sonar más claras sintió un golpe, una peste horrible, y un líquido caliente que le resbalaba desde la cabeza a los pies. No sabía que pasaba.
-jajajajaja,el flautista mugriento
-jajajajaja,haber si te sale así una canción nenaza jajajaja
-¿Qué te parece la sopa? Lleva orín y boñigas de los burros de mi padre. Recientes, para que no te quejes.
-jajajajajaja,ya no hace falta que te escondas, te oleremos por todo el pueblo.
-jajajajajaja
Se dio la vuelta muy asustado y vio a los chicos del pueblo retorcidos de risa. Se miró y comprobó que era cierto lo que le decían. El olor era tan inaguantable que le dio una arcada. La vergüenza se le comía, y sin saber por qué echó a correr. Salió del pueblo y seguía corriendo, tanto que se adentró en sitios por donde nunca había estado. Llego a una gran pradera, por donde cruzaba un arroyo. Se quitó la ropa y se lavó. El agua estaba fría, pero el sol ya calentaba lo suficiente. Se vistió con sus ropas húmedas, pero limpias, y se sentó apoyándose en el tronco de un gran manzano. Allí la vista era preciosa, la pradera, ya cuajada de hermosas flores, terminaba en el linde de un bosque de robles y nogales, al fondo unas grandes montañas que aún guardaban nieve del invierno, ya sus pies, el arroyo vivo y cristalino que acompañaba con susurro enmarcado en sus juncales. Pero nada de esto le calmaba, la sensación de vergüenza había disminuido, pero el dolor que sentía en el corazón...nunca pensó que el amor pudiera doler tanto. Se imaginaba a Mari Luz riéndose a carcajadas por la ocurrencia de esos gamberros, nunca volvería a mirarla a la cara. Las lágrimas le corrían por su cara, cegando su vista. Le dolía la sien y el pecho. Sacó su flauta, y en un intento de consolarse, empezó a tocar, pero ninguna canción conocida, melodías que salían de su tristeza, de su pena, del desamor y la vergüenza. Tocó con sus ojos enturbiados con pasión. Las lágrimas fueron secándose, y con la vista más clara miró hacia arriba, en las ramas de los árboles varias pajarillos prestaban atención a su melodía, al menos a ellos le gusta, pensó. Siguió, y más pájaros fueron posándose en las ramas de al lado. Notó un roce en su pie y dio un pequeño respingo, bajó su vista y vio a dos conejitos, que al igual que los pájaros, le miraban extasiados. No sabía el tiempo que había pasado, y decidió levantarse e irse a casa. Iba mirando al suelo, con el corazón encogido, mientras los animales mantenían el silencio, seguramente notando la pena de Alberto.
Desde aquel día, todas las tardes, se iba a ese rincón de paraíso, a tocar sus tristes melodías. La única diferencia es que, tarde tras tarde, los animales iban creciendo en número, formando todo un auditorio. No solo canarios, jilgueros y verderones como el primer día, también palomas torcaces, milanos, búhos y lechuzas, águilas y halcones. A los conejos se le sumaron ardillas y ratones, tejones, hurones, liebres, sapos y ranas. Llegaron ciervos, gamos y hasta el inquieto corzo. Zorros, lobos y linces completaron el grupo. Cuando iba llegando, se acercaban en silencio y tomaban sitio, sin el más mínimo ruido, y ninguno se movía hasta que terminaba su concierto, las más hermosas notas que nunca escucharán.


Desde que llegó al pueblo, Mari Luz, estaba muy triste. Quería mucho a su padre, y su muerte la llenó de pena y dolor. El cambio de pueblo no la ayudó. Aunque sus tíos y sus primos la trataban como si fuera uno más, no podían sustituir el cariño y el amor de su padre. Era un hombre más culto que su tío, y siempre la fomentó que leyera mucho. La encantaban los libros de viajes, dramas, de amor, de aventuras, pero sobre todo la poesía.


Miraba al final del mar
y tus ojos fueron mi horizonte
navegué en tus recuerdos de polizonte
para mi amor poder calmar.


