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FELONIO. (Una bofetada a la fealdad)

FELONIO (Una bofetada a la fealdad)


Cuando Felonio nació, no hubo expresiones de júbilo como: ¡Qué gracioso niño! “¡Qué hermoso chamaco!”, o ¡Qué bonito escuincle! Nada. Por lo menos un: ¡Este chamaco se ve sano y se parece a su…! etc., ---Ahí empezó el dilema--. ¿La razón?…:
Al acontecer su nacimiento, entre los asistentes, sólo se esbozaron forzadas e hipócritas sonrisas, caras asombradas -- unos a otros se miraban--.
El motivo: Este pequeño, efectivamente nació con gran tamaño, --no un fenómeno--, su tez era áspera, más negra que morena, con ligera deformidad subcutánea en su rostro, lo peor de todo, sus facciones nada estéticas, --- no se puede decir feo ---, esa palabra no encajaría en ningún momento, por que todo ser humano, al arribar a este mundo y debido al bello acontecimiento es hermoso, es decir, un bebé, es para toda madre una hermosura, un querubín.

¡Claro!, en ese momento nadie lo manifestó. Quién se atrevería a hacerlo, ya que Eustolia, su madre, al tenerlo en sus brazos lo oprimió contra su pecho, con un amor que no puede describirse fácilmente, faltarían letras para ello.
Quienes participaron en el alumbramiento no recuerdan haber conocido al padre; Eustolia --madre de este recién nacido--, siempre evadía las preguntas de quién había engendrado al bebé. Ella solamente se limitaba a contestar que un día de estos llegaría y lo conocerían, porque viajaba mucho, pero, que él estaba atento a ella y al retoño por llegar. Todos sabíamos que eso no era verdad.
Pues bien, todo empezó cuando Eustolia llegó a la vecindad debido a un improvisado y mal escrito letrero pegado en el zaguán, que decía: “SE RENTA PIESA BACIA”, y le dijo a Gloria --la encargada--, que venía del bajío; su equipaje consistía solamente en una bolsa de manta, una caja de cartón donde guardaba sus prendas de vestir, ---por cierto, raídas y descoloridas---, se podía apreciar que carecía de ropa regular, ni siquiera completaba lo de la renta, menos lo del mes de anticipo. Ahí empezó su buena fortuna; pero eso sí, traía un “paquete” lleno de recuerdos, tristes o felices, ¡qué importaba eso!
Había una característica muy singular, Eustolia estaba embarazada y cualquier mujer daría toda una fortuna por tener la dicha de llevar un ser en las entrañas, ---dicho de otra manera---: “la virtud de ser madre”. Ella, no era fea, aunque joven, tenía rasgos de señorona importante. Sus ojos grandes, color aceitunado y bonitos, propios del tipo de los que solamente se ven por aquellos lugares, pero de mirada triste, Pese a su escasa edad, su embarazo, el hambre o cualquier otra causa la habían avejentado prematuramente. Hablaba poco. Solamente dijo que venía de una población cercana a Guanajuato. No quiso dar detalles del lugar. Su semblante denotaba tristeza y amargura.
Ya, en la vecindad, poco a poco se volvió comunicativa; por su embarazo y la carencia de medios la obligaron a prestar algún servicio doméstico para sustentar sus necesidades, a cambio recibía alimento o algunas monedas.
Al paso del tiempo su vivienda empezó a ocupar algunos espacios después de estar casi vacía, ---gracias a que era acomedida y presta para lo que se le solicitara---; los vecinos correspondían a su ayuda, por esa razón, don Jacinto y doña Elvira, sus vecinos más próximos le regalaron una cama tubular con su respectivo tambor, todo roto y sumido; Cholita, otra vecina, le obsequió un colchón, --ellos decían de media vida--; don Rigoberto le dio un ropero con las puertas desvencijadas, Eustolia, supo repararlo. También doña Irene le regaló un buró todo apolillado, ---eso no importaba---, y así se fue haciendo de muebles, chucherías y lo más indispensable para su vivienda.
En la primera oportunidad, Don Jacinto hizo un agujero en la pared, pasó un cable y le proporcionó corriente eléctrica; no faltó quien le regalara un radio, aunque tenía un sonido gangoso se escuchaban las canciones de la época.
Esta mujer se había ganado el cariño y la simpatía de todos, además de trabajadora, se dio a respetar desde su llegada, razón por la cual, la mayoría de quienes habitaban aquella vecindad estaban atentos a la llegada de la cigüeña.
No tuvo necesidad de salir a buscar algún empleo, pues los vecinos llegaban con Eustolia –para entonces ya le decían “Toya”--, le pedían que planchara o cosiera alguna prenda de vestir y de inmediato lo hacía; para las compras del mercado, aunque no lo tuviera programado, salía y traía lo que le pedían; nadie le pedía cuentas, siempre se quedaba con el cambio de lo comprado porque consideraban que ya se lo había ganado. A decir de los bromistas, se convirtió en una empleada IBM, (y veme a traer esto, y veme a traer aquello). Lo más gracioso es que sabía administrarse, era ahorrativa, porque sabedora de lo que se avecinaba, no quería pasar apuros y, llegado el momento, pediría de favor que alguien la llevara a cualquier sanatorio, de acuerdo a sus posibilidades. Su vientre se había pronunciado demasiado y estaba en vísperas del alumbramiento, pese a ello, siempre estaba activa.
Para el día esperado, los vecinos ya habían pronosticado que iba a ser un muchachote sano y grandote – no como su papá, pues lo desconocían--, sino que debería parecerse a la mamá, otros, que iban a ser gemelos --porque actualmente se habían presentado algunos casos en las cercanías--.
A manera de broma, aseguraban, que ahora sí iban a conocer al papá, ya que debía de estar presente en el nacimiento de su hijo y si no, pues por lógica, él tendría que parecerse en algo al desconocido padre. Incluso, cada uno ya tenía un nombre diferente para el ser que estaba a punto de llegar.

