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El apartamento

M iapartamento esta hecho un asco. Llevaba dos semanas trabajando catorce horas diarias, y apenas tenía tiempo de llegar a casa, comer algo precocinado y caer agotado en la cama. En el fregadero se amontonaban cacharros con la suciedad seca; restos de cajas de pizzas, envases de comida china y otras porquerías en la mesa de la cocina. La ropa sucia se refugiaba en las esquinas y el baño mantenía un cierto olor a rancio. Mi cama era un buruño de telas sudadas y mal olientes que se entrelazaban sin forma alguna. Llegué a las dos de la mañana, por fin tenía cuatro días libres, pero la desoladora visión de mi casa me quitó la alegría que traía del curro. Me tumbé en la cama y me prometí que en esos días dejaría todo como la patena. Con esos pensamientos me quedé dormido.
Me despertó el bocinazo de un camión. Abrí los ojos con dificultad, estaba totalmente grogui. Tardé un buen rato en poder mirar la hora.¡Madre mía!, si eran las cinco de la tarde, llevaba quince horas durmiendo, y si el maldito camión hubiera estado calladito alguna más sería. Al levantarme mis pasos parecían los de un anciano. Me fui directo a la ducha, y poco a poco fui dándome cuenta de quien era y de donde estaba. Un café caliente acabó de despejarme, y entonces me dí cuenta del propósito de enmienda que había realizado antes de acostarme. No tenía nada de comer en casa y casi nada de limpieza, llevaba un mes tirando de todas las reservas, ¡Este maldito trabajo va a acabar conmigo!. Me bajé al super a comprar todo lo necesario para recomponerla. En la caja me sorprendió una nueva empleada, que guapa era, tenía unos ojos azules y una media melena rubia que te absorbía la vista. Para disimilar la miraba de reojo, siempre he sido muy tímido, pero ella se daba cuenta, y en vez de mirarte mal como es lo normal, me devolvía una contenida sonrisa que le hacía aún más guapa. Me tocó mi turno, y su sonrisa no desapareció en ningún momento. Yo le intentaba decir cosas agradables y simpáticas, pero que según salían por mi boca me parecieron estupideces. Salió de su puesto para pasar el lecto rdel código de barras a varias cajas que llevaba de cerveza, leche, amoniaco y cocacola. Intuí una preciosa figura debajo de esa bata tan fea que le obliga a llevar la empresa, pero al volcarse con e llector sobre el carro se le ahueco y dejó al descubierto un generoso escote que escondía unos pechos grandes y firmes. La adrenalina y los malos pensamientos me subieron con la misma rapidez, notando como mi excitación, hasta ese momento muerta, se convertía en un alegre saltimbanqui. Levantó la cara y me pilló con los ojos fuera de su órbita mirando su canalillo, de inmediato noté como me ponía colorado y se me debió quedar expresión de idiota, a lo que ella respondió con una sonora carcajada que llamó la atención de todo el mundo.
Llegué a mi casa y me puse a colocar todo con la intención de ponerme manosa la obra, pero no me podía quitar a la cajera de la cabeza. Mirando el desolador paisaje que reinaba en mi hogar decidí comer algo y bajarme haber si conseguía verla otra vez, me acostaría pronto, pues aún me encontraba agotado, y mañana a primera hora cumpliría con mis obligaciones.
En frente del supermercado había un pequeño bar, allí me aposté a las ocho y media, hora del cierre. Fueron apagando las luces, ordenando, barriendo y fregando el establecimiento, y por fin empezaron a salir. La chica se quedó un momento con el encargado para ayudarle a bajar los cierres, cuando se agacho para girar la llave mi adrenalina y mis malos pensamientos saltaron como hacía un par de horas, ¡Vaya culo! Parecía hecho para imprimirlo en un póster y colgarlo en mi habitación, prieto, redondo, con esa forma de corazón que tanto me gusta, debían pagarla la marca de los vaqueros, no creo que se la pueda hacer mejor publicidad. Se despidieron y ella cruzó la calle. Parecía que iba a girar, pero me vio, sonrió y se dirigió al bar. Me quedé en blanco y sin sabercque hacer.
-¿Se te pasó ya la vergüenza? Me llamo Kata, de Catalina.