Cada vez que recordaba esos versos suspiraba sin poderlo evitar. Los chicos del pueblo eran todos una pandilla de burros, y a ninguno veía que le gustara, hasta que apareció Alberto. Enseguida comprendió que era un muchacho inteligente y sensible, además, era el hijo del maestro, seguro que con él pasaría momentos inolvidables, la lástima era su timidez. El día que le vio debajo de su ventana le alegró el corazón, la primera alegría en muchos tristes meses, y esos gamberros le hicieron eso...con gusto les hubiera estampado alguna de sus macetas en la cabeza. El pobre Alberto salió corriendo y hacía semanas que no le veía. Estaba muy preocupada, así que decidió hacer algo, al igual que él, se apostó delante de su puerta y decidió seguirle.
Poco tiempo después de comer salió, y cogiendo la vereda de las higueras se fue alejando del pueblo, le seguía desde lejos para no ser descubierta. Según se alejaba más y más la intriga iba en aumento. ¿A donde se dirigía tan lejos? Sus pasos eran mucho más largos y ligeros que los de ella, y el cansancio empezaba a hacer mella. Por fin le vio sentarse debajo de un gran manzano, a los pies de un arroyo, y se agazapó tras una roca. De repente, la más hermosa melodía que sus oídos jamás escucharan sonó en la gran pradera. Fue como un éxtasis, irresistiblemente se asomó y con el mayor delos asombros vio como un sin fin de animales le rodeaban tan extasiados como ella. Sin poder evitarlo avanzó hacia él. Ningún animal se movía, ni parecía importarle. Comprobó que unas enormes lágrimas corrían por sus mejillas, y por eso no la veía. Quedó frente a él y en ese momento la vio. Su flauta quedó muda, y su boca abierta. Ella sintió la mayor de las ternuras, ¿o quizás era algo más?, y le sonrió. Se sacó un pañuelo de su bolsillo y le secó las lágrimas. De la incredulidad, pasó a la mayor de las felicidades. Se puso de pié y empezó de nuevo a tocar, pero esta vez, era tan alegre la melodía, que todos los animales empezaron asaltar y brincar, también Mari Luz, y del tremendo silencio se pasó a una algarabía que llenaba toda la pradera como si fuera un día de fiesta. Cuando acabó el concierto volvieron al pueblo agarrados de la mano, hablando y hablando sin parar.
 
Última edición:
Javier, un recorrido poe emociones, por paisajes, naturaleza, sensibilidad, sencillez y encuentro. Realmente llevas al lector a sentirse identificado con ese flautista por su sensibilidad distinto, timido por no ser su lenguaje comun... HERMOSISISISIMO ESCRITO GRACIAS POR COMPARTIR.
Un abrazo de flauta de pan... dulce en melodias.
 
Última edición:

Cisne

Moderadora del Foro Impresionismo y Expresionismo,
ALBERTO EL FLAUTISTA.


