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Cara cortada

CARA CORTADA.jpg

CARACORTADA

Triste estampa, tu deformada figura, antaño agradable, plantada ahora en una esquina, haciendo imperdonable al que pase por ahí. Medias de dos mil usos, tomada entera por puntos, y a pesar de ello de múltiple ventilación. Terminada en tacón bajo, que de tanto tiempo de trabajo el maldito se partió. Esa falda apretada, que no ceñida, dejó de serlo hace seis tallas, cuya cremallera estalla y con un suspiro de alivio te enfadas, ahora que respiras mejor. Camisa escotada que no puede ocultar pechos caídos sobre tu abultado vientre, que los hace ser más salientes, a pesar de su flacidez. La cara embadurnada de espesa capa de crema intentando ocultar lo que no se puede tapar. El carmín duplicando tus labios. Los coloretes como un mojón. Esos ojos enmarcados, de gruesa moldura grumosa. Pajizo pelo teñido de reseca estructura, de color chillón, de peinado leonino, donde tanto falta como hay, creando algunos espacios libres de liendres y picazón. De tu hombro cuelga un bolso de mugriento color por cuyo fondo pasaron innumerables billetes por los servicios prestados y donde todavía reposa el ticket del alquiler por una hora de la habitación de una miserable pensión,criadero de chinches y cucarachas, donde ganaste tus últimos dineros. Después de tantos años, lo único que conseguiste es un húmedo cuarto al que llamas hogar. Tus pocos recuerdos agradables reposan en el, como si fuera un mausoleo. Una vida resumida entre moho y polvo. No podía faltar el cuadro en que saliste realmente preciosa. Contabas tan solo 17 años. Fresca, lozana, con una sonrisa tan inocente como nunca volviste ha tener. Como te engatuso ese maldito pintor. Cuantas promesas incumplidas y sueños rotos. Ya te veías presidiendo una galería dedicada a un famoso pintor y su musa, belleza incombustible al tiempo. Recordada por personas que nunca te conocieron. Como soñaste con esa casa colonial que decía el mentiroso tener allen de los mares, donde su fama era cierta. Después vinieron muchos. Demasiados, de cada uno guardabas la ilusión secreta de que fuera el que te sacara de ese circulo vicioso. Pero noches de alcohol y mala vida fueron destruyendo tu belleza, y al mismo tiempo la solicitud de tus servicios y la generosidad en los regalos. Todavía creíste tener una oportunidad cuando rozabas lo 25 años. Era un viudo todavía presentable, acomodado y educado, pocos te habían tratado así. Aun conservas el mantón de Manila que te regaló y que conservas como oro en paño. Otros regalos los tuviste que vender por necesidad, pero de ese nunca te desprenderás. No podrías. Su hijo se interpuso entre los dos, el muy cabrón no quería compartir, había vivido como un señorito a costa del padre y veía peligrar su ascendencia sobre su sustento. No tenia una gran fortuna, pero si la suficiente para vivir desahogado sin grandes lujos, y en aquella época ya te diste cuenta que eso era mucho. Al ritmo en que gastaba el hijo no duraría muchos años y esa era la única idea que te hizo salir de esa casa con la suficiente dignidad, que el cabrón al final tendría que doblar la espalda y se le bajarían los aires que tenía de ricachón, y no habiéndose dedicado más que a juergas, mal lo iba a pasar .A partir de ahí cada vez bajaras un peldaño, llegar a yacer con cualquiera que tuviera para invitarte a unas copas y unas monedas que dejarte en la mesilla. Luego tocó empezar a frecuentar los locales donde había profesionales. Las primeras peleas por un cliente, por unos derechos adquiridos. Empezar a guardar acero en el bolso por miedo a la calaña de gente con la ya recalabas. Tíos intentando chulearte y vivir de tu trabajo. Las primeras palizas. En una de ellas el mal nacido te pego un tajo en la cara, la herida se te infecto y no tenias medios para pagarte un doctor que te apañara esa herida, y ahora te cruza una grotesca cicatriz desde la sien a la barbilla. Fue entonces cuando empezaron a llamarte “carapartia”. Más veces te han rajado, pero nunca tan visible, tan sumamente humillant., Sabia