Sin más se me acercó para darme dos besos. Sus pechos se rozaron contra mí produciéndome un escalofrío, parecía que me fueran atravesar. Puse mi mano en su cintura mientras nos besábamos, y puede comprobar la excelente figura que tenía.
-¿Te importa que me tome una cerveza contigo? No me apetece irme ya a casa.
Negué con la cabeza, pues tenía tan seca la boca que no podía articular palabra. Ella se puso a contarme cosas, nada importante, pero lo decía con esa sonrisa tan espectacular que la atendía como si fuera una clase académica. Poco a poco fui relajándome y contando cosas. Por fin dejé de decir estupideces y ella empezó a reírse con ganas. Cuando me comentaba algo que fuera picante o un taco acercaba su boca al oído mientras me lo susurraba. Los pelos de la nuca se me ponían de punta, no sé como pude contenerme y no darle un mordisco en el cuello, ese precioso cuello, me estaba poniendo a cien.
Pasó más de una hora, y vi como miraba su reloj, pensé “que lástima,creo que este maravilloso momento llega a su fin”, cuando me dijo.
-¿Vives cerca de aquí?
-Si a cinco minutos.
-Me gustaría conocer tu casa.
Me costó cerrar la boca. No quería hacerme ilusiones pero una mujer tan preciosa pidiéndome subir a casa...pagué con tanta prisa que la cartera me salió volando al sacarla del bolsillo. Cuando llegamos al portal me acordé ¡Maldita sea, tenía la casa hecha un desastre! Intenté poner alguna escusa entre tartamudeos.
-¿Es que no quieres que suba?
-Si, claro que quiero.
-¿Es que estas nervioso?
Tanta comprensión me desarmó. Miré para el suelo.
-Tengo la casa hecha una pocilga, llevo dos semanas trabajando sin parar y....
Su dedo tapó mis labios y con un guiño me señaló las escaleras. Subía delante de mi, moviendo su culo delante de mi cara, que cada vez desprendía más calor. Hacía el efecto del reloj con el hipnotizador, me abstraía de la realidad. Cuando llegamos al tercero le dije que parase, muy a mi pesar, y abrí la puerta. La dejé entrar primero, y antes de que diera dos pasos la sujeté por detrás. Al notar mi respiración jadeante y mi sexo lo suficientemente duro como para salir solo de mis pantalones soltó una carcajada. Acerqué mi boca a su cuello y por fin pude disfrutar de esa suave y blanca piel. Ella soltó un ligero jadeo al notarlo y me sentí libre para continuar. Mis manos acariciaban su entrepierna mientras ella intentaba sujetarlas con la presión de sus muslos, noté como la subía la temperatura. Movía su cadera provocando un roce que me nublaba el entendimiento. Se giró y volvió a sonreír, dirigiendo sus pasos a la cocina. Al dar la luz me hizo daño ver el estado tan lamentable en que se encontraba, pero parecía no importarla. De un manotazo tiró todos los residuos que había encima de la mesa y se subió en ella mientras abría sus piernas incitándome. Me lancé como un toro y desabotoné su camisa con habilidad mientras hundía mi cara en esos pechos que tanto me excitaron en la tienda. Ella hundía sus manos en mi pelo tirando hasta hacerme daño. La levanté en vilo golpeando sin querer el armario escobero que escupió todo sucontenido por el suelo. Todo parecía hacerla gracia, se escurrió de mis brazos y me empujó contra la encimera, se puso de rodillas, me desabrochó el pantalón despacio, primero el cinturón, luego uno a uno los botones del vaquero, esos botones que tantas veces maldecí y que ahora bendecía, después los deslizó lentamente hasta mis tobillos mientras me cubría de besos mis piernas. Me bajó los slips y noté la humedad y el calor de su boca, casi se me salen el corazón del pecho ¡Que placer! Tan intensa era la sensación que sin querer, de un espasmo, tiré todos los cacharros de la pila al suelo, de suerte que solo se rompieron un par de platos y otro par de vasos. Salimos de allí entre risas derechos al salón. Jugamos un rato al gato y al ratón, saltando por encima de los sofás y sillas, cayeron adornos y alguna silla al suelo. Se subió al sofá, y al lanzarme sobre ella se volcó sobre su respaldo. Sonó un golpe fuerte y estruendoso, seguido de los improperios de mi vecino por el ruido. Entre más risas nos fuimos al baño. Nos metimos en la ducha, ver su cuerpo totalmente desnudo era una maravilla. Esa mujer tenía unam figura que haría envidiar a más de una modelo. Nos acariciábamos y enjabonábamos entre besos, si hubiera sido un poco más grande hubiera intentado hacerlo allí mismo, pero era un pequeño plato deducha sin agarres. Al salir estaba el suelo empapado, estaba claro que no estaba preparado para duchas tan “activas”. Poniendo perdida la casa salimos para la habitación. Allí volaron sabanas y colcha, cojines y almohadas. Recorrí todo su cuerpo con mi boca, con mis manos, y con más cosas...retozamos y goce de sentir ese cuerpo terso y suave contra mi. Me tumbó boca arriba y me galopó. Besaba sus labios introduciendo mi lengua con furia y pasión. Sus pechos golpeaban mi cara cuando arqueaba su espalda por las oleadas de sensaciones que nos invadían. Llegamos al orgasmo a la vez, entre gritos y jadeos, entre músculos tensos y ojos blancos. Se desplomó sobre mí, notaba su cuerpo sudoroso, su respiración entrecortada, y el intenso olor a sexo. Estuvimos así un par de minutos sin decir nada, hasta que ella empezó a reírse, me lo contagió. Empezamos a besarnos, ahora con más suavidad, me dolía la lengua de tanto usarla, acariciándonos con lentitud y delicadeza. Al rato mi excitación volvió a aparecer, yo mismo me sorprendí, y por lo que vi ella también. Pronto acabaron esos besos armoniosos y cariñosos, la furia, la pasión, volvió a surgir como si se tratase de un volcán.
Me desperté con una sonrisa dibujada en mi cara, palpé el otro lado de la cama, pero ella ya no estaba. Miré el reloj ¡Las cinco y media!, otra vez se me hizo tarde. Me levanté pesadamente, me dolía todo, la espalda, las piernas, el cuello, la lengua, el miembro, la habitación parecía un campo de batalla, no habían sobrevivido ni las lamparillas, ni las cortinas, ni el cuadro que me regaló mi hermana por mi cumpleaños. Recogí pesadamente las sabanas de una esquina de la alcoba y las tiré en el suelo del baño para que absorbieran todo el agua derramada que aún lo encharcaba. Recogí las toallas sucias y lo eché todo en la lavadora. Abrí una bolsa de basura para los platos y vasos rotos, restos y figuras decorativas hechas añicos en nuestra refriega. Me senté en la banqueta de la cocina mientras tomaba un café y un generoso bocadillo, las tripas me rugían de hambre, y observé el estado general de la casa, era deprimente, pero no podía quitarme a Kata de la cabeza. Me dí una ducha, el olor a sexo era manifiesto en todo mi cuerpo, y con la cabeza metida debajo del agua caliente me pregunte ¿cuando voy yo a tener la oportunidad de estar otra vez con una mujer así?. Me sequé, me vestí, y salí a la calle, a un pequeño bar enfrente de un supermercado donde una rubia de fácil sonrisa y espectacular cuerpo me estaría esperando, y la casa...bueno, si los tres días libres que me quedan subo con ella es posible que tenga que cambiar todo el mobiliario, así que ¿para que limpiarla?. Estaba a cincuenta metros del supermercado y ya me esta excitando.
 
Wooooww!!! Intensa, ardiente y explosiva prosa. A este foro habría que cambiarle de nombre y ponerle "Leer luego de las 22 horas" jajajaja. Un trabajo estupendo, muy bien llevado, totalmente atrapante. Felicitaciones Javier Tomas por esta sensualisima prosa, saludos y reputación poeta ¡Se la merece!
 

MARIPOSA NEGRA

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ay mi querido Javier pero que aventura la tuya con la rubia jajajajajaja, tremenda prosa y veo que te inspiro este foro, besos
 
amigo javier buena la prosa, cuando se tiene una mujer cara a cara, uyyyy que miedo, principalmente, si es pechugona, a esa hora pasa por la cabeza mil cosas, pero esa rubia deja a cualquier loco jaaaaaaaaa
buena esa prosa, eso escribe así que vas a tener muchos lectores, ya estoy incluído jaaaaaaa
abrazos desde brasil
gonzalo
 
Excelente historia la que nos traes Javier, muy bien estructurada, con el lenguaje correcto, una narración divertida para el lector, siempre es grato leerte amigo, un abrazo.
 

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