En un pequeño pueblo nació Alberto. Allí la gente se dedicaba al ganado, a la agricultura y a la artesanía, menos el padre de él, que era el maestro. La mayoría de los niños dedicaban sus juegos a imaginarse caballeros que luchaban contra los malvados invasores, a peleas, a veces de puños, a veces de piedras, a cazar lagartijas ,sapos, y pajarillos, y los más habilidosos, conejos, lo cual era muy aplaudido por sus padres, pues al día siguiente les aseguraba la comida con unas buenas verduras. Pero Alberto era diferente. De inteligencia muy viva, pero no tan fuerte como los otros, ya que al salir de clase no tenía que ayudar a sus padres en las labores.Pedro, el hijo del herrero, con solo doce años, cargaba los sacos de herraduras que forjaba su padre. Antonio cavaba la huerta y cuando era época de siembra manejaba el arado. Y Luis llevaba los borricos de su casa para hacer los transportes. Así que no le gustaba jugar con ellos, pues siempre salia lastimado y se reían de él.
Un día, su padre, viéndole tan aburrido, le regalo una flauta. Se puso muy contento y se pasaba las horas atormentando a su familia ante el horrible sonido que sacaba a ese instrumento. Entonces le regalaron un libro para que aprendiera, y si quería tocar, debía hacerlo en el establo, a pesar del riesgo de que el viejo jumento de su padre se encabritase. De esta manera empezó a aprender sin que nadie le oyese, pero eso no le importaba, él solo quería escuchar esas hermosas melodías que salían de su boca. Los meses fueron pasando, y siguió mejorando.
Empezaba la primavera y le enviaron a por la hogaza de pan. Le fastidiaba mucho, pues ahora casi no salia, desde que se enteraron los otros niños de su afición todo había empeorado, les faltaba tiempo para apedrearle. Llegó a la tahona algo distraído, y al levantar la vista vio un ángel.
-¿Que quieres muchacho?
-Yo..yo...yo..
-¿Pero te comió la lengua un gato?. Ya sé que eres tú. Te decides, que hay gente esperando.
Alberto no podía despegar la mirada sobre esos hermosos y claros ojos, y la sonrisa franca de esa muchacha.
-Bueno al menos tendrás un nombre
-Al...Al...Al...
-Al, que nombre más corto, jijijiji. Si te decides con el pedido podré continuar con mi trabajo
-Doo..s shogazas de...kilo..por...favor.
-Así me gusta Al, directo y de pocas palabras.
Salió corriendo de la panadería a su casa, con el corazón encabritado y mareado, nunca vio chica más bella, era tan dulce y hermosa......
Los siguientes días se dedicó a espiar, cruzaba veinte veces al día por delante de la tahona, intentando mirarla de reojo. Ella no podía evitar sonreirle, y é l se volvía loco. Pregunto a su padre si sabía quien era.
-Se llama Mari Luz, y es la sobrina de Fernando el panadero. Su padre,viudo desde que ella era pequeña, murió el año pasado por las fiebres, y se vino a vivir a principio del invierno con ellos. Por suerte los dos hermanos compartían oficio, así que la chiquilla se encarga del despacho.
Las noches en vela se sucedían uno de tras de otra, contaba las horas que faltaban para que se hiciera de día y poder volver a pasar por delante de su puerta. Las veces que iba a por pan se atascaba igual que la primera vez, pero ella le trataba con la misma simpatía. No conseguía reunir valor para entablar una conversación con ella, as íque se le ocurrió una cosa. Una mañana temprano, cuando ella se levantaba y sus tíos y primos estaban en el horno preparando el pan, iría debajo de la ventana a tocarle una melodía con su flauta. Eso le daría menos vergüenza, y la música no se le atascaría como las palabras.
Era aún de noche cuando salió, todavía hacia fresco, pero con los nervios y la emoción casi ni lo sentía, le había costado la noche entera decidir cual seria la melodía que la tocaría. Estaba convencido que le gustaría mucho. Se situó debajo de su ventana,esperando que se despertara. Amanecía y aun no había movimiento, la desesperanza empezaba a invadirle, quizás ya estuviera levantada y no se dio cuenta, se decía, cuando una de las hojas de las ventanas se abrió. El corazón le dio un salto, casi se le sale por la boca,Mari Luz se asomaba por ella con la misma cara radiante de todos los días. Salió de su escondite y reuniendo unas fuerzas que le flaqueaban, empezó a tocar su canción. Ella miró hacia abajo y le dedicó una enorme sonrisa, eso le dio seguridad, y cuando sus notas empezaban a sonar mas claras sintió un golpe, una peste horrible, y un liquido caliente que le resbalaba desde la cabeza a los pies. No sabía que pasaba.
-jajajajaja,el flautista mugriento
-jajajajaja,haber si te sale así una canción nenaza jajajaja
-¿Que te parece la sopa? Lleva orín y boñigas de los burros de mi padre. Recientes, para que no te quejes.
-jajajajajaja,ya no hace falta que te escondas, te oleremos por todo el pueblo.
-jajajajajaja
Se dio la vuelta muy asustado y vio a los chicos del pueblo retorcidos de risa. Se miró y comprobó que era cierto lo que le decían. El olor era tan inaguantable que le dio una arcada. La vergüenza se le comía, y sin saber por que hecho a correr. Salió del pueblo y seguía corriendo, tanto que se adentro en sitios por donde nunca había estado. Llego a una gran pradera, por donde cruzaba un arroyo. Se quitó la ropa y se lavó. El agua estaba fría, pero el sol ya calentaba lo suficiente. Se vistió con sus ropas húmedas, pero limpias, y se sentó apoyándose en el tronco de un gran manzano. Allí la vista era preciosa, la pradera, ya cuajada de hermosas flores, terminaba en el linde de un bosque de robles y nogales, al fondo unas grandes montañas que aún guardaban nieve del invierno, ya sus pies, el arroyo vivo y cristalino que acompañaba con sususurro enmarcado en sus juncales. Pero nada de esto le calmaba, la sensación de vergüenza había disminuido, pero el dolor que sentía en el corazón...nunca pensó que el amor pudiera doler tanto. Se imaginaba a Mari Luz riéndose a carcajadas por la ocurrencia de esos gamberros, nunca volvería a mirarla a la cara. Las lágrimas le corrían por su cara, cegando su vista. Le dolía la sien y el pecho.Sacó su flauta, y en un intento de consolarse, empezó a tocar, pero ninguna canción conocida, melodías que salían de su tristeza, de su pena, del desamor y la vergüenza. Tocó con sus ojos enturbiados con pasión. Las lágrimas fueron secándose, y con la vista más clara miró hacia arriba, en las ramas de los arboles varias pajarillos prestaban atención a su melodía, al menos a ellos le gusta, pensó. Siguió, y más pájaros fueron posándose en las ramas de al lado. Notó un roce en su pie y dio un pequeño respingo,bajo su vista y vio a dos conejitos, que al igual que los pájaros,le miraban extasiados. No sabía el tiempo que había pasado, y decidió levantarse e irse a casa. Iba mirando al suelo, con el corazón encogido, mientras los animales mantenían el silencio, seguramente notando la pena de Alberto.
Desde aquel día, todas las tardes, se iba a ese rincón de paraíso, a tocar sus tristes melodías. La única diferencia es que, tarde tras tarde, los animales iban creciendo en número, formando todo un auditorio. No solo canarios, jilgueros y verderones como el prime rdía, también palomas torcaces, milanos, búhos y lechuzas, águilas y halcones. A los conejos se le sumaron ardillas y ratones, tejones,hurones, liebres, sapos y ranas. Llegaron ciervos, gamos y hasta el inquieto corzo. Zorros, lobos y linces completaron el grupo. Cuando iba llegando, se acercaban en silencio y tomaban sitio, sin el más mínimo ruido, y ninguno se movía hasta que terminaba su concierto, la más hermosas notas que nunca escucharan.


Desde que llegó al pueblo, Mari Luz, estaba muy triste. Quería mucho a su padre, y su muerte la llenó de pena y dolor. El cambio de pueblo no la ayudó. Aunque sus tíos y sus primos la trataban como si fuera uno más, no podían sustituir el cariño y el amor de su padre. Era un hombre más culto que su tío, y siempre la fomento que leyera mucho. La encantaban los libros de viajes, dramas, de amor, de aventuras, pero sobre todo la poesía.