perfectamente el daño que te estaba haciendo, los clientes que te podía espantar por esa marca, pero le dio igual. A sí te maten. Eso hizo que bajara tu cache, eso y la pierna quebrada. El marinero era alto, rubio, de pelo ensortijado y dura barba. Fuerte como un buey, violento como una tormenta. Creíste dominarle, y cuando estallaba sabias retirarte, siempre recibían los demás y tu terminabas apaciguándole. Pero ese día la tormenta se dirigió hacia ti. Le llego el rumor de que el seguía siendo un simple marinero en tierra,pues tenia también capitán, “carapartia”.Según le viste entraren la taberna te diste cuenta, sus ojos desprendían ese fulgor con el que miraba a sus adversarios antes de una pelea, solo que esta vez te miraba a ti, solo a ti. Con los puños apretados y la mandíbula tensa avanzo y te convertiste en una estatua, tu corazón dejo de latir y tus pulmones. Es como si cayeras a un profundo pozo una y otra vez, iluminado con velas y con un sabor espeso y dulzor recorriéndote la cara, el pecho y la garganta. El dolor vino después, cuando despertaste a los días. El animal te apaleo como a un pelele, como si fuera más hombre y para terminar,demostrando lo que le importabas, te levantó en vilo y te lanzó contra el mostrador. Nadie ,nadie hizo lo más mínimo, ni llamar a la policía. Te podía haber descuartizado y no hubieran ni pestañeado. Entre las muchas cosas que te hizo, te partió un tobillo, que nunca has recuperado y por el que cojeas aún. Seis meses tardaste en volver a la calle, y gracias diste, que casi todo el mundo se sorprendido de verte viva. Les dabas lástima, hasta te daban limosna por lo cadavérica que te veían. Durante las siguientes semanas, poco a poco, te recuperabas, los dolores eran más tenues, pero constantes. Ejercer era doloroso, mucho, pero era la única manera de comer. Todo parecía volver a la normalidad, cuando recaló un barco en el puerto. Según te enteraste empezaste a temblar, era el suyo. Vendría ansioso de peleas, hembras y alcohol, y no sabias si todavía eras blanco de sus iras. Corriste a encerrarte, y allí permaneciste dos días, con la mente en blanco y tu pulso al mínimo. Casi muerta.Pero un guasón con muy mala leche se paro debajo de la ventana de tu habitación y empezó a burlarse de ti, gritando que el rubio estaba deseando ver a su damisela. Ahí empezaste a reaccionar. Así no podía ser. Si cada vez que viniera te encerrabas te morirías de hambre. La convalecencia acabo con tus exiguos ahorros. Y cuando se fuera solo te querrían para reírse de ti, como el guasón. Algo se empezó a moverse dentro de ti. ¿ Y que mas da ¿. Si le huías no tendrías oportunidades, y si te quería encontrar sabía donde. Te arreglaste y fuiste al puerto. No sabes que te llevo a la taberna que él más frecuentaba. Y allí estaba, fanfarroneando como siempre, apoyado sobre la barra con una fulana a su diestra. Te vio,pálida, aun demacrada, cojeando y mal peinada. Aparto a la otra, abrió los brazos y exclamo,” pero si estas viva. Cuando quiera escribirte siempre te llegara la carta, solo hay que poner, Puta ,coja y marcada, todo el mundo te conocerá”, y estallo a reír. Como reía el desgraciado, y todos los de más para hacer comparsa. Pasaste de tenerle miedo a sentir un profundo odio. Se acelero tu pulso. Y reía. La rabia te aumentaba, solo oías el coro de voces que te humillaban. Notabas calor en tus mejillas y la rápida respiración. El hijo de perra casi te mata, meses de dolor y necesidad, y encima se ríe, te humilla. Se dio la vuelta y se apoyo sobre la barra mientras acompasaba sus carcajadas con manotazos. El muy idiota se regocijaba de su propia estupidez. Instintivamente echaste mano al bolso y notaste la fina navaja que llevabas. Asiste del mango con fuerza y lo sacaste. Pegaste la mano al cuerpo y avanzaste hacia él. Se giro al notarte detrás y poniéndose a medio metro de ti, puso sus brazos en jarras y río más fuerte echando su mentón hacia tras. Pensaste “tú ya no te ríes más”, y lanzando rápidamente tu mano, antes de que se diera cuanta, le hincaste el acero en la garganta. Ya no reía el