Encarna Romero
Miembro Conocido
El místico crisol del poeta
Así como los antiguos alquimistas preparaban, en secreto,
sus misteriosas fórmulas en ocultas alcobas, también el poeta
trabaja, incansablemente, en su poción mágica: la poesía.
Muchas veces en largas y frías noches de completa soledad;
otras, fundiéndose con una maravillosa puesta de sol multicolor;
o sentado sobre la húmeda arena de la playa mirando el ir y
venir interminable de las olas; o con la mirada perdida entre
los centelleantes astros en una cálida noche de luna llena...
en fin, esta lista sería infinita porque la poesía vive en lo más
profundo de su ser y se cuela a través de su transparente
mirada, transformando todo lo que le rodea: un guijarro
puede ser bello, liso, redondo, alargado o aplanado... único.
una flor que pierde sus pétalos no ha vivido en vano si la
mira el poeta, pues la inmortalizará en sus tristes versos
que hablan acerca del efímero discurrir de la vida humana.
La terapéutica poesía expulsa dolores antiguos cuando
los vomita en agrios versos. Resucita desesperanzadas
esperanzas. Hace con que un día lluvioso adquiera belleza
y melancolía: paraguas negros que se cruzan, techos
mojados que se lavan, calzadas resbaladizas que brillan.
Es capaz de transformar un inclemente invierno en
acogedor: chimeneas de leña encendidas, fuego que
crepita, blanca nieve que cae y se mira desde la ventana.
Una tormentosa tarde de otoño se vuelve en apasionada
furia de sensaciones: densas nubes grises, inclemente
torbellino de hojas secas ocres, rojizas o marrones.
La poesía nace a partir de una misteriosa fórmula que
incluye, entre otras cosas: sutil inspiración, sensibilidad
a flor de piel, profunda introspección, fértil imaginación
y, sobre todo, un corazón que late con el Universo.
Encarna Romero (03/2013)
derechos reservados de autor
Pintura "El Alquimista" (Leon Brunin)
