Me duele la distancia oculta en tu silencio:
carcome mis entrañas medirla en años,
en lustros, en décadas y en tiempo.
Me mata el desconsuelo de verte tan lejana,
de no atrapar tus manos ni tu aliento,
y no sentir tu boca rosando con la mía.
Los días son soleados si en sueños me vistas:
todo se vuelve alegre al mirarme en tus pupilas,
al fingir que si me escuchas y creerte un poco mía.
No puedo sustraerme al ansia de llamarte:
no gritar tu nombre supone gran esfuerzo,
y el cielo con sus nubes me ayudan a nombrarte.
Y así pasan los días, las noches y mi vida:
en esta espera agónica, en este cruel suplicio,
en un soñar profundo, en un buscar la dicha.
Dib Gali / 2014