idiota, ahora chillaba como un puerco en un matadero. Retrocedía unos pasos mientras empujaba a empellones, como si quisieras sacarla por el otro lado. La sangre manaba abundantemente. El silencio se hizo sepulcral solo roto por los cada vez mas guturales gritos del gigante. Cayó de rodillas ante ti. “Ríete ahora, ríete, que a partir de ahora la que se va a reír es la puta, coja y marcada ,cuando recuerde como chillan los cerdos”. Se aferro a tu vestido con las únicas fuerzas que le quedaban. Tú te apartaste a la vez que le sacabas la navaja de su cuello. Broto un enorme chorro de sangre y el rubio se desplomo. Te diste la vuelta y comprobaste la cantidad de ojos que te observaban con una mezcla de diferentes sentimientos, asombro, admiración, regocijo, miedo. Entonces te fijaste en una chapa bruñida y te viste reflejada, todavía con el arma homicida en la mano y toda cubierta de sangre. Hasta ese momento no habías sido consciente de lo ocurrido. Menos mal que tu cabeza reaccionó rápidamente y con calma. Cortaste un mechón del difunto.Tenías derecho a tu trofeo de caza. Enseñaste a todos tu mano con la hoja ensangrentada, dando a entender que si hablan a ti te daba lo mismo uno que dos, y saliste corriendo hacia las habitaciones de la planta de arriba, donde siempre guardabas ropa de repuesto. Te lavaste rápidamente para quitarte la sangre, te cambiaste y saliste por la ventana. Como alma que lleva el diablo y sin mirar para atrás fuiste dejando millas entre tu espalda y el puerto. No volverías a ver jamás el mar, ni a querer nada de un marinero. Evitabas los caminos concurridos, las poblaciones, comías lo que podías robar y dormías al raso. Esa maldita pierna dolía como el primer día, pero no te quejabas. Fuiste esquivando cualquier atisbo de personas, hasta que harta del polvo de los caminos pediste ayuda en un pueblo. Atropellaste una rara excusa. Pero no preguntaron mucho. En una aldea con tres hombres de mediana edad habitando, y la más joven de las mozas peinaba canas, una mujer era bien recibida. Comida y cama, compartida, no falto. Al menos te recuperaste, hasta que dos de ellos se pelearon por tu propiedad. Saliste con el rabo entre las piernas por miedo a ver una pareja con capote en el horizonte. Tricornios temidos. Garrote aplicado. Seguiste adelante perdiendo memoria. Parecía lejana la sensación de la húmeda mano, de la satisfacción plena, del instinto depredador despertado. Pasaban los días sin saber contarlos, sin conocimiento de tiempo, acostumbrada a ese dolor de la pierna como a la propia huida. Llegó el momento en que las lluvias se sobreponían y su humedad calaba profundamente tus castigados huesos. Y la luz se fue. No sabes cuando dejaste de temblar, ni de ver la línea del camino. Simplemente se fue. Por una vez tuviste suerte. Si la providencia alguna vez se vistió de seda y rimen fue esa. Un grupo de colegas se desvió del camino para hacer noche y te encontraron. Tendida sobre un charco, presa de la muerte.Te sacaron, te cuidaron, y te salvaron. No sabes por que, solo sucedió como los milagros. Despertaste en una ciudad extraña, en una casa desconocida, y en una cama seca. “SECA”. Sin prisa te recuperaste y por una vez conociste lo mas parecido a una familia.Todas intuían tu pasado turbulento, pero nunca preguntaron nada, y cuando creíste en la obligación de contárselo, tampoco escucharon,“ no nos interesa tu pasado, solo tú “. Si esto te lo hubieran dicho hace muchos años, que diferente seria tu vida. Tiempo tuviste para pagárselo. Tus recientes habilidades de matarife y tu falta de escrúpulos ante chulos te hicieron piedra angular de una extraña familia. Así te volviste a situar y a empezar a trabajar de nuevo. Cambiaste de mote y de nombre, y sobre todo de la visión de la vida. De langosta a hormiga,de soñadora a realista, de pretenciosa a contenida. Así conseguiste recuperar algunos de tus recuerdos. Compraste ese cultivo de champiñón por casa, vivir con tus dolores, y perder la vergüenza de lo que fuiste toda la vida, pintarte como una mona y vivir de lo que otros si deberían avergonzarse.
 