Miraba al final del mar
y tus ojos fueron mi horizonte
navegué en tus recuerdos de polizonte
para mi amor poder calmar.


Cada vez que recordaba esos versos suspiraba sin poderlo evitar. Los chicos del pueblo eran todos una pandilla de burros, y a ninguno veía que le gustara, hasta que apareció Alberto. Enseguida comprendió que era un muchacho inteligente y sensible, además, era el hijo del maestro, seguro que con él pasaría momentos inolvidables, la lástima era su timidez. El día que le vio debajo de su ventana le alegró el corazón, la primera alegría en muchos tristes meses, y esos gamberros le hicieron eso...con gusto les hubiera estampado alguna de sus macetas en la cabeza. El pobre Alberto salió corriendo y hacía semanas que no le veía. Estaba muy preocupada, así que decidió hacer algo, al igual que él, se apostó delante de su puerta y decidió seguirle.
Poco tiempo después de comer salió, y cogiendo la vereda de las higueras se fue alejando del pueblo, le seguía desde lejos para no ser descubierta. Según se alejaba más y más la intriga iba en aumento.¿A donde se dirigía tan lejos? Sus pasos eran mucho más largos y ligeros que los de ella, y el cansancio empezaba ha hacer mella. Por fin le vio sentarse debajo de un gran manzano, a los pies de un arroyo, y se agazapó tras una roca. De repente, la más hermosa melodía que sus oídos jamás escucharan sonó en la gran pradera.Fue como un éxtasis, irresistiblemente se asomó y con el mayor delos asombros vio como un sin fin de animales le rodeaban tan extasiados como ella. Sin poder evitarlo avanzó hacia él. Ningún animal se movía, ni parecía importarle. Comprobó que unas enormes lágrimas corrían por sus mejillas, y por eso no la veía. Quedó frente a él y en ese momento la vio. Su flauta quedó muda, y su boca abierta. Ella sintió la mayor de las ternuras, ¿o quizás era algo más?, y le sonrió. Se sacó un pañuelo de su bolsillo y le secó las lágrimas. De la incredulidad, pasó a la mayor de las felicidades. Se puso de pié y empezó de nuevo a tocar, pero esta vez, era tan alegre la melodía, que todos los animales empezaron asaltar y brincar, también Mari Luz, y del tremendo silencio se pasó a una algarabía que llenaba toda la pradera como si fuera un día de fiesta. Cuando acabó el concierto volvieron al pueblo agarrados de la mano, hablando y hablando sin parar.

Qué bella y tierna historia Javier.
Una historia de amor ya se perfila y en la narrativa se evidencia la crueldad infantil combinada con la ternura.
Felicitaciones y un abrazo.
Ana
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO
ALBERTO EL FLAUTISTA.


