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Aquella Primera Vez



La primera vez que nuestros ojos se encontraron a solas, el resto del mundo desapareció, hondo, muy hondo sentí su mirada, cálida, sensual y despreocupada, corría el rubor por mis mejillas, mientras sonaba en la pista una vieja balada; bailábamos tan cerca, que mi corazón enloqueció, su perfume me invadía los sentidos y el calor que su cuerpo producía en el mío, aceleró mi respiración.


Mis manos temblorosa en sus hombros, sus manos diestras aprisionando mi cintura, el tiempo se detuvo, mientras nos dejábamos llevar por el ritmo, su mejilla se deslizo por la mía, suave, despacio hasta que la comisura de sus labios tocaba los míos, inevitable fue entonces aquel beso encendido que me robó el alma y la sensatez, la música se había detenido pero nosotros seguíamos bailando, nos quedamos solos en la pista, abrazados; una risita lejana interrumpió el momento, despertándonos del sueño avergonzados, volvimos a la mesa, de manera casi inmediata pagamos la cuenta y salimos del lugar, tomados de la mano y riendo como un par de locos.


No hubo necesidad de preguntar, los dos queríamos continuar, lo que iniciamos en aquella pista al bailar; así fue que llegamos aquella noche, a un cuarto de hotel, a medida que la puerta de la habitación se cerraba, íbamos dejando afuera cualquier razonamiento, por segundos recordé que tantas veces había sido suya con el pensamiento, cada que descubría su mirada clavada en mi escote, o recorrer el contorno de mis piernas, su sonrisa indiscreta delataba sus intenciones, al igual que me ocurría a mí, cuando veía de reojo sus labios o su espalda amplia y esos jeans ajustados y aquel gesto de sus labios cuando rozaba con sus dedos mi mano para saludar.


Al entrar puso música romántica y luz tenue, sirvió un par de copas de vino, yo recorría el lugar con la mirada, cada detalle hacía de aquel lugar, el sitio propicio para amar; bailábamos despacio, ahora sin testigos, excitados por igual, los labios se encontraron una vez más, ahora sin prisas, su lengua exploró la mía y sus manos se deslizaron por la piel de mi hombro, apartando la ropa y los complejos; los besos, las caricias surgieron suaves y apasionadas, desnudos, explorándonos, con las manos, los labios y el resto de la piel.


Nuestros cuerpos en la cama danzando al mismo ritmo, inventando con lujuria nuestra versión del paraíso; al final cansados, sudorosos, dejamos el tiempo correr, mis manos descansaban en su pecho, mientras él sumergía su nariz en mi pelo, inhalando su olor, teníamos las piernas entrelazadas y también el corazón, un suspiro hondo escapó de mi pecho.


Tomó una pluma y un trozo de papel, era “la publicidad del hotel”, garabateó algo en ella pero no me dejó leer hasta después de terminar, intentó hacer un poema del momento que compartimos, sonreí al leer el papel, ahí me daba un nuevo nombre, de lo que yo signifiqué en aquel cuarto de hotel; Ángel, me dijo que siempre sería para él, sinceramente era terrible como poeta, pero el gesto me enterneció.


La luz del nuevo día nos encontró abrazados, dulcemente adormilados, sus brazos fuertes me acunaron; hasta que sonó el despertador y me di cuenta que solo fue un sueño, mi cama estaba vacía como todos los días, maldije mi suerte y la insana soledad, sonreí al recordar lo que acababa de soñar, un tanto por vergüenza y un tanto por desilusión, pero no importa, porque hoy lo voy a ver y quién sabe tal vez, hoy pueda ser… aquella primera vez, entre él y yo.


 

amada

Moderadora del Foro Compartiendo Tristezas
AY mi niña, no te imaginas tu las veces que he tenido estos sueños AÑORADOS, que adormecen el corazón de angustia al deSpertar, pero algo dice por ahí que los sueños se pueden convertir en realidad, y éste está para una hermosa realidad, que espero se te cumpla.....saludos......maravilloso ¡¡¡¡¡
 

SANDRA BLANCO

Administradora - JURADO


La primera vez que nuestros ojos se encontraron a solas, el resto del mundo desapareció, hondo, muy hondo sentí su mirada, cálida, sensual y despreocupada, corría el rubor por mis mejillas, mientras sonaba en la pista una vieja balada; bailábamos tan cerca, que mi corazón enloqueció, su perfume me invadía los sentidos y el calor que su cuerpo producía en el mío, aceleró mi respiración.


Mis manos temblorosa en sus hombros, sus manos diestras aprisionando mi cintura, el tiempo se detuvo, mientras nos dejábamos llevar por el ritmo, su mejilla se deslizo por la mía, suave, despacio hasta que la comisura de sus labios tocaba los míos, inevitable fue entonces aquel beso encendido que me robó el alma y la sensatez, la música se había detenido pero nosotros seguíamos bailando, nos quedamos solos en la pista, abrazados; una risita lejana interrumpió el momento, despertándonos del sueño avergonzados, volvimos a la mesa, de manera casi inmediata pagamos la cuenta y salimos del lugar, tomados de la mano y riendo como un par de locos.


No hubo necesidad de preguntar, los dos queríamos continuar, lo que iniciamos en aquella pista al bailar; así fue que llegamos aquella noche, a un cuarto de hotel, a medida que la puerta de la habitación se cerraba, íbamos dejando afuera cualquier razonamiento, por segundos recordé que tantas veces había sido suya con el pensamiento, cada que descubría su mirada clavada en mi escote, o recorrer el contorno de mis piernas, su sonrisa indiscreta delataba sus intenciones, al igual que me ocurría a mí, cuando veía de reojo sus labios o su espalda amplia y esos jeans ajustados y aquel gesto de sus labios cuando rozaba con sus dedos mi mano para saludar.


Al entrar puso música romántica y luz tenue, sirvió un par de copas de vino, yo recorría el lugar con la mirada, cada detalle hacía de aquel lugar, el sitio propicio para amar; bailábamos despacio, ahora sin testigos, excitados por igual, los labios se encontraron una vez más, ahora sin prisas, su lengua exploró la mía y sus manos se deslizaron por la piel de mi hombro, apartando la ropa y los complejos; los besos, las caricias surgieron suaves y apasionadas, desnudos, explorándonos, con las manos, los labios y el resto de la piel.


Nuestros cuerpos en la cama danzando al mismo ritmo, inventando con lujuria nuestra versión del paraíso; al final cansados, sudorosos, dejamos el tiempo correr, mis manos descansaban en su pecho, mientras él sumergía su nariz en mi pelo, inhalando su olor, teníamos las piernas entrelazadas y también el corazón, un suspiro hondo escapó de mi pecho.


Tomó una pluma y un trozo de papel, era “la publicidad del hotel”, garabateó algo en ella pero no me dejó leer hasta después de terminar, intentó hacer un poema del momento que compartimos, sonreí al leer el papel, ahí me daba un nuevo nombre, de lo que yo signifiqué en aquel cuarto de hotel; Ángel, me dijo que siempre sería para él, sinceramente era terrible como poeta, pero el gesto me enterneció.


La luz del nuevo día nos encontró abrazados, dulcemente adormilados, sus brazos fuertes me acunaron; hasta que sonó el despertador y me di cuenta que solo fue un sueño, mi cama estaba vacía como todos los días, maldije mi suerte y la insana soledad, sonreí al recordar lo que acababa de soñar, un tanto por vergüenza y un tanto por desilusión, pero no importa, porque hoy lo voy a ver y quién sabe tal vez, hoy pueda ser… aquella primera vez, entre él y yo.



Wowwww que sueño, me encantoooooooo esta muy bonito el relato de esos sueños que nos causan desolación al despertarnos pero la ilusión de que algún día se transformen en realidad,precioso relato Ale,un gusto leerte,gracias por compartir,un beso grande.



 

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