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Jana - Parte III


El “paciente” que estaba tendido en la cama, sonrío al escuchar el lento taconeo de la chica, sin levantarse, acicaló su abundante cabello que pintaba tonos entre gris, blanco y negro, tomó un atomizador y lanzó un par de disparos de menta en su boca, apartó la sábana que cubría sus piernas y abrió un par de botones de su camisa, que dejo ver un peludo y cano pecho, era un hombre fuerte, su cuerpo delataba un ejercicio constante, a pesar de su edad tenía una buena constitución, por lo menos tendría 55 años, debía medir 1.85 aproximadamente, su rostro cuadrado y cejas abundantes y levantadas, una marcadas líneas de expresión en la frente y mejillas, tenía labios delgados, el bigote bien recortado sin barba, era un tipo de piel blanca y ojos verdes, con una malicia indescriptible en la sonrisa y la mirada, que encuadraba a la perfección con su voz.

La habitación estaba casi en penumbras lo mismo que el pasillo por donde venía ella, solo una tenue luz secundaria se desprendía de unas pequeñas lámparas ubicadas de manera estratégica para que no abrumaran la vista con una desmedida luz, una mano se fijó en la puerta entreabierta, las uñas largas y pintadas en rojo, los dedos largos y finos, una pierna larga y bien formada se asomó entre la penumbra provocando interés, el hombre que permanecía a la expectativa silbaba una melodía entre dientes, guiando a la sanadora presencia, ella miraba a hurtadillas buscando su objetivo, para aumentar la exaltación en él.
El hombre la apresuró diciendo – anda traviesa, me has hecho esperar demasiado, entra ya y cierra la puerta – ella desafiante azotó la puerta con la mano y apareció frente a él, que inmediatamente pasó su mano por su pecho la deslizó hacia abajo señalándole a dónde ir, la chica sonrío complacida y contestó – eres un malcriado, niño mimado, ya estoy aquí y te voy a atender como mereces – se dio la vuelta para cerrar la puerta y después cruzando la pierna volvió a girar hacia él y avanzó deslizando una mano por su escote, cuando estuvo al lado de la cama y con voz suave le susurró al oído – sí dejas que te aplique tu medicina sin quejarte, puedes aplicarme tú la mía, prometo no quejarme – lamió el lóbulo de la oreja del tipo y sonrió descaradamente, él accedió encantado y se giró boca abajo para que la chica le aplicara el contenido de la jeringa.

Ella descubrió la cadera del tipo y pasando su lengua por el lugar en el que aplicaría la inyección, levantó la mano en lo más alto y dejó caer la aguja directamente contra su objetivo sin compasión, después oprimió la válvula hasta vaciarle su contenido.

Una vez que terminó el hombre giró de nuevo con la mirada encendida y exclama – has sido ruda nena, pero fui valiente y recibí la caricia como has querido darla, ahora es tu turno, como lo prometiste, pero descuida, tú puedes gritar sí quieres – se levantó de un salto de la cama y la tomó por la espalda, pasando sus manos por su cuello y sumergiéndola en su escote, era mucho más fuerte y grande que ella y pudo dominarla en un solo movimiento, mientras pellizcaba su piel dentro del sostén, metía su otra mano por la diminuta falta, apretando bajo el vientre, respiraba furioso en su cuello y la mordía ferozmente, dejando sus dientes clavados.

La inclinó en la cama, separando sus piernas y levantando la falda, dejando al descubierto el liguero y un blanco bikini transparente, apretó su cadera contra ella y cuando estaba por bajar sus pantalones, sintió que toda la habitación se movía, tuvo que soltarla y poner ambas manos sobre la cama para no caer, dejando abatir casi todo su peso sobre ella, la imposibilitaba para moverse, pero ella al darse cuenta que la droga estaba haciendo efecto, apoyó sus manos y rodillas contra la cama, haciendo un poco de esfuerzo, empujó hacia atrás y pudo quitárselo de encima, él cayó al suelo estrepitosamente llevándose entre las manos un pequeño mueble instalado junto a la cama y todo su contenido.

No podía controlar sus movimientos y el vértigo en su cuerpo, intentaba levantarse poniéndose de rodillas, estiraba la mano para tocar a la chica y apoyarse, ella se recuperaba del tremendo esfuerzo que hizo para quitárselo de encima, movía sus pies divertida, esquivando las manos de su rudo acompañante, que a esa altura no parecía tan rudo, caminó rodeándolo, haciendo señas con sus manos sobre el lugar en el que la lastimó y le dice – ¡macho, macho!, has sido muy malo, yo solo quería curarte, mira cómo has dejado mi cuello, esto dejará marca, tendré que darte una lección… ¿y ahora cómo hacemos?, el viagra ya debe de estar haciéndote efecto, aunque también la hioscina… seguro no tienes idea que es, pues verás es una droga muy efectiva en algunos trastornos digestivos y otros padecimientos, pero en dosis altas es mortal, es tu caso querido, creo que se me pasó la mano con la cantidad que te administré, bien terminemos de una vez antes que pierdas el sentido y lo mejor de la fiesta.-

El rostro del hombre se enrojeció por el tremendo esfuerzo que hacía para recobrar el control, sus ojos se abrieron desorbitadamente y sus pupilas se dilataron por completo, ella se puso detrás de él, ya que seguía arrodillado y le bajó los pantalones, tomó el estetoscopio y lo azotó con todas sus fuerzas contra la blanca y velluda piel, lo hizo varias veces hasta sentir los brazos adoloridos, él resistía apenas y cuando ella terminó cayó de costado rendido se tocaba el cuello porque empezaba a fallarle la respiración y desesperado tragaba bocanadas enormes de aire, en esas condiciones era incapaz de decir palabra, su cuerpo había reaccionado al coctel de sustancias que ella le había proporcionado.

Jana lo miraba con curiosidad y placer, retorcerse frente a ella, tenía sus ojos fijos en los suyos, ella se pasó un dedo por los labios haciendo señal de silencio a su víctima, bajo sus mano y empezó a desabrochar el resto de los botones, se quitó el vestido y el sostén y los lanzó al rostro del hombre, que asombrosamente a pesar de su estado parecía disfrutar del espectáculo, hizo un esfuerzo por quitarlos de sus ojos para seguir observándola, ella se puso de espaldas y agachándose hacia adelante deslizó hacia abajo el bikini, que lanzó una vez más al rostro del agónico mirón, quedó desnuda solo con las medias y el liguero puestos, abriendo las piernas se sentó sobre su compañero que inmóvil jadeaba, su rostro reflejaba un intenso placer, mientras ella se divertía encima de su cuerpo, él empezó a convulsionarse y ella empezó a gritar de placer, mientras estaba por terminar con el carnal encuentro, tomó una mano del hombre y se llevó uno de sus dedos a la boca, en el llevaba una argolla de matrimonio, dorada y seguramente muy valiosa.

Lo lamió ansiosa y cuando él expiraba su último aliento ella clavó sus dientes con todas sus fuerzas, hasta arrancarle el dedo, la sangre brotaba sin parar de la herida, ella evitó trabar el rojizo líquido envenenado escupió lo poco que entró en sus labios, poco a poco recuperó el aliento y se levantó dejando en el piso al cadáver sonriente del infiel, tomó su ropa y se vistió con calma, dejó el anillo sobre la frente del hombre y puso el dedo en uno de los bolsillos de su vestido, a manera de despedida se apoyó en una pierna y tomando vuelo con la otra, mordió su labio inferior y atizó una patada con todas sus fuerzas en las costillas del difunto, en realidad había logrado enfurecerla con su brusquedad.

Antes de salir de la habitación reacomodaba el uniforme y su cabello, cuando percibió un intenso olor a humo, giró la cabeza buscando el origen del aroma pero no pudo ver nada, sentía que un calor intenso le subía por el cuerpo y en un arranque de ansiedad, lanzó un grito de auxilio.

Abrió los ojos y levantó la cabeza, estaba sentada en su escritorio y detrás de ella se alzaba una pequeña columna de humo, por instinto se levantó de la silla, pudo ver que su saco estaba en llamas, le tiró encima el resto de la soda, esto no fue suficiente, corrió al pasillo que lleva a su despacho y tomó un extintor de envase rojo que colgaba en un pilar, volvió a la oficina, lo disparó contra su silla y logró sofocar las llamas, estaba recuperando el aliento mientras recogía el desastre que se produjo, cuando sintió un ligero ardor en la espalda a la altura de la cintura, se llevó los dedos, para descubrir que las llamas la habían alcanzado y aunque no pasó a mayores, logró quemar superficialmente su piel.

Su saco quedó inservible, lo puso en una bolsa de basura junto con los restos de la lata de soda y un par de franelas que utilizó para limpiar la oficina, quedaron totalmente ahumadas, colocó un aromatizante de ambiente y encendió el aire acondicionado para ventilar el despacho, se dirigió al baño, para lavarse la cara, al verse en el espejo descubrió unas marcas de dientes en su cuello, lavó su cara, espantada más que antes, no paraba de repetirse que solo eran pesadillas, no pudo darse cuenta de que las pesadillas estaban por apoderarse de su realidad, ya no había marcha atrás.

Sin saber porque pensó en el dije y la marca que había dejado en su mueble de noche, corrió a la oficina para buscarlo, pero no estaba por ningún lado, recordó que lo tenía en su saco, volvió al depósito para hurgar en la basura que había dejado poco rato antes, pero no estaba, había desaparecido sin dejar marca.

Escuchó la alarma de su celular, eran las 3:30, estaban por volver sus compañeros, así que volvió a su oficina y terminó lo más pronto que pudo sus pendientes, en cuanto llegó su jefe, acudió a hablar con él, para pedirle un permiso de ausentarse, alegó que no se estaba sintiendo bien y necesitaba unos días libres; ella siempre había sido muy cumplida, tenía el trabajo al corriente en ese momento, además del mal aspecto que en efecto tenía, ayudaron para que su jefe le autorizara tomarse dos semanas, a cuenta de vacaciones, además hizo las gestiones para que el departamento de recursos humanos le hiciera esa misma tarde el depósito del salario correspondiente.

