David Vulpes Vulpes
Miembro Conocido
Los días, las cálidas decencias, la vergüenza, el fin...
Entre las ramas de todos los árboles: dos o tres manzanas se pudren,
la serpiente, cansada de mirar el reloj de arriba,
se arrepiente de haber citado a Lilit:
"Debí tratar con Eva".
Una cadena al final cada miembro,
dos o tres manos cansadas de pedir,
"¡el odio de un ángel debe de doler!",
y de caminar bajo el sol,
repetirán siempre esa canción:
"el odio de un ángel..."
En todas las frentes,
en toditas las cabezas llenas de dolor,
llenas como llenos los desiertos de arena,
llenas de sudor,
completas de calor
goteando sal y más sal,
caminando, casi gateando,
muriendo de a pocos,
viviendo de a poquitos,
lastrando el ánimo,
despidiéndose cada segundo,
un hola a la sombra,
un hola y un adiós,
Todas las mañanas vagando dentro de un cubículo,
vagando el hombre,
vagando y diciendo:
"Un día más y me divorcio de la muerte",
y un dia fue, una noche, una mañana más,
la muerte esperó sentada el año en todo un segundo,
un gran segundo esperó la decisión de este,
él que salvó a sus amigos,
él que muriendo vivió,
"Debí tratar con él, con el otro"...
Unos cuernos de fantasía,
unos cachos,
como decía mi tía,
se pasean detrás de cada claroscuro,
pululan, hincan de a poco el cielo, el aire...
Hinchadas sombras ahora envuelven,
embriagan, cubren todo
todo lo que en perspectiva se perfiló bello a los ojos pardos,
a los ojos secos, a los ojos rojos,
y sentado espera ese ángel que algún día
un ángel blanco,
espera la rifa que harán dentro de tres horas,
dentro de siete palabras más...
Espera profundo
espera meditando confiando en su reloj...
Más tarde es,
pero nunca tan tarde como para esperar a un dios ocupado,
mirando el tictac:
y rascándose la cabeza:
"Debí de almorzar"...
Decía, cargando el trinche, ansioso... Suspirando...
Entre las ramas de todos los árboles: dos o tres manzanas se pudren,
la serpiente, cansada de mirar el reloj de arriba,
se arrepiente de haber citado a Lilit:
"Debí tratar con Eva".
Una cadena al final cada miembro,
dos o tres manos cansadas de pedir,
"¡el odio de un ángel debe de doler!",
y de caminar bajo el sol,
repetirán siempre esa canción:
"el odio de un ángel..."
En todas las frentes,
en toditas las cabezas llenas de dolor,
llenas como llenos los desiertos de arena,
llenas de sudor,
completas de calor
goteando sal y más sal,
caminando, casi gateando,
muriendo de a pocos,
viviendo de a poquitos,
lastrando el ánimo,
despidiéndose cada segundo,
un hola a la sombra,
un hola y un adiós,
Todas las mañanas vagando dentro de un cubículo,
vagando el hombre,
vagando y diciendo:
"Un día más y me divorcio de la muerte",
y un dia fue, una noche, una mañana más,
la muerte esperó sentada el año en todo un segundo,
un gran segundo esperó la decisión de este,
él que salvó a sus amigos,
él que muriendo vivió,
"Debí tratar con él, con el otro"...
Unos cuernos de fantasía,
unos cachos,
como decía mi tía,
se pasean detrás de cada claroscuro,
pululan, hincan de a poco el cielo, el aire...
Hinchadas sombras ahora envuelven,
embriagan, cubren todo
todo lo que en perspectiva se perfiló bello a los ojos pardos,
a los ojos secos, a los ojos rojos,
y sentado espera ese ángel que algún día
un ángel blanco,
espera la rifa que harán dentro de tres horas,
dentro de siete palabras más...
Espera profundo
espera meditando confiando en su reloj...
Más tarde es,
pero nunca tan tarde como para esperar a un dios ocupado,
mirando el tictac:
y rascándose la cabeza:
"Debí de almorzar"...
Decía, cargando el trinche, ansioso... Suspirando...
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