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La naturaleza no perdona

LA NATURALEZA NO PERDONA.

De acuerdo con la teoría de Chest, formulada por el gran científico Henkik Chest en el año 2130, la única manera de viajar a velocidades hiperlumínicas, gracias a las cuales se puede recorrer el vasto universo en tiempos relativamente cortos, es no poseyendo materia.

Esto quiere decir que mientras que el cuerpo de un hombre permanece inanimado en un hiperlanzador, el flujo magnético - eléctrico de su sistema neuronal viaja a placer en el binomio tetradimensional espacio - tiempo.

El hiperlanzador fue desarrollado por un selecto grupo de miembros de la Confederación Libre de Científicos (CLC) apenas hace dos años, y consiste básicamente en una cámara esterilizada de vacío absoluto, en donde yace sobre una cama el cuerpo del viajero espacial.

El vacío absoluto es necesario puesto que el cuerpo del hombre, o viajero espacial, permanece en inactividad total, como si fuera un muerto latente, y la ausencia de oxígeno y cualquier otro elemento o sustancia mantiene al cuerpo del explorador libre de descomposiciones químico - orgánicas, lo que asegura que cuando su flujo magnético - eléctrico cerebral regrese, encuentre su cuerpo tal y como era en el momento de partir a su odisea espacial.

Para poder hacer uso del hiperlanzador es necesario tomar un curso avanzado de inanimación temporal, con dos objetivos básicos :
1).- Aprender a detener todos los signos vitales del cuerpo al momento de iniciar la disociación mente - cuerpo, y
2).- Aprender a reactivarlos al momento de su llegada.
Así mismo, es menester tomar un curso de astronomía para conocer la posición relativa de la tierra, en el espacio - tiempo, con respecto a todo el universo, para asegurar retornar en el lugar y en el momento precisos.

Yac Fruden ha sido comisionado por la CLC para buscar vida en otras galaxias, puesto que el planeta Tierra ha estado padeciendo terribles mutaciones en todas sus formas y especies vivientes, debido a las radiaciones solares directas que ya no son detenidas por la atmósfera, gracias a que la capa de ozono que filtraba estas emanaciones de la estrella que antaño nos diera vida, luz y calor ha desaparecido por completo.

Las mutaciones sufridas van desde insectos gigantes que devoran todas las cosechas, hasta frutos y animales radioactivos no aptos para consumo humano.

El panorama es desalentador.

Todo hombre, mujer, niño y animal busca infructuosamente alimento y agua para sobrevivir.

No hay alternativa.

Es imperativo localizar a otros seres más avanzados que nosotros, para que, con sus técnicas y conocimientos nos ayuden a volver habitable, de nueva cuenta, a nuestro nunca bien ponderado planeta tierra.

Es imperativo que esos seres nos ayuden a trasladar a 20, 000´ 000,000 de seres humanos a un planeta que posea los satisfactores de nuestras necesidades básicas.

Necesitamos alimento, necesitamos agua, necesitamos protección contra los mutantes, necesitamos protección contra nosotros mismos.

Yac ha sido instalado en un hiperlanzador de última generación, totalmente automatizado y con controles de operación internos, esto es, que no puede ser interrumpida ninguna de sus funciones desde el exterior del artefacto, si no es por el mismísimo Yac desde el interior mediante dicho control.

Yac es un hombre afortunado, el único efecto que la radiación ha hecho en él es agudizarle la vista. Desgraciadamente en este viaje vital para la raza humana, no tiene ningún significado.

A sus 45 años de edad y habiendo cursado doctorados en astronomía, astrofísica, biología, cibernética y psicología es el elemento idóneo para esta importante y quizás también última misión de la raza humana.

La desaparición de nuestra atmósfera protectora fue paulatina.
Mucho se había especulado : que si los fluorocarburos ; que si las siempre crecientes emanaciones químicas ; que si las múltiples y frecuentes pruebas nucleares ; que si la contaminación del suelo devastó la flora productora de oxígeno ; que si las corrientes de aire generadas por los millones de aviones supersónicos ; que si alguna forma de vida extraterrestre trataba de exterminarnos, etc., pero nada estaba comprobado.

Una vez dentro del hiperlanzador, Yac activa los controles, se recuesta en la cama y baja sus signos vitales disponiéndose a viajar.

Son las 10 :00G.M.T. del día 3 de marzo del año 2207.

El primer punto de llegada de Yac es la constelación de Orión, la cual no posee ningún planeta habitable, ni tampoco ninguna forma de vida, cosa que no lo perturba, puesto que a pesar de que las probabilidades de encontrar un sistema solar similar o igual al nuestro son muy elevadas, este es apenas su primer intento de localización.

Pleno de confianza se dirige a las constelaciones de Géminis, Can Menor, Cáncer, Hydra, Botero, Camelopardo, Centauro y Eridanus tan sólo para obtener los mismos resultados.

Pasa después a la Galaxia de Andrómeda en donde encuentra sistemas planetarios más viejos que el nuestro, pero carentes de agua.

Un tanto decaído, pero con gran esperanza, decide buscar en constelaciones más alejadas y hasta la fecha no detectadas por nuestros aparatos. Constelaciones a más de cien mil millones de años luz de la tierra.

Tan absorto estaba Yac en su trabajo, que no percibió que se acercaba a una estrella que emitía energía electromagnética similar a su propia esencia. Cuando se percató de ello ya estaba inmerso dentro del campo de acción de aquella emisión.