Jana tomó sus cosas y se retiró a su casa, de camino llegó al supermercado y compró provisiones para varios días, quería llegar a encerrarse en casa y no preocuparse por nada, ni siquiera por comer, era tanto su agotamiento que decidió tomar un taxi en lugar de caminar, en el trayecto llevaba el último sueño dando vueltas por la cabeza, el taxista un tipo regordete y parlanchín, le contaba sus aventuras del día en el tráfico, quejándose del calor, los impertinentes y los altos costos de todo, ella escuchaba sin poner atención, de vez en cuando asentía o negaba según considerara necesario, para que el pobre hombre se sintiera comprendido, él se había percatado de lo abatida que lucía ella, así que se ofreció a subirle a su piso las compras, ella accedió con gusto, porque realmente sentía que no podía sola.

Tomaron el elevador, en el camino, él no resistió la curiosidad y le preguntó -¿qué le ha pasado en la espalda? – ella recordó el ardor que había sentido y le dice – un accidente en la oficina, ¿quedó marca? – el tipo, sorprendido le contesta – si señorita, creo que eso va a dejar seña permanente, parece un dibujo raro, por un minuto pensé que la habían marcado – y lanzó una carcajada burlona, que ella intentó corresponder, pero no le había hecho nada de gracia la comparación que le hizo de la marca, ya en la puerta de su departamento, le pagó por el servicio, dando una propina extra por subirle los paquetes y le agradeció, el taxista se puso a sus órdenes, entregándole una tarjetita con su número para cuando necesitara transporte y tomó el elevador de regreso hacia abajo.

Al entrar se sintió liberada, echó el seguro a la puerta, lanzó lo más lejos que pudo los zapatos, encendió la radio y se dirigió a la cocina para guardar las compras, mientras ponía todo en su lugar y tiraba lo que no servía; tomó las charolas de carne congelada para ponerlas en la nevera, abrió la pequeña puerta blanca, encontró ocupado el lugar con tres frascos de cristal, en los que normalmente guardaba miel, mermelada o cualquier otra conserva, no recordaba haberlos puesto en ese lugar, dejó la carne de nuevo en la mesa y tomó uno de los frascos, para revisar su contenido, lo puso contra luz y pudo ver un trozo semi-curvo y retorcido de carne verdosa, que nadaba en un líquido transparente con pequeños hilos de tinte oscuro alrededor, sus ojos se abrieron desmesuradamente ante aquella imagen que despertó en ella un recuerdo cercano.

Pensó en la discoteca y aquel joven varonil con quien se encerró en el baño, las lágrimas brotaron de sus ojos, sus manos empezaron a temblar, sintiendo un frío intenso que la recorría de pies a cabeza, por el horror que aquello le produjo, lanzó el frasco al fregadero, el cual se partió en pedazos al chocar contra el metal, el líquido saltó en todas direcciones al igual que los trozos de vidrio, el trozo de carne quedó al junto a la rejilla de la coladera, por instinto, ella dio un salto hacia atrás y se arrinconó contra la puerta de la cocina, se dejó caer al suelo de rodillas histérica, se jalaba el pelo y azotaba la cabeza contra la puerta, le pasó por la mente que alguien quería volverla loca, sembrando pesadillas en su cabeza y aquellas monstruosidades en su nevera.

Le daba vueltas la cabeza, todas las fibras de su cuerpo temblaban al unísono, sentía una opresión en el pecho y un tremendo asco que le revolvía en el estómago, más por inercia que por fuerza en las piernas, se levantó torpemente y corrió al baño, apenas pudo levantar la tapa del inodoro cuándo su empezó a expulsar todo lo que había comido durante el día, al terminar notó que de la frente le escurría un sudor y el frío en su ser se multiplicó.

Se incorporó lentamente, las piernas todavía le temblaban, se dirigió al lavabo, enjuagó su boca y lavó su cara, secó su rostro y manos con una toalla blanca que colgaba junto al espejo, la palidez de su piel era preocupante, sus ojos tenían un aspecto enfermizo, enrojecidos y cansados, sus labios descoloridos temblaban ligeramente, incluso las uñas de sus dedos denotaban una marcada palidez.

A pesar del trastorno que la poseía, su mente buscaba una explicación racional para lo que estaba ocurriendo con ella, intentaba pensar en quién o qué podría querer perjudicarla, nunca había tenido enemigos, por lo menos no recordaba a nadie que quisiera lastimarla, era claramente una situación que traspasaba cualquier lógica.

Continuará....
 
Ahhhhhh XD!!! Te voy a matar, ¿todavía continúa?, esta Jana estámás loca que yegua atada a las verijas. Bueno ahora en serio, me sigues teniendo en ascuas peero la verdad que esta impresionante historia lo vale. Felicitaciones Ale por este maravilloso escrito, besos corazón.

P.D: Pobetito el hombre!
 

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