¿Se puede amar en la distancia?
Así como nosotros: yo acá, vos allá
y todo un mundo entre los dos.
Una hilada de pensamientos inconexos
viajando a la velocidad de la luz del universo
para verse en el vacío
donde nada más los pueda encontrar.
Una idea mutua y común
superando el tiempo, sin luz ni oscuridad.
Simplemente la maravilla de una idea
consagrándose con nosotros.
¿Acaso se puede atesorar el recuerdo
del roce de los labios a través de los años,
de un calor que ya no existe salvo en la memoria
y aún así tenerla ahí presente como antes?
¿Se puede?
Así, como como lo hacemos nosotros.
Llorando y riendo juntos en la distancia,
cada uno en su soledad conjunta,
uniendo su soledad a la soledad del otro.
¿Se puede amar sin el cuerpo?
Así, como lo hacemos nosotros.
Encontrarnos en la nada
donde no hay frío, ni calor, ni ruido
ni viento, ni tiempo.
y aún así fingir que nos sentimos,
y realmente sentir que nos sentimos,
escuchando voces que no están ahí,
viendo lágrimas sanar con risas
derramadas en mundos ajenos.
¿Realmente se puede?
Es que tenemos algo extraño y esotérico
que supera todo eso,
que hace erizarse a los cuerpos insensibles
y crea vida en el vacío.
Es una idea interminable, a la que se le pegó un sentimiento:
el nuestro. Eso que fue tan único y tan nuestro.
¿Realmente se puede?
Así, como lo hacemos nosotros.
Tenernos en un secreto en la distancia y en el tiempo
entre los otros,
bailando un baile imaginario en algún lugar del universo
donde nadie pueda llegar a nosotros.
Esa cosa tan particular que somos nosotros,
ese nosotros tan distinto de nosotros.
Porque ya no te conozco, ni vos me conoces a mí,
y de tanta distancia; tan desconocidos somos
y sin embargo…
¡Ah! Que me cuesta llorar por vos
ahora que no estas.
Y me siento perderte de nuevo,
otra vez y otra vez en la distancia
sin poder tocarte para perderte definitivamente.
Quizá sea esa nuestra condena:
cual esclavos, los dos condenados
a querernos sin tenernos y sin poder perdernos.
Entonces
¿Se puede amar en la distancia,
así como lo hacemos nosotros?
Así como nosotros: yo acá, vos allá
y todo un mundo entre los dos.
Una hilada de pensamientos inconexos
viajando a la velocidad de la luz del universo
para verse en el vacío
donde nada más los pueda encontrar.
Una idea mutua y común
superando el tiempo, sin luz ni oscuridad.
Simplemente la maravilla de una idea
consagrándose con nosotros.
¿Acaso se puede atesorar el recuerdo
del roce de los labios a través de los años,
de un calor que ya no existe salvo en la memoria
y aún así tenerla ahí presente como antes?
¿Se puede?
Así, como como lo hacemos nosotros.
Llorando y riendo juntos en la distancia,
cada uno en su soledad conjunta,
uniendo su soledad a la soledad del otro.
¿Se puede amar sin el cuerpo?
Así, como lo hacemos nosotros.
Encontrarnos en la nada
donde no hay frío, ni calor, ni ruido
ni viento, ni tiempo.
y aún así fingir que nos sentimos,
y realmente sentir que nos sentimos,
escuchando voces que no están ahí,
viendo lágrimas sanar con risas
derramadas en mundos ajenos.
¿Realmente se puede?
Es que tenemos algo extraño y esotérico
que supera todo eso,
que hace erizarse a los cuerpos insensibles
y crea vida en el vacío.
Es una idea interminable, a la que se le pegó un sentimiento:
el nuestro. Eso que fue tan único y tan nuestro.
¿Realmente se puede?
Así, como lo hacemos nosotros.
Tenernos en un secreto en la distancia y en el tiempo
entre los otros,
bailando un baile imaginario en algún lugar del universo
donde nadie pueda llegar a nosotros.
Esa cosa tan particular que somos nosotros,
ese nosotros tan distinto de nosotros.
Porque ya no te conozco, ni vos me conoces a mí,
y de tanta distancia; tan desconocidos somos
y sin embargo…
¡Ah! Que me cuesta llorar por vos
ahora que no estas.
Y me siento perderte de nuevo,
otra vez y otra vez en la distancia
sin poder tocarte para perderte definitivamente.
Quizá sea esa nuestra condena:
cual esclavos, los dos condenados
a querernos sin tenernos y sin poder perdernos.
Entonces
¿Se puede amar en la distancia,
así como lo hacemos nosotros?