ruben el loco
Miembro Conocido
Ya casi para morir, entrado ya en agonía, un moribundo alcohólico a su médico decía: ¿Pregunta usted porqué bebía? Bebía para olvidar lo que nunca olvidaría.
La amaba más que a mi mismo. Le entregue la vida entera.
Sin saber que me engañaba, sin saberla una cualquiera.
Era un frío día de invierno, yo de viaje partiría. Jurando que yo la amaba y que pronto volvería.
Ese día ya por la noche en que yo me despedía, ofreciendo amor eterno me dijo que esperaría.
Nos amamos con locura, cual si fuera última vez. Así sonriendo decía, ¡Y era la última vez!
Entre suspiros y llanto, que yo creí de dolor, me dijo que esperaría, que moriría sin mi amor. Que esos pocos días que no me vería, se le harían eternos, que me extrañaría.
Me despedí feliz de saberme tan amado. Sin saber que la traidora su traición había tramado.
Y al despuntar el alba nos dijimos adiós. Con mirada triste nos despedimos los dos.
Yo estaba seguro de su amor. Así lo creía. Además la amaba tanto, ella era mi alegría.
Partí dando gracias al cielo por tener su amor. Y también partí feliz, feliz como un vagabundo. ¡A lograr el triunfo! ¡A buscar fortuna! ¡A buscar poner a sus pies el mundo!
¿Qué era feliz? Seguro yo estaba. La mujer querida, ella también me amaba.
Entonces ¿por qué bebía? –con voz ya casi apagada- Porque yo no lo sabía, pero ella me traicionaba. A la tarde de ese día ¡con otro, feliz se casaba!
Y a mi regreso feliz a poco de mi partida, y querer buscarla entonces, compartiera mi alegría. Decirle ¡estoy de regreso! ¡Ahora puedes ya ser mía!
Y al saberla de otro, diga, usted ¿qué sentiría?
Sentí que el mundo se hundía, que mi vida se tronchaba. Y que todo era mentira. ¡Con otro estaba casada! Ya no pude verla entonces por más que yo lo intentaba. Y ese dolor tan grande a la muerte me lanzaba.
Empecé con unas copas para calmar mi dolor, por que nada más borracho me olvidaba de su amor. Creía que así la olvidaba y mi dolor calmaba. Error funesto y mortal ¡porque más la recordaba!
Y ahora ya casi acabo por lo mucho que la amé. Y en el amor que le juraba, ¡hasta la muerte logré! ¿Qué no la pude olvidar? Será por el juramento de amarla hasta la muerte. Se logro su cumplimiento.
-Y en sus últimos instantes miró sin ver al doctor- Diga usted; ¿porqué bebía? ¿o, merecía este dolor?
-Y al ir cerrando los ojos con el último suspiro, ya no escucho al médico que desviando la mirada le dijo: ¿Me pregunta usted porqué bebía? –Con voz triste y las manos en la bata- ¡Por estupidez idiota! ¡Por estupidez innata!
La amaba más que a mi mismo. Le entregue la vida entera.
Sin saber que me engañaba, sin saberla una cualquiera.
Era un frío día de invierno, yo de viaje partiría. Jurando que yo la amaba y que pronto volvería.
Ese día ya por la noche en que yo me despedía, ofreciendo amor eterno me dijo que esperaría.
Nos amamos con locura, cual si fuera última vez. Así sonriendo decía, ¡Y era la última vez!
Entre suspiros y llanto, que yo creí de dolor, me dijo que esperaría, que moriría sin mi amor. Que esos pocos días que no me vería, se le harían eternos, que me extrañaría.
Me despedí feliz de saberme tan amado. Sin saber que la traidora su traición había tramado.
Y al despuntar el alba nos dijimos adiós. Con mirada triste nos despedimos los dos.
Yo estaba seguro de su amor. Así lo creía. Además la amaba tanto, ella era mi alegría.
Partí dando gracias al cielo por tener su amor. Y también partí feliz, feliz como un vagabundo. ¡A lograr el triunfo! ¡A buscar fortuna! ¡A buscar poner a sus pies el mundo!
¿Qué era feliz? Seguro yo estaba. La mujer querida, ella también me amaba.
Entonces ¿por qué bebía? –con voz ya casi apagada- Porque yo no lo sabía, pero ella me traicionaba. A la tarde de ese día ¡con otro, feliz se casaba!
Y a mi regreso feliz a poco de mi partida, y querer buscarla entonces, compartiera mi alegría. Decirle ¡estoy de regreso! ¡Ahora puedes ya ser mía!
Y al saberla de otro, diga, usted ¿qué sentiría?
Sentí que el mundo se hundía, que mi vida se tronchaba. Y que todo era mentira. ¡Con otro estaba casada! Ya no pude verla entonces por más que yo lo intentaba. Y ese dolor tan grande a la muerte me lanzaba.
Empecé con unas copas para calmar mi dolor, por que nada más borracho me olvidaba de su amor. Creía que así la olvidaba y mi dolor calmaba. Error funesto y mortal ¡porque más la recordaba!
Y ahora ya casi acabo por lo mucho que la amé. Y en el amor que le juraba, ¡hasta la muerte logré! ¿Qué no la pude olvidar? Será por el juramento de amarla hasta la muerte. Se logro su cumplimiento.
-Y en sus últimos instantes miró sin ver al doctor- Diga usted; ¿porqué bebía? ¿o, merecía este dolor?
-Y al ir cerrando los ojos con el último suspiro, ya no escucho al médico que desviando la mirada le dijo: ¿Me pregunta usted porqué bebía? –Con voz triste y las manos en la bata- ¡Por estupidez idiota! ¡Por estupidez innata!