Caballero de los Geranios
MODERADOR DE ORTOGRAFÍA Y SEMÁNTICA
DEPREDADORES ATÓMICOS
Anochece el día y arrancan la piel en mil pedazos,
sensibles los huesos, indican las marcas de los colmillos
de los feroces depredadores esquizofrénicos,
quienes se ríen a carcajadas de los bolsillos rotos,
dan vueltas por los escabrosos riscos de las heridas
y festejan el dolor de los cuatro siglos de hambre.
¡Cómo duelen las aguas secas de los ríos!
Cercan a sus presas con fronteras,
pintan con colores emotivos los pañales usados,
dibujan arquitectónicamente
ciento noventa y cuatro escudos inservibles,
seducen a sus víctimas, con himnos y campanas,
los dominan con yugos de balanzas desequilibradas,
una vez enjaulados, anulan su libertad
y succionan gratis el sudor de sus lomos hasta su agonía.
¡Cómo necesitamos azucenas libres en las praderas!
Son vívidos testigos: las estrellas rojas,
las nubes de tormenta, las ondas cósmicas,
piden auxilio en conjunto con los vientos planetarios,
mas nadie escucha cómo clama el gigante rebaño
perdido en el pizarrón oscuro hambriento del saber.
¡Cuántos pinceles hacen falta a la luz ciega de las luciérnagas!
Existe abundante trigo en los rascacielos
y fallecen de hambre millones de niños en la Tierra,
sicarios de lujo con lanzacohetes
cuidan las bolsas de los depredadores
e impiden a los niños lleguen a los ascensores.
¡Cuántos miles de toneladas de pan requieren los fusiles!
Apesta el olor a descomposición de los depredadores
y un episodio violento está al umbral de los engranajes,
no pueden liberarse de la absorción del agujero negro,
les hace añicos, en su interior la bomba atómica del hambre,
explota y destruye en cadena: coronas, armas y cruces.
¡Cómo canta alegre, la lira feliz, con voz universal!
Anochece el día y arrancan la piel en mil pedazos,
sensibles los huesos, indican las marcas de los colmillos
de los feroces depredadores esquizofrénicos,
quienes se ríen a carcajadas de los bolsillos rotos,
dan vueltas por los escabrosos riscos de las heridas
y festejan el dolor de los cuatro siglos de hambre.
¡Cómo duelen las aguas secas de los ríos!
Cercan a sus presas con fronteras,
pintan con colores emotivos los pañales usados,
dibujan arquitectónicamente
ciento noventa y cuatro escudos inservibles,
seducen a sus víctimas, con himnos y campanas,
los dominan con yugos de balanzas desequilibradas,
una vez enjaulados, anulan su libertad
y succionan gratis el sudor de sus lomos hasta su agonía.
¡Cómo necesitamos azucenas libres en las praderas!
Son vívidos testigos: las estrellas rojas,
las nubes de tormenta, las ondas cósmicas,
piden auxilio en conjunto con los vientos planetarios,
mas nadie escucha cómo clama el gigante rebaño
perdido en el pizarrón oscuro hambriento del saber.
¡Cuántos pinceles hacen falta a la luz ciega de las luciérnagas!
Existe abundante trigo en los rascacielos
y fallecen de hambre millones de niños en la Tierra,
sicarios de lujo con lanzacohetes
cuidan las bolsas de los depredadores
e impiden a los niños lleguen a los ascensores.
¡Cuántos miles de toneladas de pan requieren los fusiles!
Apesta el olor a descomposición de los depredadores
y un episodio violento está al umbral de los engranajes,
no pueden liberarse de la absorción del agujero negro,
les hace añicos, en su interior la bomba atómica del hambre,
explota y destruye en cadena: coronas, armas y cruces.
¡Cómo canta alegre, la lira feliz, con voz universal!