Para entonces, la “Toya”, había recuperado su lozanía, el color de su tez, así como la confianza en sí misma, ya no era la Eustolia, que meses antes había llegado a la vecindad. En ocasiones se ponía a cantar a la par de las canciones de moda de alguna difusora.
El día menos esperado, después del trajín, ---como suele decirse---, ya entrada la noche, cada quien se refugió en su aposento, todo, aparentemente estaba normal, no habían transcurrido ni un par de horas, cuando, Elvirita, la esposa de don Jacinto escuchó unos gemidos en el cuarto de la “Toya”. Afinó el oído y le dijo a don Jacinto: “--Oye viejo, creo que se esta quejando Eustolia, --¿o, son figuraciones mías?, ambos guardaron silencio y él contestó: “--Pos creo que sí, “--ve a echarle un ojo. ¡Cuál sería la sorpresa! Eustolia se encontraba sentada a un lado de la cama, su rostro denotaba dolor, pero no quería hacerlo patente a sus vecinos, para no dar molestias; estaba pálida, sudorosa y en un panorama nada alentador --se adivinaba la urgencia de atender lo que estaba por acontecer-- Elvirita corrió la voz, Inmediatamente todos se prestaron a la faena; las mujeres sacaron a relucir sus dotes de comadronas (parteras empíricas), ya no había tiempo de llevarla al sanatorio, por más cercano que fuera y como una cuadrilla de salvamento, cada quien hizo su labor en estos casos.
Después de una laboriosa tarea, precisamente, el día dos de marzo de 1965, a las cuatro y media de la madrugada soltó el llanto el recién desempacado cristiano. Doña Elvira, fue quien se llevó las palmas en esa difícil tarea de partera, claro que con la ayuda de las demás mujeres. Cada una, por su parte, colaboró en el nacimiento de quien desde ese momento llevaría por nombre Felonio.
¿Felonio? Unos a otros se miraban desconcertados. Su madre --por razones que se desconocen--, lo llamó así y ni modo, fue decisión de Eustolia.

