Jurcan Uriarte Pontleca
Miembro Conocido
EL TONO DE LAS GOTERAS
(NATURALEZA MUERTA)
--- El tiempo de lluvias se había anunciado con días nublados e intensos aguaceros. Otra vez a padecer las molestas goteras que abundaban en la vivienda, al igual que el caudal de agua que del techo emanaba.
--- Nuevamente a colocar en dirección de cada gotera un recipiente para acaparar la caída el precioso líquido, que por esta situación merecía maldiciones.
--- El piso se apreciaba frío y triste, por el agua que escurría, pero de no realizar esa tarea el lugar se inundaría, además la humedad destruiría muebles o enseres del interior. Debido al número de goteras, nuevamente a acomodar igual cantidad de recipientes de diferentes materiales, volúmenes y colores.
--- Con anterioridad, esta situación ya se había padecido en cada temporada de lluvias. El temporal pasaba y se hacía caso omiso a las consecuencias de las molestas lluvias, hasta que se presentaba el siguiente temporal. Nuevamente a padecer las dichosas goteras. Dicen que a eso se le llama “desidia”. ¿Será?
--- Habían pasado quince días de haberse iniciado el referido tiempo de lluvias, manifestándose de tal manera que, al parecer, los aguaceros se precipitaron con intensidad torrencial a mañana, tarde y noche, motivando acaparar el molesto goteo. Volver a acomodar recipientes se había vuelto rutina.
--- Una tarde me sorprendió la lluvia en la calle, llegué empapado, “no” a mi “hogar dulce hogar”, sino a mi “fría y húmeda vivienda”, escurriendo a chorros, malhumorado, friolento y con la piel arrugada por lo mojado. Necesitaba algún pretexto para estallar en ira y desahogar mi enfado.
--- Miré los recipientes que fielmente hacían la función para lo que fueron colocados y…, otro poco más los arremeto a patadas, uno por uno. ¡Me contuve! Qué culpa tenían ellos del temporal, pero más de mi desidia. Me tranquilicé, encendí la estufa, calenté agua y me preparé un café.
--- En un extremo de la sala donde las goteras respetaron un espacio me acomodé.
--- Sentí ganas de llorar, no de coraje, sino por no tener valor de reprocharme el abandono a la dejadez de mi vivienda. Naturalmente que si esto se motivó por falta de dinero es una justificación estúpida, porque las goteras pueden taparse por otros medios. Algo pudo haberse hecho con anterioridad, evitando que día a día aumentara el número de goteras y el caudal de agua que por ahí se filtraría. ¡Qué estupidez de mi parte!
--- Di un sorbo al café. ¡Me supo a gloria!
--- ¡De pronto, mirando hacia el piso! Me percaté de algo característico. ¡Éste, contenía un cuadro en vivo! Algo estético.
--- Cómo no se iba a mirar artístico un lugar frío, húmedo y fondo semioscuro, si del piso resaltaban, a manera de composición pintoresca los modestos recipientes de variados tamaños y vivos colores.
--- Tuve la sensación de que algún avezado pintor, furtivamente los acomodó de tal manera que resaltaban los colores vivos en un entorno claro oscuro, propio para ser plasmados en un lienzo al óleo.
--- Eso, me tranquilizó; sentí también la sensación de que esta escena, a decir, era una naturaleza muerta.
--- ¡Qué maravilla! Eso no fue todo. Una vez más tranquilo y en mi trance de haber captado lo estético, analicé el contenido, de tal manera, que me imaginé ese lienzo al óleo expresando algún mensaje a la caída de las gotas de agua, el color de los recipientes daba calor al frío y húmedo interior de mi vivienda, lo presentí como un ángulo verdaderamente artístico, especial. ¡Sí! ¡Estaba maravillado!
--- ¡Todavía más! El silencio y la paz del interior aguzaron mi oído, pude captar que la caída de cada gota de agua emitía una tonalidad armoniosa, única, traducida a algo musical.
--- En virtud de que desconozco quién o cuándo de inventó el “xilófono de agua”, o instrumento musical semejante, en ese momento me atribuí el honor de haberlo descubierto yo.
Autor: Rafael Calderón Negrete. (Puebla, México)
Seudónimo: Jurcan Uriarte Pontleca.
15/07/2019 Derechos de Autor Reservados.©
(NATURALEZA MUERTA)
--- El tiempo de lluvias se había anunciado con días nublados e intensos aguaceros. Otra vez a padecer las molestas goteras que abundaban en la vivienda, al igual que el caudal de agua que del techo emanaba.
--- Nuevamente a colocar en dirección de cada gotera un recipiente para acaparar la caída el precioso líquido, que por esta situación merecía maldiciones.
--- El piso se apreciaba frío y triste, por el agua que escurría, pero de no realizar esa tarea el lugar se inundaría, además la humedad destruiría muebles o enseres del interior. Debido al número de goteras, nuevamente a acomodar igual cantidad de recipientes de diferentes materiales, volúmenes y colores.
--- Con anterioridad, esta situación ya se había padecido en cada temporada de lluvias. El temporal pasaba y se hacía caso omiso a las consecuencias de las molestas lluvias, hasta que se presentaba el siguiente temporal. Nuevamente a padecer las dichosas goteras. Dicen que a eso se le llama “desidia”. ¿Será?
--- Habían pasado quince días de haberse iniciado el referido tiempo de lluvias, manifestándose de tal manera que, al parecer, los aguaceros se precipitaron con intensidad torrencial a mañana, tarde y noche, motivando acaparar el molesto goteo. Volver a acomodar recipientes se había vuelto rutina.
--- Una tarde me sorprendió la lluvia en la calle, llegué empapado, “no” a mi “hogar dulce hogar”, sino a mi “fría y húmeda vivienda”, escurriendo a chorros, malhumorado, friolento y con la piel arrugada por lo mojado. Necesitaba algún pretexto para estallar en ira y desahogar mi enfado.
--- Miré los recipientes que fielmente hacían la función para lo que fueron colocados y…, otro poco más los arremeto a patadas, uno por uno. ¡Me contuve! Qué culpa tenían ellos del temporal, pero más de mi desidia. Me tranquilicé, encendí la estufa, calenté agua y me preparé un café.
--- En un extremo de la sala donde las goteras respetaron un espacio me acomodé.
--- Sentí ganas de llorar, no de coraje, sino por no tener valor de reprocharme el abandono a la dejadez de mi vivienda. Naturalmente que si esto se motivó por falta de dinero es una justificación estúpida, porque las goteras pueden taparse por otros medios. Algo pudo haberse hecho con anterioridad, evitando que día a día aumentara el número de goteras y el caudal de agua que por ahí se filtraría. ¡Qué estupidez de mi parte!
--- Di un sorbo al café. ¡Me supo a gloria!
--- ¡De pronto, mirando hacia el piso! Me percaté de algo característico. ¡Éste, contenía un cuadro en vivo! Algo estético.
--- Cómo no se iba a mirar artístico un lugar frío, húmedo y fondo semioscuro, si del piso resaltaban, a manera de composición pintoresca los modestos recipientes de variados tamaños y vivos colores.
--- Tuve la sensación de que algún avezado pintor, furtivamente los acomodó de tal manera que resaltaban los colores vivos en un entorno claro oscuro, propio para ser plasmados en un lienzo al óleo.
--- Eso, me tranquilizó; sentí también la sensación de que esta escena, a decir, era una naturaleza muerta.
--- ¡Qué maravilla! Eso no fue todo. Una vez más tranquilo y en mi trance de haber captado lo estético, analicé el contenido, de tal manera, que me imaginé ese lienzo al óleo expresando algún mensaje a la caída de las gotas de agua, el color de los recipientes daba calor al frío y húmedo interior de mi vivienda, lo presentí como un ángulo verdaderamente artístico, especial. ¡Sí! ¡Estaba maravillado!
--- ¡Todavía más! El silencio y la paz del interior aguzaron mi oído, pude captar que la caída de cada gota de agua emitía una tonalidad armoniosa, única, traducida a algo musical.
--- En virtud de que desconozco quién o cuándo de inventó el “xilófono de agua”, o instrumento musical semejante, en ese momento me atribuí el honor de haberlo descubierto yo.
Autor: Rafael Calderón Negrete. (Puebla, México)
Seudónimo: Jurcan Uriarte Pontleca.
15/07/2019 Derechos de Autor Reservados.©
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