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El panal

$ El panal.jpg


Las abejitas del campo
osaron un día de abril
hacer en su casa un panal.


Vivían allí ellas felices
libando todas las flores
que pudieron encontrar.


Habían hecho una colonia
pequeñita y adosada
que era una preciosidad.


Iban pasando los días
visitando mil jardines
trabajando sin parar.


Sus exagonales celdas
estaban casi repletas
de miel de gran calidad.


Pero a la mujer de la casa
le entró al ver tantas abejas
un miedo descomunal.


Que al ver un panal tan bello
con tanta abeja volando
pensó que allí estaban mal.


Y huyó muy desaforada
para evitar las picaduras
de su aguijón tan bestial.


Consiguiendo, sin saberlo
que acabaría convertida
en una cruel criminal.


De inmediato dio la orden
a la empresa insecticida
que eliminara el panal.


"Que nos pican, que nos pican",
les escribió ella en la nota.
"las tenemos que matar".


Con lágrimas en los ojos
vi al operario llevando
un espray de asesinar.


Bastó un apretón tan solo
del botón de aquel invento
y dejaron de volar.


Eran veintisiete abejas
muriéndose allí en el suelo.
No habían hecho ningún mal.


Pero el instinto asesino
que aquella mujer tenía,
se las hizo ejecutar.


Espero que la perdone
si hay un Dios de los insectos
por tan trágico final.


Antonio Jurado - España
© Derechos reservados​
 
Ver el archivo adjunto 4199


Las abejitas del campo
osaron un día de abril
hacer en su casa un panal.


Vivían allí ellas felices
libando todas las flores
que pudieron encontrar.


Habían hecho una colonia
pequeñita y adosada
que era una preciosidad.


Iban pasando los días
visitando mil jardines
trabajando sin parar.


Sus exagonales celdas
estaban casi repletas
de miel de gran calidad.


Pero a la mujer de la casa
le entró al ver tantas abejas
un miedo descomunal.


Que al ver un panal tan bello
con tanta abeja volando
pensó que allí estaban mal.


Y huyó muy desaforada
para evitar las picaduras
de su aguijón tan bestial.


Consiguiendo, sin saberlo
que acabaría convertida
en una cruel criminal.


De inmediato dio la orden
a la empresa insecticida
que eliminara el panal.


"Que nos pican, que nos pican",
les escribió ella en la nota.
"las tenemos que matar".


Con lágrimas en los ojos
vi al operario llevando
un espray de asesinar.


Bastó un apretón tan solo
del botón de aquel invento
y dejaron de volar.


Eran veintisiete abejas
muriéndose allí en el suelo.
No habían hecho ningún mal.


Pero el instinto asesino
que aquella mujer tenía,
se las hizo ejecutar.


Espero que la perdone
si hay un Dios de los insectos
por tan trágico final.


Antonio Jurado - España
© Derechos reservados​
ANTONIO

Felicitaciones por tus versos
en defensa de la naturaleza.

Un fortísimo abrazo,

Guillermo.

 
Saludos a tus letras y al poeta que graba en plata estas por el sentimiento de vida no solo del que se dice humano sino del mundo animal, este es un grito al para no destruyas, salva y ama, gracias por tu sensibilidad, un fuerte abrazo.
 

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