Rober
Miembro Conocido
Eco de color
Camino por el pasillo
arrastrando la vieja silla de paja
mi espalda encorvada
y los zapatos de suela endurecidos
como mis manos.
Destrabo la descascarada
y antigua puerta de chapa
chirría el pasador
tintinea la mirilla ovalada por el tiempo.
El sol de la mañana me toma de frente
medio cegado y cerrando un ojo
con una mueca burlesca salgo.
La calle vacía de gente y de vida
sólo el fresco matinal y la sombra de los árboles
lejos del umbral.
Me siento pesadamente con las piernas abiertas
resoplando nostalgias, cruje la silla
miro hacia ambos lados, solo ausencia.
El otoño regalando austeridad y hojas secas
el perro del vecino echado al fresco
en la esquina el buzón rojo
como un vigía jubilado
sin nadie a quien vigilar.
A lo lejos se oye el vivo quehacer de la avenida
allí, el opaco silencio del barrio.
Pasa el de la bicicleta con la ropa azul de operario
la gorda de la vuelta cruza de vereda
para no saludar
el micro anaranjado del colegio
dobla para el otro lado, como siempre.
Pájaros, perros, palomas, aviones, autos
todos hacen la música de la mañana
pero, nadie disfruta esos compases.
Ya casi es la hora, lo presiento
como ayer, como siempre.
Bajo la cabeza, me miró los zapatos
tan viejos como yo, también de reojo
carpeteó el reloj pulsera
compañero de toda una vida.
Me quedo así, esperando el acontecimiento,
atento, alerta. Suenan los pasos acercándose
los tacos retumban un eco de color
¡Buen día Juan! , Hola buen día
y me volví para mirarla
perfume, piernas, medias de nylon, caderas, pasión.
Me levanto despacio, tomo la silla por el respaldo
empujo la puerta y asumo ese horizonte infinito
entre ella, las calles vacías de mi barrio y yo.
Cierro sin pasador sin ruido y sin apuro
el sopor de la vejez me invade otra vez
mi mente aún retiene el aroma del perfume
el sonido de los tacos
y la imagen de las medias sin costura.
Cierro los ojos y susurro…
hasta mañana amor
Camino por el pasillo
arrastrando la vieja silla de paja
mi espalda encorvada
y los zapatos de suela endurecidos
como mis manos.
Destrabo la descascarada
y antigua puerta de chapa
chirría el pasador
tintinea la mirilla ovalada por el tiempo.
El sol de la mañana me toma de frente
medio cegado y cerrando un ojo
con una mueca burlesca salgo.
La calle vacía de gente y de vida
sólo el fresco matinal y la sombra de los árboles
lejos del umbral.
Me siento pesadamente con las piernas abiertas
resoplando nostalgias, cruje la silla
miro hacia ambos lados, solo ausencia.
El otoño regalando austeridad y hojas secas
el perro del vecino echado al fresco
en la esquina el buzón rojo
como un vigía jubilado
sin nadie a quien vigilar.
A lo lejos se oye el vivo quehacer de la avenida
allí, el opaco silencio del barrio.
Pasa el de la bicicleta con la ropa azul de operario
la gorda de la vuelta cruza de vereda
para no saludar
el micro anaranjado del colegio
dobla para el otro lado, como siempre.
Pájaros, perros, palomas, aviones, autos
todos hacen la música de la mañana
pero, nadie disfruta esos compases.
Ya casi es la hora, lo presiento
como ayer, como siempre.
Bajo la cabeza, me miró los zapatos
tan viejos como yo, también de reojo
carpeteó el reloj pulsera
compañero de toda una vida.
Me quedo así, esperando el acontecimiento,
atento, alerta. Suenan los pasos acercándose
los tacos retumban un eco de color
¡Buen día Juan! , Hola buen día
y me volví para mirarla
perfume, piernas, medias de nylon, caderas, pasión.
Me levanto despacio, tomo la silla por el respaldo
empujo la puerta y asumo ese horizonte infinito
entre ella, las calles vacías de mi barrio y yo.
Cierro sin pasador sin ruido y sin apuro
el sopor de la vejez me invade otra vez
mi mente aún retiene el aroma del perfume
el sonido de los tacos
y la imagen de las medias sin costura.
Cierro los ojos y susurro…
hasta mañana amor