Edith Elvira Colqui Rojas
Miembro Conocido
DE LA NOCHE A LA MAÑANA
De la noche a la mañana cambió nuestra historia,
los que nos creíamos seres libres,
estamos como perros enjaulados ladrando desolados.
Como monjes budistas recluidos,
como aves sin aire,
respirando miedo.
La vida social para nosotros se ha apagado
y solo con una sonrisa o con señas saludamos.
Nuestro círculo social se ha reducido a la familia.
Es bueno conversar, pasar con ellos las horas,
pero el encierro, hace que veces perdamos la paciencia.
Son las consecuencias del maligno virus
que nos sigue con sus pisadas de muerte.
Las calles están vacías y mudas
las playas ya no ríen con el sol.
Nos alejamos de todos
¡Cómo apestados!
De la noche a la mañana cambió nuestra rutina, nuestro feliz estado.
Ahora valoramos la vida, ahora sabemos que no hay don más preciado
que la libertad.
En el hemisferio sur nos sancochamos con el calor y el tedio.
Las gentes desesperadas como ratas buscan como protegerse y alimentarse.
La gente vive con psicosis
pues todos piensan tener el virus.
Rogamos al Dios del cielo:
que pronto acabe este encierro,
que volvamos a ser y vivir como antes.
Que se acabe esta peste,
que la gente converse,
que los niños pobres no se aburran,
¡Qué no se muera la gente como moscas!
De la noche a la mañana
debemos adaptarnos,
hasta que tengamos la vacuna ansiada.
Hay que tener paciencia,
hay que enfriar un poco nuestros impulsos,
hay que aceptar el cambio de buena gana,
aunque nos cueste.
Nuestros ruegos el Dios del cielo oiga,
que los estados adopten las mejores medidas,
y pronto regresemos a nuestra vida cotidiana.
Mantengamos la paz;
sino el miedo y el desasosiego nos matará antes que el virus.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados
De la noche a la mañana cambió nuestra historia,
los que nos creíamos seres libres,
estamos como perros enjaulados ladrando desolados.
Como monjes budistas recluidos,
como aves sin aire,
respirando miedo.
La vida social para nosotros se ha apagado
y solo con una sonrisa o con señas saludamos.
Nuestro círculo social se ha reducido a la familia.
Es bueno conversar, pasar con ellos las horas,
pero el encierro, hace que veces perdamos la paciencia.
Son las consecuencias del maligno virus
que nos sigue con sus pisadas de muerte.
Las calles están vacías y mudas
las playas ya no ríen con el sol.
Nos alejamos de todos
¡Cómo apestados!
De la noche a la mañana cambió nuestra rutina, nuestro feliz estado.
Ahora valoramos la vida, ahora sabemos que no hay don más preciado
que la libertad.
En el hemisferio sur nos sancochamos con el calor y el tedio.
Las gentes desesperadas como ratas buscan como protegerse y alimentarse.
La gente vive con psicosis
pues todos piensan tener el virus.
Rogamos al Dios del cielo:
que pronto acabe este encierro,
que volvamos a ser y vivir como antes.
Que se acabe esta peste,
que la gente converse,
que los niños pobres no se aburran,
¡Qué no se muera la gente como moscas!
De la noche a la mañana
debemos adaptarnos,
hasta que tengamos la vacuna ansiada.
Hay que tener paciencia,
hay que enfriar un poco nuestros impulsos,
hay que aceptar el cambio de buena gana,
aunque nos cueste.
Nuestros ruegos el Dios del cielo oiga,
que los estados adopten las mejores medidas,
y pronto regresemos a nuestra vida cotidiana.
Mantengamos la paz;
sino el miedo y el desasosiego nos matará antes que el virus.
Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados