Se corroen las llagas de mis dedos,
desgarran de mis huesos los quejidos,
y paran cuando vienen los recuerdos
de aquellos años, en que se ha sufrido.
Devoran cada vez los pensamientos,
el rostro se me nota distraído,
la imagen que antes iba de contento,
ha muerto, mi sonrisa se ha perdido.
En la orilla de mi lápida en sepulcro
de seguro con sangre ya está escrito,
aquí yace un amor que por confuso
no esperaba de su amada el olvido.
Y me tiemblan las manos a su antojo
por angustia de estar ya confundido
si el amor murió y clausuró sus ojos,
o el destino separó lo hubo unido.
Se agrietan las pestañas con enojo
se cierra el corazón adolorido,
el suicidio, en la mente, no hay nosotros,
el cuerpo en otro cuerpo, encuentra alivio.