Jorge Toro
Miembro Conocido
Entrañable y dulce madre:
Ven y tiende sobre mí tu impoluta y sabia mano
y trazando la señal de la santa cruz al viento,
favorece este hijo tuyo,-en la práctica pagano-,
que tu amada bendición para mi alma es alimento.
Qué provenga de tu espíritu transparente y generoso,
manantial de plena paz y palmarios sentimientos;
el sostén donde rescato mi cordura y mi reposo,
cuando abúlico naufrago entre dudas y tormentos.
Tú que siempre me dispensas tanta nítida bondad,
que me acoges en tus brazos, amorosa y maternal,
déjame enterrar en ellos toda obtusa vanidad,
y llorar al abrazarte, que ello me es medicinal.
Líbrame de las angustias y habituales sinsabores,
con tu lógica palabra, con tu diáfana mirada,
salvaguárdame en tu pecho y elimina mis temores,
porque hundido en tal regazo mi alma queda sosegada.
Llévame con el ejemplo a volverme un ser mejor,
a aprender de tu entereza y de tu disposición,
háblame de mis pecados y mi práctica peor,
pues tu verbo en mis oídos origina reflexión.
Guía mi camino errante, mi dubitativo andar,
con el próvido consejo, de tu voz, que deja huella;
dame un beso el despedirme que es momento de marchar,
y te quiero en mi horizonte como rutilante estrella.
Madre bella y amorosa, además de tu calor,
quiero tu mejor abrazo en señal de protección,
pues me iré por este mundo resguardado por tu amor,
al saber que cada día me tendrás en tu oración.
Ven y tiende sobre mí tu impoluta y sabia mano
y trazando la señal de la santa cruz al viento,
favorece este hijo tuyo,-en la práctica pagano-,
que tu amada bendición para mi alma es alimento.
Qué provenga de tu espíritu transparente y generoso,
manantial de plena paz y palmarios sentimientos;
el sostén donde rescato mi cordura y mi reposo,
cuando abúlico naufrago entre dudas y tormentos.
Tú que siempre me dispensas tanta nítida bondad,
que me acoges en tus brazos, amorosa y maternal,
déjame enterrar en ellos toda obtusa vanidad,
y llorar al abrazarte, que ello me es medicinal.
Líbrame de las angustias y habituales sinsabores,
con tu lógica palabra, con tu diáfana mirada,
salvaguárdame en tu pecho y elimina mis temores,
porque hundido en tal regazo mi alma queda sosegada.
Llévame con el ejemplo a volverme un ser mejor,
a aprender de tu entereza y de tu disposición,
háblame de mis pecados y mi práctica peor,
pues tu verbo en mis oídos origina reflexión.
Guía mi camino errante, mi dubitativo andar,
con el próvido consejo, de tu voz, que deja huella;
dame un beso el despedirme que es momento de marchar,
y te quiero en mi horizonte como rutilante estrella.
Madre bella y amorosa, además de tu calor,
quiero tu mejor abrazo en señal de protección,
pues me iré por este mundo resguardado por tu amor,
al saber que cada día me tendrás en tu oración.
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