En un pequeño pueblo nació Alberto. Allí la gente se dedicaba al ganado, a la agricultura y a la artesanía, menos el padre de él, que era el maestro. La mayoría de los niños dedicaban sus juegos a imaginarse caballeros que luchaban contra los malvados invasores, a peleas, a veces de puños, a veces de piedras, a cazar lagartijas ,sapos, y pajarillos, y los más habilidosos, conejos, lo cual era muy aplaudido por sus padres, pues al día siguiente les aseguraba la comida con unas buenas verduras. Pero Alberto era diferente. De inteligencia muy viva, pero no tan fuerte como los otros, ya que al salir de clase no tenía que ayudar a sus padres en las labores.Pedro, el hijo del herrero, con solo doce años, cargaba los sacos de herraduras que forjaba su padre. Antonio cavaba la huerta y cuando era época de siembra manejaba el arado. Y Luis llevaba los borricos de su casa para hacer los transportes. Así que no le gustaba jugar con ellos, pues siempre salia lastimado y se reían de él.
Un día, su padre, viéndole tan aburrido, le regalo una flauta. Se puso muy contento y se pasaba las horas atormentando a su familia ante el horrible sonido que sacaba a ese instrumento. Entonces le regalaron un libro para que aprendiera, y si quería tocar, debía hacerlo en el establo, a pesar del riesgo de que el viejo jumento de su padre se encabritase. De esta manera empezó a aprender sin que nadie le oyese, pero eso no le importaba, él solo quería escuchar esas hermosas melodías que salían de su boca. Los meses fueron pasando, y siguió mejorando.
Empezaba la primavera y le enviaron a por la hogaza de pan. Le fastidiaba mucho, pues ahora casi no salia, desde que se enteraron los otros niños de su afición todo había empeorado, les faltaba tiempo para apedrearle. Llegó a la tahona algo distraído, y al levantar la vista vio un ángel.
-¿Que quieres muchacho?
-Yo..yo...yo..
-¿Pero te comió la lengua un gato?. Ya sé que eres tú. Te decides, que hay gente esperando.
Alberto no podía despegar la mirada sobre esos hermosos y claros ojos, y la sonrisa franca de esa muchacha.
-Bueno al menos tendrás un nombre
-Al...Al...Al...
-Al, que nombre más corto, jijijiji. Si te decides con el pedido podré continuar con mi trabajo
-Doo..s shogazas de...kilo..por...favor.
-Así me gusta Al, directo y de pocas palabras.
Salió corriendo de la panadería a su casa, con el corazón encabritado y mareado, nunca vio chica más bella, era tan dulce y hermosa......
Los siguientes días se dedicó a espiar, cruzaba veinte veces al día por delante de la tahona, intentando mirarla de reojo. Ella no podía evitar sonreirle, y é l se volvía loco. Pregunto a su padre si sabía quien era.
-Se llama Mari Luz, y es la sobrina de Fernando el panadero. Su padre,viudo desde que ella era pequeña, murió el año pasado por las fiebres, y se vino a vivir a principio del invierno con ellos. Por suerte los dos hermanos compartían oficio, así que la chiquilla se encarga del despacho.
Las noches en vela se sucedían uno de tras de otra, contaba las horas que faltaban para que se hiciera de día y poder volver a pasar por delante de su puerta. Las veces que iba a por pan se atascaba igual que la primera vez, pero ella le trataba con la misma simpatía. No conseguía reunir valor para entablar una conversación con ella, as íque se le ocurrió una cosa. Una mañana temprano, cuando ella se levantaba y sus tíos y primos estaban en el horno preparando el pan, iría debajo de la ventana a tocarle una melodía con su flauta. Eso le daría menos vergüenza, y la música no se le atascaría como las palabras.
Era aún de noche cuando salió, todavía hacia fresco, pero con los nervios y la emoción casi ni lo sentía, le había costado la noche entera decidir cual seria la melodía que la tocaría. Estaba convencido que le gustaría mucho. Se situó debajo de su ventana,esperando que se despertara. Amanecía y aun no había movimiento, la desesperanza empezaba a invadirle, quizás ya estuviera levantada y no se dio cuenta, se decía, cuando una de las hojas de las ventanas se abrió. El corazón le dio un salto, casi se le sale por la boca,Mari Luz se asomaba por ella con la misma cara radiante de todos los días. Salió de su escondite y reuniendo unas fuerzas que le flaqueaban, empezó a tocar su canción. Ella miró hacia abajo y le dedicó una enorme sonrisa, eso le dio seguridad, y cuando sus notas empezaban a sonar mas claras sintió un golpe, una peste horrible, y un liquido caliente que le resbalaba desde la cabeza a los pies. No sabía que pasaba.
-jajajajaja,el flautista mugriento
-jajajajaja,haber si te sale así una canción nenaza jajajaja
-¿Que te parece la sopa? Lleva orín y boñigas de los burros de mi padre. Recientes, para que no te quejes.
-jajajajajaja,ya no hace falta que te escondas, te oleremos por todo el pueblo.
-jajajajajaja
Se dio la vuelta muy asustado y vio a los chicos del pueblo retorcidos de risa. Se miró y comprobó que era cierto lo que le decían. El olor era tan inaguantable que le dio una arcada. La vergüenza se le comía, y sin saber por que hecho a correr. Salió del pueblo y seguía corriendo, tanto que se adentro en sitios por donde nunca había estado. Llego a una gran pradera, por donde cruzaba un arroyo. Se quitó la ropa y se lavó. El agua estaba fría, pero el sol ya calentaba lo suficiente. Se vistió con sus ropas húmedas, pero limpias, y se sentó apoyándose en el tronco de un gran manzano. Allí la vista era preciosa, la pradera, ya cuajada de hermosas flores, terminaba en el linde de un bosque de robles y nogales, al fondo unas grandes montañas que aún guardaban nieve del invierno, ya sus pies, el arroyo vivo y cristalino que acompañaba con sususurro enmarcado en sus juncales. Pero nada de esto le calmaba, la sensación de vergüenza había disminuido, pero el dolor que sentía en el corazón...nunca pensó que el amor pudiera doler tanto. Se imaginaba a Mari Luz riéndose a carcajadas por la ocurrencia de esos gamberros, nunca volvería a mirarla a la cara. Las lágrimas le corrían por su cara, cegando su vista. Le dolía la sien y el pecho.Sacó su flauta, y en un intento de consolarse, empezó a tocar, pero ninguna canción conocida, melodías que salían de su tristeza, de su pena, del desamor y la vergüenza. Tocó con sus ojos enturbiados con pasión. Las lágrimas fueron secándose, y con la vista más clara miró hacia arriba, en las ramas de los arboles varias pajarillos prestaban atención a su melodía, al menos a ellos le gusta, pensó. Siguió, y más pájaros fueron posándose en las ramas de al lado. Notó un roce en su pie y dio un pequeño respingo,bajo su vista y vio a dos conejitos, que al igual que los pájaros,le miraban extasiados. No sabía el tiempo que había pasado, y decidió levantarse e irse a casa. Iba mirando al suelo, con el corazón encogido, mientras los animales mantenían el silencio, seguramente notando la pena de Alberto.
Desde aquel día, todas las tardes, se iba a ese rincón de paraíso, a tocar sus tristes melodías. La única diferencia es que, tarde tras tarde, los animales iban creciendo en número, formando todo un auditorio. No solo canarios, jilgueros y verderones como el prime rdía, también palomas torcaces, milanos, búhos y lechuzas, águilas y halcones. A los conejos se le sumaron ardillas y ratones, tejones,hurones, liebres, sapos y ranas. Llegaron ciervos, gamos y hasta el inquieto corzo. Zorros, lobos y linces completaron el grupo. Cuando iba llegando, se acercaban en silencio y tomaban sitio, sin el más mínimo ruido, y ninguno se movía hasta que terminaba su concierto, la más hermosas notas que nunca escucharan.