Se daba perfecta cuenta de que en el momento en que las emanaciones eléctricas de esa fuente fueran mayores a sus propias fuerzas de cohesión, todo él quedaría diseminado y disgregado dentro del radio de acción de aquella estrella.

Haciendo un gran esfuerzo para no perder su primitiva forma, así como para no contaminarse con aquel flujo, se aventuró hacia la primera dirección que sus fuerzas le permitieron, viajando de esta manera varios millones de años luz.

Cuando sintió que ya estaba fuera de peligro, se dio cuenta de que estaba perdido en la inmensidad interestelar.

También se percató de la existencia de un sistema planetario, donde, alrededor de una estrella de 20´000,00 de kilómetros de diámetro se encuentran girando, en torno a esta, doce planetas con sus respectivos satélites. A medida que se acerca va notando que el quinto planeta es azul. Azul, indicativo de que tiene mares, y por lo tanto agua.

En un instante llegó hasta ese quinto planeta y ratificó la existencia del agua, agua en abundancia para abastecer a la humanidad entera durante millones de años.

Extremadamente feliz, recorre el planeta de polo a polo buscando alguna forma de vida inteligente, dándose cuenta de que su diámetro es aproximadamente tres veces mayor que el de la tierra, casi 50,000 kilómetros, y que la superficie acuosa representa el 60% del total.

Desgraciadamente no encuentra ningún ser pensante.

Cansado y abatido continúa su búsqueda hacia otras constelaciones.

Han transcurrido dos años terrestres desde su partida.

Los resultados han sido nulos. Decide regresar a la tierra.

No tiene caso continuar la búsqueda.

No hay quien pueda ayudar al hombre.

El hombre tiene que ayudarse y protegerse a sí mismo.

Yac tiene un gran problema. Aún desconoce su ubicación.

Sin perder la calma, divide el espacio en ocho sectores e intenta regresar a la tierra viajando a través del primer sector.

No encuentra nada similar a lo por él conocido.

Volviendo a su punto de partida se adentra en el segundo sector, donde tampoco reconoce al sistema solar.

Se interna en el tercer sector y después de haber recorrido tres cuartas partes de él, ante su campo visual se perfila la Vía Láctea, hacia donde se dirige de inmediato.

Habiendo traspasado la zona central de nuestra galaxia, se dirige hasta el brazo de la espiral donde se encuentra localizado nuestro sistema solar.

Las instalaciones de la CLC se encuentran en la cara opuesta al sol. Ha llegado de noche.

Penetra en su hiperlanzador y lenta y cautelosamente reanima los latidos de su corazón. Distiende y contrae sus pulmones para volver a respirar. Se encuentra ya con el dominio de su cuerpo. Espera diez minutos hasta que se estabiliza el flujo sanguíneo y comienza por mover los dedos de los pies, luego las piernas, las manos y por fin logra sentarse.

Muestra síntomas de fatiga. La inactividad de sus músculos durante casi cuatro años sólo le permite movimientos suaves y ligeros.

Se pone de pié y toma un poco de agua.

Una vez recobrado activa los controles que le permitirán salir del hiperlanzador.

Se siente consternado por los informes que deberá presentar a sus congéneres, pero al mismo tiempo está feliz porque volverá a respirar, volverá a sentir, volverá a convivir con sus semejantes.

El hiperlanzador ha abierto la compuerta hermética.

Yac sale de él y no encuentra a ningún científico.

Se dirige hacia el centro de comunicaciones de la CLC y vocea al personal que lo acompañó en el momento de su partida.

Nadie acude a su llamado.

Sale a la calle obscura, pero gracias a su agudeza visual distingue ciertas formas humanas yaciendo por doquier. Se dirige hacia algunas de ellas para comprobar que no se trata más que de restos deformes de huesos humanos y animales.

No hay ni rastros de vegetación.

Angustiado y deshecho vuelve a las instalaciones de la Confederación y encamina sus pasos al centro de satélites y video del complejo. Una vez dentro del archivo de éste, toma las cintas que muestran en su lomo las fechas más recientes y las introduce en los aparatos reproductores.

Las primeras escenas muestran que la temperatura llegó a alcanzar 40 grados en los polos y 95 grados centígrados en el Ecuador.

Otras escenas muestran cómo hombres y animales, en su mayoría mutados, luchan y se destruyen entre sí por conseguir alimento, agua y protección de los candentes rayos solares.

Haciendo un gran esfuerzo Yac oprime el interruptor de apagado, y tomando una cinta virgen, pone en ella la fecha, dirige hacia su persona la cámara de video interestelar y tomando el micrófono, graba, para ser radiado en todas las longitudes de onda, el siguiente mensaje :

Siendo yo el único y el último ser viviente de la tierra, tercer planeta del sistema solar que una vez albergó miles de millones de seres, quiero indicar a quienes esto vean que si tienen la dicha de vivir en un planeta que les proporciona vida, hagan lo posible y hasta lo imposible por mantenerlo en esas condiciones. No lo destruyan.

No se auto destruyan .

La naturaleza no perdona.

Bernardo Vázquez Rodríguez. Autor mexicano.
Derechos reservados de autor
 

LeticiaM

Miembro Conocido
Un relato impactante y que no esta muy lejos de poder llegar a ser verdad,el hombre es el peor enemigo de la humanidad y de seguir en esta loca carrera de destrucción de la naturaleza terminará destruido,muy interesante prosa y con un buen mensaje,cariños.
 

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