Marcela
Miembro Conocido
En la margen de ese cristalino río crecía fecundo un sauce llorón. El río soportaba a diario las penas del sauce, que con sus interminables lágrimas lograba desbordarlo. Se propuso un día hacerlo reír, con unas salpicaditas le hizo cosquillas, pero al sauce no le causó gracia, sino todo lo contrario, lloró y lloró.
El río ya se estaba contagiándose de la tristeza y se puso a llorar junto al sauce. Y así pasaron esa noche llorando hasta quedarse dormidos.
Al día siguiente, un grupo de niños fue a jugar a la pelota y usaron justo como uno de los palos del arco al arbolito llorón.
Los amigos Lionel, Carlitos, Sergio, Diego, Tití y Leo, que haría de arquero, decidieron jugar un picadito. Eso entretuvo al río y se entusiasmó mirando alegre el partido, pero el sauce miró con desconfianza a esos niños pensando que recibiría pelotazos que le iban a doler y que iba a llorar más que nunca.
Comienza el partido y al patear el zurdo Lionel, la pelota se cae al río.
La desilusión de los niños era enorme, y el dueño de la pelota, Sergio, se sentó apoyando su espalda en el árbol, llorando desconsoladamente. El sauce conmovido, comenzó a revolotear sus ramas y el río asombrado lo observaba. Extendió tanto su rama más larga y acercó a la orilla a la pelota para que Sergio pudiera alcanzarla.
Todos abrazaron al sauce y festejaron haciendo una ronda con él en el medio.Se le dibujó una sonrisa en el tronco y el río aplaudía salpicándolos a todos.
Los niños siguieron jugando y Lionel metió dos golazos y el sauce sacudía sus ramas aclamando por el gol.
Los niños se fueron porque empezaba a atardecer, todos sucios, transpirados y embarrados volvieron a sus casas. Sergio besó al árbol antes de irse y le dijo que vendrían siempre a jugar acá a la salida del colegio.
El arbolito llorón lo mira al río, con su sonrisa en el tronco, le guiñó un ojo que se le dibujó entre sus huecos y por esa noche no lloró.
El río contento acarició al sauce con su agüita transparente y comprendió que debía dejarlo si quería llorar, porque esa era su naturaleza, pero también se pusieron de acuerdo que cada tanto compartirían lindos momentos inolvidables como el de hoy.
El río ya se estaba contagiándose de la tristeza y se puso a llorar junto al sauce. Y así pasaron esa noche llorando hasta quedarse dormidos.
Al día siguiente, un grupo de niños fue a jugar a la pelota y usaron justo como uno de los palos del arco al arbolito llorón.
Los amigos Lionel, Carlitos, Sergio, Diego, Tití y Leo, que haría de arquero, decidieron jugar un picadito. Eso entretuvo al río y se entusiasmó mirando alegre el partido, pero el sauce miró con desconfianza a esos niños pensando que recibiría pelotazos que le iban a doler y que iba a llorar más que nunca.
Comienza el partido y al patear el zurdo Lionel, la pelota se cae al río.
La desilusión de los niños era enorme, y el dueño de la pelota, Sergio, se sentó apoyando su espalda en el árbol, llorando desconsoladamente. El sauce conmovido, comenzó a revolotear sus ramas y el río asombrado lo observaba. Extendió tanto su rama más larga y acercó a la orilla a la pelota para que Sergio pudiera alcanzarla.
Todos abrazaron al sauce y festejaron haciendo una ronda con él en el medio.Se le dibujó una sonrisa en el tronco y el río aplaudía salpicándolos a todos.
Los niños siguieron jugando y Lionel metió dos golazos y el sauce sacudía sus ramas aclamando por el gol.
Los niños se fueron porque empezaba a atardecer, todos sucios, transpirados y embarrados volvieron a sus casas. Sergio besó al árbol antes de irse y le dijo que vendrían siempre a jugar acá a la salida del colegio.
El arbolito llorón lo mira al río, con su sonrisa en el tronco, le guiñó un ojo que se le dibujó entre sus huecos y por esa noche no lloró.
El río contento acarició al sauce con su agüita transparente y comprendió que debía dejarlo si quería llorar, porque esa era su naturaleza, pero también se pusieron de acuerdo que cada tanto compartirían lindos momentos inolvidables como el de hoy.
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