Desde que llegó al pueblo, Mari Luz, estaba muy triste. Quería mucho a su padre, y su muerte la llenó de pena y dolor. El cambio de pueblo no la ayudó. Aunque sus tíos y sus primos la trataban como si fuera uno más, no podían sustituir el cariño y el amor de su padre. Era un hombre más culto que su tío, y siempre la fomento que leyera mucho. La encantaban los libros de viajes, dramas, de amor, de aventuras, pero sobre todo la poesía.


Miraba al final del mar
y tus ojos fueron mi horizonte
navegué en tus recuerdos de polizonte
para mi amor poder calmar.


Cada vez que recordaba esos versos suspiraba sin poderlo evitar. Los chicos del pueblo eran todos una pandilla de burros, y a ninguno veía que le gustara, hasta que apareció Alberto. Enseguida comprendió que era un muchacho inteligente y sensible, además, era el hijo del maestro, seguro que con él pasaría momentos inolvidables, la lástima era su timidez. El día que le vio debajo de su ventana le alegró el corazón, la primera alegría en muchos tristes meses, y esos gamberros le hicieron eso...con gusto les hubiera estampado alguna de sus macetas en la cabeza. El pobre Alberto salió corriendo y hacía semanas que no le veía. Estaba muy preocupada, así que decidió hacer algo, al igual que él, se apostó delante de su puerta y decidió seguirle.
Poco tiempo después de comer salió, y cogiendo la vereda de las higueras se fue alejando del pueblo, le seguía desde lejos para no ser descubierta. Según se alejaba más y más la intriga iba en aumento.¿A donde se dirigía tan lejos? Sus pasos eran mucho más largos y ligeros que los de ella, y el cansancio empezaba ha hacer mella. Por fin le vio sentarse debajo de un gran manzano, a los pies de un arroyo, y se agazapó tras una roca. De repente, la más hermosa melodía que sus oídos jamás escucharan sonó en la gran pradera.Fue como un éxtasis, irresistiblemente se asomó y con el mayor delos asombros vio como un sin fin de animales le rodeaban tan extasiados como ella. Sin poder evitarlo avanzó hacia él. Ningún animal se movía, ni parecía importarle. Comprobó que unas enormes lágrimas corrían por sus mejillas, y por eso no la veía. Quedó frente a él y en ese momento la vio. Su flauta quedó muda, y su boca abierta. Ella sintió la mayor de las ternuras, ¿o quizás era algo más?, y le sonrió. Se sacó un pañuelo de su bolsillo y le secó las lágrimas. De la incredulidad, pasó a la mayor de las felicidades. Se puso de pié y empezó de nuevo a tocar, pero esta vez, era tan alegre la melodía, que todos los animales empezaron asaltar y brincar, también Mari Luz, y del tremendo silencio se pasó a una algarabía que llenaba toda la pradera como si fuera un día de fiesta. Cuando acabó el concierto volvieron al pueblo agarrados de la mano, hablando y hablando sin parar.


Esta parte ya la termine y me voy a leer lo que sigue pero desde ya te digo que me encanta que es una ternura total,besote,me voy a la otra parte...
 
ALBERTO EL FLAUTISTA.