Última edición:
E

Engel

Guest
Una historia realmente interesante.Te felicito, Javier.
Me gustó mucho la lectura. Fuerte abrazo.
 

Maese Josman

********
Javier, buen relato, bien llevada la trama incursionando en la realidad de la protagonista que segura sera de tantas otras que en verdad existen y no conocemos. Me gusto mucho, gracias por tan buenos minutos. Un abrazote José Manuel.
 
T

TRINA ORTIZ

Guest
Triste estampa, tu deformada figura, antaño agradable, plantada ahora en una esquina, haciendo imperdonable al que pase por ahí. Medias de dos mil usos, tomada entera por puntos, y a pesar de ello de múltiple ventilación. Terminada en tacón bajo, que de tanto tiempo de trabajo el maldito se partió. Esa falda apretada, que no ceñida, dejó de serlo hace seis tallas, cuya cremallera estalla y con un suspiro de alivio te enfadas, ahora que respiras mejor. Camisa escotada que no puede ocultar pechos caídos sobre tu abultado vientre, que los hace ser más salientes, a pesar de su flacidez. La cara embadurnada de espesa capa de crema intentando ocultar lo que no se puede tapar. El carmín duplicando tus labios. Los coloretes como un mojón. Esos ojos enmarcados, de gruesa moldura grumosa. Pajizo pelo teñido de reseca estructura, de color chillón, de peinado leonino, donde tanto falta como hay, creando algunos espacios libres de liendres y picazón. De tu hombro cuelga un bolso de mugriento color por cuyo fondo pasaron innumerables billetes por los servicios prestados y donde todavía reposa el ticket del alquiler por una hora de la habitación de una miserable pensión,criadero de chinches y cucarachas, donde ganaste tus últimos dineros. Después de tantos años, lo único que conseguiste es un húmedo cuarto al que llamas hogar. Tus pocos recuerdos agradables reposan en el, como si fuera un mausoleo. Una vida resumida entre moho y polvo. No podía faltar el cuadro en que saliste realmente preciosa. Contabas tan solo 17 años. Fresca, lozana, con una sonrisa tan inocente como nunca volviste ha tener. Como te engatuso ese maldito pintor. Cuantas promesas incumplidas y sueños rotos. Ya te veías presidiendo una galería dedicada a un famoso pintor y su musa, belleza incombustible al tiempo. Recordada por personas que nunca te conocieron. Como soñaste con esa casa colonial que decía el mentiroso tener allen de los mares, donde su fama era cierta. Después vinieron muchos. Demasiados, de cada uno guardabas la ilusión secreta de que fuera el que te sacara de ese circulo vicioso. Pero noches de alcohol y mala vida fueron destruyendo tu belleza, y al mismo tiempo la solicitud de tus servicios y la generosidad en los regalos. Todavía creíste tener una oportunidad cuando rozabas lo 25 años. Era un viudo todavía presentable, acomodado y educado, pocos te habían tratado así. Aun conservas el mantón de Manila que te regaló y que conservas como oro en paño. Otros regalos los tuviste que vender por necesidad, pero de ese nunca te desprenderás. No podrías. Su hijo se interpuso entre los dos, el muy cabrón no quería compartir, había vivido como un señorito a costa del padre y veía peligrar su ascendencia sobre su sustento. No tenia una gran fortuna, pero si la suficiente para vivir desahogado sin grandes lujos, y en aquella época ya te diste cuenta que eso era mucho. Al ritmo en que gastaba el hijo no duraría muchos años y esa era la única