Antonio Jurado Rivera
Miembro Conocido
(poema para gente especial)
Aquel resultó un día desacostumbrado.
Las sonrisas emigraron a buscarse otro lugar.
Aunque solo tenía 4 años, Andrés muy pronto entendió
que algo muy raro pasaba porque adonde él llegaba,
todas las demás personas le hacían un silencio atroz.
Le preguntó a su hermano, que solo tenía ocho años
y le decía que estaba enfermo pero que muy pronto
el médico le curaría y la vida volvería a ser como antes
que estaba siempre llena de risas, juegos y amor.
Fue asumiendo con su familia que salir de aquel problema
les costaría mucho esfuerzo pero que luchando juntos
vencerían al enemigo que era fuerte u peleón.
Cuando iba a la consulta no estaba solo porque iban
con él ante ese mal trago, su hermano, papá y mamá,
lo llevaban de la mano a luchar contra el malo
que se evitaba nombrar por no perder la ilusión.
Y así día tras día metido en aquel triste hospital
nunca lo dejaban solo y siempre le daban sonrisas
abrazos, besos y frases muy cariñosas
para evitar que perdiera aquel combate bestial.
Empeoraba o mejoraba según la medicación
que le iban administrando y el tiempo pasó despacio
y Andrés había momentos, cuando moría algún amiguito,
que no veía la salida de aquel túnel infernal.
Y la quimio que le dieron un día que le sentó fatal,
hizo que todos pensaran con lágrimas en los ojos
que el enemigo invisible otra vez iba a ganar.
Hicieron piña de amor todos juntos con el niño
aquella terrible noche toda la familia unida,
para ayudarle a salir de aquel momento.
El doctor dijo que había que esperar un día
para ver si el resultado sería el que se esperaba
y en su lucha desigual,
David ganaría a Goliat.
Mil horas tuvo la noche y solo se durmió el niño,
con del resto de la familia allí no durmió ni Dios
que había bajado del cielo para sumarse con ellos
contra aquella enfermedad que a todos entristeció.
Y tras día y medio dormido se despertó sonriendo
y les explicaba a todos que ya se encontraba bien
y no sentía nada malo, como sentía días atrás.
Los análisis confirmaron que todo había ido de perlas
y ya le iban a dar de alta y que se fueran a casa
para dar gracias a Dios y así poder descansar.
Y para que Andrés diera de comer a su gato
y ya llevaba mucho tiempo sin verlo ni jugar con el
sin decirle cosas lindas y sin poderlo abrazar.
Y otra vez entró la luz cuando Andrés entró a su casa
El cielo azul parecía que nunca se iba a acabar.
Y las sonrisas de todos fueron de felicidad.
Antonio Jurado(España)
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