En un pequeño pueblo nació Alberto. Allí la gente se dedicaba al ganado, a la agricultura y a la artesanía, menos el padre de él, que era el maestro. La mayoría de los niños dedicaban sus juegos a imaginarse caballeros que luchaban contra los malvados invasores, a peleas, a veces de puños, a veces de piedras, a cazar lagartijas ,sapos, y pajarillos, y los más habilidosos, conejos, lo cual era muy aplaudido por sus padres, pues al día siguiente les aseguraba la comida con unas buenas verduras. Pero Alberto era diferente. De inteligencia muy viva, pero no tan fuerte como los otros, ya que al salir de clase no tenía que ayudar a sus padres en las labores.Pedro, el hijo del herrero, con solo doce años, cargaba los sacos de herraduras que forjaba su padre. Antonio cavaba la huerta y cuando era época de siembra manejaba el arado. Y Luis llevaba los borricos de su casa para hacer los transportes. Así que no le gustaba jugar con ellos, pues siempre salia lastimado y se reían de él.
Un día, su padre, viéndole tan aburrido, le regalo una flauta. Se puso muy contento y se pasaba las horas atormentando a su familia ante el horrible sonido que sacaba a ese instrumento. Entonces le regalaron un libro para que aprendiera, y si quería tocar, debía hacerlo en el establo, a pesar del riesgo de que el viejo jumento de su padre se encabritase. De esta manera empezó a aprender sin que nadie le oyese, pero eso no le importaba, él solo quería escuchar esas hermosas melodías que salían de su boca. Los meses fueron pasando, y siguió mejorando.
Empezaba la primavera y le enviaron a por la hogaza de pan. Le fastidiaba mucho, pues ahora casi no salia, desde que se enteraron los otros niños de su afición todo había empeorado, les faltaba tiempo para apedrearle. Llegó a la tahona algo distraído, y al levantar la vista vio un ángel.
-¿Que quieres muchacho?
-Yo..yo...yo..
-¿Pero te comió la lengua un gato?. Ya sé que eres tú. Te decides, que hay gente esperando.
Alberto no podía despegar la mirada sobre esos hermosos y claros ojos, y la sonrisa franca de esa muchacha.
-Bueno al menos tendrás un nombre
-Al...Al...Al...
-Al, que nombre más corto, jijijiji. Si te decides con el pedido podré continuar con mi trabajo
-Doo..s shogazas de...kilo..por...favor.
-Así me gusta Al, directo y de pocas palabras.
Salió corriendo de la panadería a su casa, con el corazón encabritado y mareado, nunca vio chica más bella, era tan dulce y hermosa......
Los siguientes días se dedicó a espiar, cruzaba veinte veces al día por delante de la tahona, intentando mirarla de reojo. Ella no podía evitar sonreirle, y é l se volvía loco. Pregunto a su padre si sabía quien era.
-Se llama Mari Luz, y es la sobrina de Fernando el panadero. Su padre,viudo desde que ella era pequeña, murió el año pasado por las fiebres, y se vino a vivir a principio del invierno con ellos. Por suerte los dos hermanos compartían oficio, así que la chiquilla se encarga del despacho.
Las noches en vela se sucedían uno de tras de otra, contaba las horas que faltaban para que se hiciera de día y poder volver a pasar por delante de su puerta. Las veces que iba a por pan se atascaba igual que la primera vez, pero ella le trataba con la misma simpatía. No conseguía reunir valor para entablar una conversación con ella, as íque se le ocurrió una cosa. Una mañana temprano, cuando ella se levantaba y sus tíos y primos estaban en el horno preparando el pan, iría debajo de la ventana a tocarle una melodía con su flauta. Eso le daría menos vergüenza, y la música no se le atascaría como las palabras.
Era aún de noche cuando salió, todavía hacia fresco, pero con los nervios y la emoción casi ni lo sentía, le había costado la noche entera decidir cual seria la melodía que la tocaría. Estaba convencido que le gustaría mucho. Se situó debajo de su ventana,esperando que se despertara. Amanecía y aun no había movimiento, la desesperanza empezaba a invadirle, quizás ya estuviera levantada y no se dio cuenta, se decía, cuando una de las hojas de las ventanas se abrió. El corazón le dio un salto, casi se le sale por la boca,Mari Luz se asomaba por ella con la misma cara radiante de todos los días. Salió de su escondite y reuniendo unas fuerzas que le flaqueaban, empezó a tocar su canción. Ella miró hacia abajo y le dedicó una enorme sonrisa, eso le dio seguridad, y cuando sus notas empezaban a sonar mas claras sintió un golpe, una peste horrible, y un liquido caliente que le resbalaba desde la cabeza a los pies. No sabía que pasaba.
-jajajajaja,el flautista mugriento
-jajajajaja,haber si te sale así una canción nenaza jajajaja
-¿Que te parece la sopa? Lleva orín y boñigas de los burros de mi padre. Recientes, para que no te quejes.
-jajajajajaja,ya no hace falta que te escondas, te oleremos por todo el pueblo.
-jajajajajaja
Se dio la vuelta muy asustado y vio a los chicos del pueblo retorcidos de risa. Se miró y comprobó que era cierto lo que le decían. El olor era tan inaguantable que le dio una arcada. La vergüenza se le comía, y sin saber por que hecho a correr. Salió del pueblo y seguía corriendo, tanto que se adentro en sitios por donde nunca había estado. Llego a una gran pradera, por donde cruzaba un arroyo. Se quitó la ropa y se lavó. El agua estaba fría, pero el sol ya calentaba lo suficiente. Se vistió con sus ropas húmedas, pero limpias, y se sentó apoyándose en el tronco de un gran manzano. Allí la vista era preciosa, la pradera, ya cuajada de hermosas flores, terminaba en el linde de un bosque de robles y nogales, al fondo unas grandes montañas que aún guardaban nieve del invierno, ya sus pies, el arroyo vivo y cristalino que acompañaba con sususurro enmarcado en sus juncales. Pero nada de esto le calmaba, la sensación de vergüenza había disminuido, pero el dolor que sentía en el corazón...nunca pensó que el amor pudiera doler tanto. Se imaginaba a Mari Luz riéndose a carcajadas por la ocurrencia de esos gamberros, nunca volvería a mirarla a la cara. Las lágrimas le corrían por su cara, cegando su vista. Le dolía la sien y el pecho.Sacó su flauta, y en un intento de consolarse, empezó a tocar, pero ninguna canción conocida, melodías que salían de su tristeza, de su pena, del desamor y la vergüenza. Tocó con sus ojos enturbiados con pasión. Las lágrimas fueron secándose, y con la vista más clara miró hacia arriba, en las ramas de los arboles varias pajarillos prestaban atención a su melodía, al menos a ellos le gusta, pensó. Siguió, y más pájaros fueron posándose en las ramas de al lado. Notó un roce en su pie y dio un pequeño respingo,bajo su vista y vio a dos conejitos, que al igual que los pájaros,le miraban extasiados. No sabía el tiempo que había pasado, y decidió levantarse e irse a casa. Iba mirando al suelo, con el corazón encogido, mientras los animales mantenían el silencio, seguramente notando la pena de Alberto.
Desde aquel día, todas las tardes, se iba a ese rincón de paraíso, a tocar sus tristes melodías. La única diferencia es que, tarde tras tarde, los animales iban creciendo en número, formando todo un auditorio. No solo canarios, jilgueros y verderones como el prime rdía, también palomas torcaces, milanos, búhos y lechuzas, águilas y halcones. A los conejos se le sumaron ardillas y ratones, tejones,hurones, liebres, sapos y ranas. Llegaron ciervos, gamos y hasta el inquieto corzo. Zorros, lobos y linces completaron el grupo. Cuando iba llegando, se acercaban en silencio y tomaban sitio, sin el más mínimo ruido, y ninguno se movía hasta que terminaba su concierto, la más hermosas notas que nunca escucharan.