idea que te hizo salir de esa casa con la suficiente dignidad, que el cabrón al final tendría que doblar la espalda y se le bajarían los aires que tenía de ricachón, y no habiéndose dedicado más que a juergas, mal lo iba a pasar .A partir de ahí cada vez bajaras un peldaño, llegar a yacer con cualquiera que tuviera para invitarte a unas copas y unas monedas que dejarte en la mesilla. Luego tocó empezar a frecuentar los locales donde había profesionales. Las primeras peleas por un cliente, por unos derechos adquiridos. Empezar a guardar acero en el bolso por miedo a la calaña de gente con la ya recalabas. Tíos intentando chulearte y vivir de tu trabajo. Las primeras palizas. En una de ellas el mal nacido te pego un tajo en la cara, la herida se te infecto y no tenias medios para pagarte un doctor que te apañara esa herida, y ahora te cruza una grotesca cicatriz desde la sien a la barbilla. Fue entonces cuando empezaron a llamarte “carapartia”. Más veces te han rajado, pero nunca tan visible, tan sumamente humillant., Sabia perfectamente el daño que te estaba haciendo, los clientes que te podía espantar por esa marca, pero le dio igual. A sí te maten. Eso hizo que bajara tu cache, eso y la pierna quebrada. El marinero era alto, rubio, de pelo ensortijado y dura barba. Fuerte como un buey, violento como una tormenta. Creíste dominarle, y cuando estallaba sabias retirarte, siempre recibían los demás y tu terminabas apaciguándole. Pero ese día la tormenta se dirigió hacia ti. Le llego el rumor de que el seguía siendo un simple marinero en tierra,pues tenia también capitán, “carapartia”.Según le viste entraren la taberna te diste cuenta, sus ojos desprendían ese fulgor con el que miraba a sus adversarios antes de una pelea, solo que esta vez te miraba a ti, solo a ti. Con los puños apretados y la mandíbula tensa avanzo y te convertiste en una estatua, tu corazón dejo de latir y tus pulmones. Es como si cayeras a un profundo pozo una y otra vez, iluminado con velas y con un sabor espeso y dulzor recorriéndote la cara, el pecho y la garganta. El dolor vino después, cuando despertaste a los días. El animal te apaleo como a un pelele, como si fuera más hombre y para terminar,demostrando lo que le importabas, te levantó en vilo y te lanzó contra el mostrador. Nadie ,nadie hizo lo más mínimo, ni llamar a la policía. Te podía haber descuartizado y no hubieran ni pestañeado. Entre las muchas cosas que te hizo, te partió un tobillo, que nunca has recuperado y por el que cojeas aún. Seis meses tardaste en volver a la calle, y gracias diste, que casi todo el mundo se sorprendido de verte viva. Les dabas lástima, hasta te daban limosna por lo cadavérica que te veían. Durante las siguientes semanas, poco a poco, te recuperabas, los dolores eran más tenues, pero constantes. Ejercer era doloroso, mucho, pero era la única manera de comer. Todo parecía volver a la normalidad, cuando recaló un barco en el puerto. Según te enteraste empezaste a temblar, era el suyo. Vendría ansioso de peleas, hembras y alcohol, y no sabias si todavía eras blanco de sus iras. Corriste a encerrarte, y allí permaneciste dos días, con la mente en blanco y tu pulso al mínimo. Casi muerta.Pero un guasón con muy mala leche se paro debajo de la ventana de tu habitación y empezó a burlarse de ti, gritando que el rubio estaba deseando ver a su damisela. Ahí