Jorge Toro
Miembro Conocido
Acepto que negarlo es imposible,
esto que ahora siento no se oculta
ni mi ansiedad perpetua se sepulta
pues es en mis acciones perceptible.
Mi desazón, dolor, penar terrible,
-este arduo sentimiento, esta locura,
que a diario me sofoca y me fractura
como jamás pensé sucedería-
remonta sus comienzos a ese día
en que la vi cruzar por la llanura.
Yo supe al observarla que era amor,
-amor incandescente y verdadero-
sin conocer que aquél, así sincero,
igual llenarnos puede de dolor.
Ella era de esos campos regia flor
la más gentil mozuela que haya visto;
pero mi corazón no estaba listo
para afrontar la recia sacudida
que en cortos días hizo de mi vida
teatro de dolor jamás previsto.
La amé desde lo lejos al instante
y comencé a soñar que alcanzaría
la vida esplendorosa que uno ansía,
al lado de esa moza fascinante.
Sentía el corazón como un gigante
y puse en conquistarla todo empeño,
creyendo que mi iluso y bello sueño,
nacido desde el centro de mi entraña,
sería, al consumarse tal hazaña,
comienzo de un mañana muy risueño.
Las flores, no sabía, tan hermosas
no son para sencillos labradores;
y menos que hay “caciques” malhechores
que impiden nuestro acceso a miles cosas.
No más mis intenciones amorosas
salieron de mi voz con ansia ingente,
llegó a mi portal un contingente
de esbirros de un “patrón” del territorio,
que instaron mi destierro perentorio
posando sus fusiles en mi frente.
Urgieron de esos campos mi salida
a fuerza del impúdico mandato,
que, de no obedecerse de inmediato,
tendría por sanción mi propia vida.
Y tuve que partir en rauda huida,
dejando choza, aperos y animales,
a más de esos amados arrozales
en donde realizaba las labores
que a fuerza de coraje y de sudores
movían mis alientos e ideales.
Habito ahora lejos de mi tierra,
viviendo entre ansiedades y tormentos,
buscando en forma vana ese momento
en que fenezca en mi alma cuanto encierra.
Aunque el amor que nace no se entierra,
hoy siento insoportable la amargura
que cargo como viva matadura;
y pese a que negarlo es imposible
y en todas mis acciones es visible…
quisiera sepultar esta tortura.
esto que ahora siento no se oculta
ni mi ansiedad perpetua se sepulta
pues es en mis acciones perceptible.
Mi desazón, dolor, penar terrible,
-este arduo sentimiento, esta locura,
que a diario me sofoca y me fractura
como jamás pensé sucedería-
remonta sus comienzos a ese día
en que la vi cruzar por la llanura.
Yo supe al observarla que era amor,
-amor incandescente y verdadero-
sin conocer que aquél, así sincero,
igual llenarnos puede de dolor.
Ella era de esos campos regia flor
la más gentil mozuela que haya visto;
pero mi corazón no estaba listo
para afrontar la recia sacudida
que en cortos días hizo de mi vida
teatro de dolor jamás previsto.
La amé desde lo lejos al instante
y comencé a soñar que alcanzaría
la vida esplendorosa que uno ansía,
al lado de esa moza fascinante.
Sentía el corazón como un gigante
y puse en conquistarla todo empeño,
creyendo que mi iluso y bello sueño,
nacido desde el centro de mi entraña,
sería, al consumarse tal hazaña,
comienzo de un mañana muy risueño.
Las flores, no sabía, tan hermosas
no son para sencillos labradores;
y menos que hay “caciques” malhechores
que impiden nuestro acceso a miles cosas.
No más mis intenciones amorosas
salieron de mi voz con ansia ingente,
llegó a mi portal un contingente
de esbirros de un “patrón” del territorio,
que instaron mi destierro perentorio
posando sus fusiles en mi frente.
Urgieron de esos campos mi salida
a fuerza del impúdico mandato,
que, de no obedecerse de inmediato,
tendría por sanción mi propia vida.
Y tuve que partir en rauda huida,
dejando choza, aperos y animales,
a más de esos amados arrozales
en donde realizaba las labores
que a fuerza de coraje y de sudores
movían mis alientos e ideales.
Habito ahora lejos de mi tierra,
viviendo entre ansiedades y tormentos,
buscando en forma vana ese momento
en que fenezca en mi alma cuanto encierra.
Aunque el amor que nace no se entierra,
hoy siento insoportable la amargura
que cargo como viva matadura;
y pese a que negarlo es imposible
y en todas mis acciones es visible…
quisiera sepultar esta tortura.