margui
Miembro Conocido
III
Vi al fuego formar un lago
olas girar, que incendiaban
sales de azufre y betún
enloquecidas se inflaman.
Una voz seguir me ordena
obedecí y las flamas
perdieron actividad.
En medio de llamaradas
mucho tiempo caminé
Su centro mi vista alcanza
y aquella bondad del cielo
yo solemne contemplaba:
Vi unas cuarenta columnas
ígneas decorar la sala
brillante un lado de ellas
ardientes, níveas y blancas
el otro quedado en sombras;
fuego negro que no apaga.
En el centro un altar
serpiente semeja el ara
oro verdusco embellece
el matiz de sus escamas
sobre las que refulgía
el fuego que la rodeaba,
sus ojos como rubíes;
lo signa inscripción de plata.
Sobre su testa una copa.
Clavada una rica daga
en tierra, junto a la sierpe.
Celestial coro entonaba:
“Se acerca el fin de tu obra”
“Toma la hoja de espada
y golpea a la serpiente".
Saqué el hierro de su vaina
y me aproximé al altar.
Tomé en la mano la taza
con la otra asesté el golpe
terrible, en reptil garganta
que cual úvula, rebota
como en bronce de campana.
Una vez que obedecí
desaparecieron ara
y columnas en lo inmenso
y aun el eco redoblaba
como de miles a un tiempo.
cuando en mis cabellos, grapa
una mano me elevó
la bóveda abre y me pasa.
Se presentan ante mí
Hidras, Lamias, cual fantasmas
rodearonme las serpientes.
A la visión de mi espada
se aleja la turba inmunda.
Del día, la luz primaria
sueño infante de la noche
disipa, débil lo aplaca
y en la línea que ha ascendido
a través de varias capas
cruza dominios del globo,
vuelca el día en mi mirada.
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