empezaste a reaccionar. Así no podía ser. Si cada vez que viniera te encerrabas te morirías de hambre. La convalecencia acabo con tus exiguos ahorros. Y cuando se fuera solo te querrían para reírse de ti, como el guasón. Algo se empezó a moverse dentro de ti. ¿ Y que mas da ¿. Si le huías no tendrías oportunidades, y si te quería encontrar sabía donde. Te arreglaste y fuiste al puerto. No sabes que te llevo a la taberna que él más frecuentaba. Y allí estaba, fanfarroneando como siempre, apoyado sobre la barra con una fulana a su diestra. Te vio,pálida, aun demacrada, cojeando y mal peinada. Aparto a la otra, abrió los brazos y exclamo,” pero si estas viva. Cuando quiera escribirte siempre te llegara la carta, solo hay que poner, Puta ,coja y marcada, todo el mundo te conocerá”, y estallo a reír. Como reía el desgraciado, y todos los de más para hacer comparsa. Pasaste de tenerle miedo a sentir un profundo odio. Se acelero tu pulso. Y reía. La rabia te aumentaba, solo oías el coro de voces que te humillaban. Notabas calor en tus mejillas y la rápida respiración. El hijo de perra casi te mata, meses de dolor y necesidad, y encima se ríe, te humilla. Se dio la vuelta y se apoyo sobre la barra mientras acompasaba sus carcajadas con manotazos. El muy idiota se regocijaba de su propia estupidez. Instintivamente echaste mano al bolso y notaste la fina navaja que llevabas. Asiste del mango con fuerza y lo sacaste. Pegaste la mano al cuerpo y avanzaste hacia él. Se giro al notarte detrás y poniéndose a medio metro de ti, puso sus brazos en jarras y río más fuerte echando su mentón hacia tras. Pensaste “tú ya no te ríes más”, y lanzando rápidamente tu mano, antes de que se diera cuanta, le hincaste el acero en la garganta. Ya no reía el idiota, ahora chillaba como un puerco en un matadero. Retrocedía unos pasos mientras empujaba a empellones, como si quisieras sacarla por el otro lado. La sangre manaba abundantemente. El silencio se hizo sepulcral solo roto por los cada vez mas guturales gritos del gigante. Cayó de rodillas ante ti. “Ríete ahora, ríete, que a partir de ahora la que se va a reír es la puta, coja y marcada ,cuando recuerde como chillan los cerdos”. Se aferro a tu vestido con las únicas fuerzas que le quedaban. Tú te apartaste a la vez que le sacabas la navaja de su cuello. Broto un enorme chorro de sangre y el rubio se desplomo. Te diste la vuelta y comprobaste la cantidad de ojos que te observaban con una mezcla de diferentes sentimientos, asombro, admiración, regocijo, miedo. Entonces te fijaste en una chapa bruñida y te viste reflejada, todavía con el arma homicida en la mano y toda cubierta de sangre. Hasta ese momento no habías sido consciente de lo ocurrido. Menos mal que tu cabeza reaccionó rápidamente y con calma. Cortaste un mechón del difunto.Tenías derecho a tu trofeo de caza. Enseñaste a todos tu mano con la hoja ensangrentada, dando a entender que si hablan a ti te daba lo mismo uno que dos, y saliste corriendo hacia las habitaciones de la planta de arriba, donde siempre guardabas ropa de repuesto. Te lavaste rápidamente para quitarte la sangre, te cambiaste y saliste por la ventana. Como alma que lleva el diablo y sin mirar para atrás fuiste dejando millas entre tu espalda y el puerto. No volverías a ver jamás el mar, ni a querer nada de un marinero. Evitabas los caminos concurridos, las