Desde que llegó al pueblo, Mari Luz, estaba muy triste. Quería mucho a su padre, y su muerte la llenó de pena y dolor. El cambio de pueblo no la ayudó. Aunque sus tíos y sus primos la trataban como si fuera uno más, no podían sustituir el cariño y el amor de su padre. Era un hombre más culto que su tío, y siempre la fomento que leyera mucho. La encantaban los libros de viajes, dramas, de amor, de aventuras, pero sobre todo la poesía.


Miraba al final del mar
y tus ojos fueron mi horizonte
navegué en tus recuerdos de polizonte
para mi amor poder calmar.


Cada vez que recordaba esos versos suspiraba sin poderlo evitar. Los chicos del pueblo eran todos, una pandilla de burros, y a ninguno veía que le gustara, hasta que apareció Alberto. Enseguida comprendió que era un muchacho inteligente y sensible, además, era el hijo del maestro, seguro que con él pasaría momentos inolvidables, la lástima era su timidez. El día que le vio debajo de su ventana le alegró el corazón, la primera alegría en muchos tristes meses, y esos gamberros le hicieron eso...con gusto les hubiera estampado alguna de sus macetas en la cabeza. El pobre Alberto salió corriendo y hacía semanas que no le veía. Estaba muy preocupada, así que decidió hacer algo, al igual que él, se apostó delante de su puerta y decidió seguirle.
Poco tiempo después de comer salió, y cogiendo la vereda de las higueras se fue alejando del pueblo, le seguía desde lejos para no ser descubierta. Según se alejaba más y más la intriga iba en aumento.¿A donde se dirigía tan lejos? Sus pasos eran mucho más largos y ligeros que los de ella, y el cansancio empezaba ha hacer mella. Por fin le vio sentarse debajo de un gran manzano, a los pies de un arroyo, y se agazapó tras una roca. De repente, la más hermosa melodía que sus oídos jamás escucharan sonó en la gran pradera.Fue como un éxtasis, irresistiblemente se asomó y con el mayor delos asombros vio como un sin fin de animales le rodeaban tan extasiados como ella. Sin poder evitarlo avanzó hacia él. Ningún animal se movía, ni parecía importarle. Comprobó que unas enormes lágrimas corrían por sus mejillas, y por eso no la veía. Quedó frente a él y en ese momento la vio. Su flauta quedó muda, y su boca abierta. Ella sintió la mayor de las ternuras, ¿o quizás era algo más?, y le sonrió. Se sacó un pañuelo de su bolsillo y le secó las lágrimas. De la incredulidad, pasó a la mayor de las felicidades. Se puso de pié y empezó de nuevo a tocar, pero esta vez, era tan alegre la melodía, que todos los animales empezaron asaltar y brincar, también Mari Luz, y del tremendo silencio se pasó a una algarabía que llenaba toda la pradera como si fuera un día de fiesta. Cuando acabó el concierto volvieron al pueblo agarrados de la mano, hablando y hablando sin parar.
Javier

Me gustó tu relato, especialmente cómo le inculcó la poesía, para que escriba sin faltas de ortografía.

Saludos desde el Portal de mis sueños.
 
Última edición:

RADIO EN VIVO

Donar

Versos Compartidos en Facebook

Arriba