Yolvi Efrain Cauro Mendes
Miembro Conocido
EVOLUCIÓN
Estrella en el confín, la maravilla
de un intelecto aún desconocido,
somos el mono hallado, el dios perdido
y el único animal que se arrodilla.
Antonio Ramos
El Hombre mira a la profundidad,
(veneros donde Dios hace su ronda).
La mirada del Hombre es una sonda
de incertidumbre y de perplejidad.
La luna y su incrustada soledad,
-cósmica tapa de la alcantarilla
universal-, remeda una escotilla
para escapar hacia lo inexplorado.
El Hombre sacraliza lo vedado:
Estrella en el confín, la maravilla.
El Hombre busca todo, excepto el polen
amoroso de Dios, (palabras tísicas).
Adora a sus deidades metafísicas,
y no consiente que las extrapolen.
Dios es su souvenirs. Dios es su Golem...
Ya no lo necesita, ya ha leído.
Busca en el universo algún latido,
una señal surgida de la ciencia
que sea testimonio y evidencia
de un intelecto aún desconocido.
El Hombre busca una constelación
(lejos de su vendimia bacanáldica)
que justifique el signo de su heráldica
y el rastro secular de su blasón.
Busca su cábala en la evolución,
el palco triunfador de su rugido.
Y luego, “atormentado de sentido”,
en la pared virtual de Arcadia City,
escribe sentencioso su graffiti:
somos el mono hallado, el dios perdido.
El Hombre necesita, -más que Dios-,
ofrendas de alabanzas y de elogios,
sin que obituarios ni martirologios
incluyan ni su nombre ni su voz.
El tiempo, con su imperturbable coz,
funda la infinidad y la apostilla.
El Hombre busca a Dios y lo acuchilla;
y encuentra su definición más alta:
el único robots que se auto exalta,
y el único animal que se arrodilla.
Yolvi Efraín Cauro Mendez.
Agosto de 2014
Estrella en el confín, la maravilla
de un intelecto aún desconocido,
somos el mono hallado, el dios perdido
y el único animal que se arrodilla.
Antonio Ramos
El Hombre mira a la profundidad,
(veneros donde Dios hace su ronda).
La mirada del Hombre es una sonda
de incertidumbre y de perplejidad.
La luna y su incrustada soledad,
-cósmica tapa de la alcantarilla
universal-, remeda una escotilla
para escapar hacia lo inexplorado.
El Hombre sacraliza lo vedado:
Estrella en el confín, la maravilla.
El Hombre busca todo, excepto el polen
amoroso de Dios, (palabras tísicas).
Adora a sus deidades metafísicas,
y no consiente que las extrapolen.
Dios es su souvenirs. Dios es su Golem...
Ya no lo necesita, ya ha leído.
Busca en el universo algún latido,
una señal surgida de la ciencia
que sea testimonio y evidencia
de un intelecto aún desconocido.
El Hombre busca una constelación
(lejos de su vendimia bacanáldica)
que justifique el signo de su heráldica
y el rastro secular de su blasón.
Busca su cábala en la evolución,
el palco triunfador de su rugido.
Y luego, “atormentado de sentido”,
en la pared virtual de Arcadia City,
escribe sentencioso su graffiti:
somos el mono hallado, el dios perdido.
El Hombre necesita, -más que Dios-,
ofrendas de alabanzas y de elogios,
sin que obituarios ni martirologios
incluyan ni su nombre ni su voz.
El tiempo, con su imperturbable coz,
funda la infinidad y la apostilla.
El Hombre busca a Dios y lo acuchilla;
y encuentra su definición más alta:
el único robots que se auto exalta,
y el único animal que se arrodilla.
Yolvi Efraín Cauro Mendez.
Agosto de 2014