poblaciones, comías lo que podías robar y dormías al raso. Esa maldita pierna dolía como el primer día, pero no te quejabas. Fuiste esquivando cualquier atisbo de personas, hasta que harta del polvo de los caminos pediste ayuda en un pueblo. Atropellaste una rara excusa. Pero no preguntaron mucho. En una aldea con tres hombres de mediana edad habitando, y la más joven de las mozas peinaba canas, una mujer era bien recibida. Comida y cama, compartida, no falto. Al menos te recuperaste, hasta que dos de ellos se pelearon por tu propiedad. Saliste con el rabo entre las piernas por miedo a ver una pareja con capote en el horizonte. Tricornios temidos. Garrote aplicado. Seguiste adelante perdiendo memoria. Parecía lejana la sensación de la húmeda mano, de la satisfacción plena, del instinto depredador despertado. Pasaban los días sin saber contarlos, sin conocimiento de tiempo, acostumbrada a ese dolor de la pierna como a la propia huida. Llegó el momento en que las lluvias se sobreponían y su humedad calaba profundamente tus castigados huesos. Y la luz se fue. No sabes cuando dejaste de temblar, ni de ver la línea del camino. Simplemente se fue. Por una vez tuviste suerte. Si la providencia alguna vez se vistió de seda y rimen fue esa. Un grupo de colegas se desvió del camino para hacer noche y te encontraron. Tendida sobre un charco, presa de la muerte.Te sacaron, te cuidaron, y te salvaron. No sabes por que, solo sucedió como los milagros. Despertaste en una ciudad extraña, en una casa desconocida, y en una cama seca. “SECA”. Sin prisa te recuperaste y por una vez conociste lo mas parecido a una familia.Todas intuían tu pasado turbulento, pero nunca preguntaron nada, y cuando creíste en la obligación de contárselo, tampoco escucharon,“ no nos interesa tu pasado, solo tú “. Si esto te lo hubieran dicho hace muchos años, que diferente seria tu vida. Tiempo tuviste para pagárselo. Tus recientes habilidades de matarife y tu falta de escrúpulos ante chulos te hicieron piedra angular de una extraña familia. Así te volviste a situar y a empezar a trabajar de nuevo. Cambiaste de mote y de nombre, y sobre todo de la visión de la vida. De langosta a hormiga,de soñadora a realista, de pretenciosa a contenida. Así conseguiste recuperar algunos de tus recuerdos. Compraste ese cultivo de champiñón por casa, vivir con tus dolores, y perder la vergüenza de lo que fuiste toda la vida, pintarte como una mona y vivir de lo que otros si deberían avergonzarse.
Esta historia bien contada en todos sus detalles es el lugar común de muchas mujeres que se tropiezan con una serie de circustancias difíciles y dolororas en las que el acecho triunfa sobre el libre albedrío y se convierte en un caldo de cultivo perfecto para toda suerte de miserias. Afortunadamente, siempre es posible salir del hueco. UN gusto leerte Javier.
 
Gracias Trina.
Efectivamente es un desgracia, como tantísimas que existen, en que unos seres humanos explotan a otros.
Ni cara cortada era inocente, pues prefirió el camino fácil antes de trabajar duro, ni todos los cerdos que se aprovechan de los necesitados tienen perdón.
Es una historia que he desarrollado con plena conciencia de lo que quería expresar.
 

Yan

Miembro Conocido
Bella obra mi querido Javier, me encantó. Buena lectura. Besos con cariño. Saludos.
 

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