A partir de aquel acontecimiento, la vecindad volvió a su normalidad. La sorpresa del físico y la fisonomía de Felonio empezó a dar motivo a murmuraciones de gente que sin escrúpulos difícilmente pasaban desapercibidas; de cuando en cuando, personas ajenas a la vecindad cuchicheaban con cierta morbosidad sobre Felonio. Independientemente a ello, la infancia de Felonio empezó a transcurrir y éste se fue desarrollando como cualquier pequeño de su edad.
Poco tiempo después, llegó, en una ocasión de visita a la vecindad a saludarlos, Don Celso, --compadre de Don Jacinto--, don Celso era trabajador, responsable, respetuoso y algo enérgico, padre de dos muchachas y un adolescente. Acostumbraba echarse sus tequilas pero sabía controlarse. No era rico, solamente dependía de un taller de carpintería en Guadalajara y cuando llegaba a hacer sus compras a la capital, se daba una escapada para saludar a sus compadres. Se dice que Elvirita, desde antes, entre broma y chanza le propuso que si quería llevar a bautizar al niño de Eustolia. Posiblemente doña Elvira y don Jacinto, en alguna ocasión le habían platicado la historia y la forma en que la “Toya”, había llegado a ese lugar y cómo se había ganado el cariño del vecindario, por eso, de inmediato Don Celso, aceptó, mandó llamar a Eustolia, ellos le recomendaron a ella, que era lo más apropiado para el bien del pequeño Felonio, Don Celso, tenía pegada una frase muy conocida que dice: “pa´ luego es tarde”. Por eso, cuando se le invitó apadrinar a Felonio; Don Celso, inmediatamente mandó llamar a su esposa e hijos y lo llevaron a que le echaran las aguas bautismales. Lo admirable de esta persona y de su familia fue que no hubo peros y nadie tomó en cuenta la fisonomía de Felacio. Con la algarabía y la multitud de los vecinos, el acontecimiento se volvió fiesta. Una vez bautizado Felonio, se aprovechó la ocasión y fue registrado ante el civil como hijo natural, con el nombre de Felonio y los apellidos de su madre. Pasaron los años, Felonio, empezó a hablar y a caminar. Jugaba como cualquier pequeño, ajeno a la morbosidad de gente sin escrúpulos que en ocasiones acentuaban la mirada hacia él. El trompo, el yoyo. el balero, las canicas, aro y quien sabe cuántos juegos más disfrutaba este pequeño; claro que para eso había épocas. En un abrir y cerrar de ojos ya estaba en edad de acudir a la escuela. No hubo problema alguno para inscribirlo. El único problema era, que la fisonomía del pequeño prometía que posiblemente otros alumnos o sus padres buscarían la manera de molestar al pequeño y a su madre; así fue, afortunadamente hubo cordura por parte de Eustolia y resistió admirablemente todo el tiempo, lo cual permitió que Felonio, terminara la enseñanza primaria. Al principio, los chiquillos se mofaban de Felonio, incluso los muchachos de la misma vecindad, aunque jugaban juntos. Fue difícil, Felonio constantemente llegaba llorando o golpeado, --pues tenia que lavar las ofensas de vez en cuando--; se quejaba de las burlas, bromas y apodos de los cuales era objeto. Pese a todas esas dificultades, --- propias de su fisonomía ---, terminada la asistencia a la enseñanza primaria, --- ya se había acostumbrado y superar ---. Como formaba parte de la generación, la enseñanza secundaria fue menos drástica, pues ya lo conocían.
Los problemas por su fisonomía le eran indiferentes, en parte. Aunque no faltó aquél, que hacía escarnio de su fealdad.
Felonio tendría aproximadamente quince años de edad cuando Eustolia le comunicó que había decidido radicar en Guadalajara. Por lo que se supo, Don Celso, había estado atento a la educación de Felonio. Los mandó llamar y esa fue la razón por la cual abandonó la vecindad. Aquella que había visto nacer y crecer a Felonio.
En la vecindad quedó grabado el recuerdo de Eustolia y Felonio. Mucha gente se preguntó, por qué o a qué se debió que Eustolia lo haya llamado de esa manera.
Otros, desde mucho antes, a manera de broma y sin que Eustolia se enterara decían, que quitándole las cuatro letras centrales al nombre de Felonio estaba la respuesta.
Tal vez algún día se sepa la verdad.
 
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