Me impactó la clara eternidad de tu mirada,
no existía materia roja, ni agujeros negros,
simplemente eran millones de luces brillando
desde lo más profundo de todo el universo.
Me lancé por esos astros verdes y cristalinos
cual un viajero poseído por magia y misterio,
para encontrar en ellos, la última frontera
intergaláctica, donde habitaba la ternura.
Sin dudas, un mítico viaje de mi existencia,
planetas y lunas que cautivaban con sonrisas,
una senda con rumbo inalterable al corazón,
donde hube de flotar, extasiado e insondable.
Fue una instantánea, incomparable y enigmática,
mientras lo más puro se mixturaba en lo sublime;
un cruce de dimensiones encubiertas a pleno sol;
latiendo en las entrañas imponderables del tiempo.
no existía materia roja, ni agujeros negros,
simplemente eran millones de luces brillando
desde lo más profundo de todo el universo.
Me lancé por esos astros verdes y cristalinos
cual un viajero poseído por magia y misterio,
para encontrar en ellos, la última frontera
intergaláctica, donde habitaba la ternura.
Sin dudas, un mítico viaje de mi existencia,
planetas y lunas que cautivaban con sonrisas,
una senda con rumbo inalterable al corazón,
donde hube de flotar, extasiado e insondable.
Fue una instantánea, incomparable y enigmática,
mientras lo más puro se mixturaba en lo sublime;
un cruce de dimensiones encubiertas a pleno sol;
latiendo en las entrañas imponderables del tiempo.
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