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La princesa encantada - cuento

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Erase una vez un tiempo que en la lejanía existía una leyenda que sobre un Castillo corría de boca en boca, pues los Duques que eran sus dueños eran familia ejemplar y tenían una hija llamada princesa Alia, que era una preciosidad y toda la familia y los habitantes en la fortaleza, repartían entre sus súbditos el Amor y demás valores importantes para una sociedad ideal.
Ayudar a los necesitados,
Lealtad a los amigos,
Perseverancia en las acciones emprendidas,
Sinceridad en las palabras y en los hechos,
Confianza entre todos los componentes de la aldea,
Paciencia para esperar a que todo lo soñado se hiciera una realidad,
decir siempre la Verdad sin tapujos ni mentiras,
tener siempre la Esperanza de que nada saldría mal,
Ilusión siempre en la vida y lo que les iba a portar,
Sencillez en las personas
y una inmensa Honestidad.
Tolerancia entre las gentes y gran sensibilidad para que toda la vida
fuera en alguna medida la vida llena de Respeto,
asumir de buena gana los avatares del Destino
en aquella aldea para que allí siempre hubiera como un oasis de paz.
En aquellos días la princesa Alia esperaba ardiendo en deseos de amor la visita del apuesto Príncipe Ramiro, de un país vecino que le había prometido que pediría su mano porque ya hacía tiempo que los dos se amaban y había llegado el día de hacerlo realidad.
El nombre de la aldea del castillo era Libertad
Pero las malas lenguas amenazadas por una malvada bruja decían y decían que por las maldades que en la aldea ocurrían, la bruja a la princesita linda como el sol convirtió en una muñeca horrible, llena de fealdad, para que ya nunca nadie la volviera a mirarla y el desasosiego la hiciera por siempre llorar y llorar.
Desde aquel día el cielo ya se puso muy gris, los días y las noches siempre eran oscuros, llenos de maldad, pues tras hechizo ya sus habitantes por orden de la bruja, le habían cambiado su nombre por Oscuridad.
Aunque la muñeca era inanimada desde aquel hechizo, ella continuaba pensando en su triste vida desde que la bruja la vino a embrujar.
La leyenda decía que si llegaba un doncel y le prometía a la muñeca amor de verdad, de nuevo a la vida la horrible muñeca de facciones tristes, en princesa linda se convertirá.
Las calles de la aldea ofrecían tan mal aspecto que ya nadie iba al castillo ni pasaba por las calles de la aldea, pues no se veía sin la luz del día y sin claridad.
Y pasaron cinco años largos, largos, largos, largos, igual que una inmensidad sin que nadie llegara al castillo ni a visitar a los Duques, ni a la princesa Alia y ni ilusiones ni sueños en el interior del castillo se podían vislumbrar.
Solo la muñeca horrible, seguí pensando en su amado Ramiro, que le prometió su amor y en el día que acordaron ya no la vino a buscar. Y lloraba amargamente la pobrecita muñeca por el odio de la bruja, su poderío y su maldad.
Pero hete aquí que un bello doncel llegó al galope de un corcel, una mañana incipiente a llamar a las puertas del castillo para que le abrieran.
Sorprendidos los guardianes acudieron a la puerta y el jinete dijo: “me llamo Ramiro y a mi amada princesa vengo a rescatar”.
Los Duques bajaron y tras saludarse llevaron al príncipe adonde estaba la Princesa Alia, que en fea muñeca con facciones tristes la llegó a encontrar.
De los ojos tristes de la muñequita, lágrimas de gozo brotaban sintiendo tal felicidad.
Ramiro tomándola entre sus manos lleno de Amor, le dijo que la amaba, que había matado a la bruja que lo tuvo encarcelado 5 años y que venía a rescatarla para vivir juntos una linda vida de felicidad.
La muñeca horrible creciendo y creciendo se fue convirtiendo de nuevo en princesa, su cara tan linda ahora reflejaba de nuevo ilusiones y confianza en el futuro, siendo más hermosa que cuando la bruja la vino a raptar.
Y de nuevo el cielo abrió sus compuertas y la luz del sol alumbró al castillo y toda la aldea de la luz que brillaba, se inundó de armonía, de respeto y paz.
Y ya de nuevo la aldea volvió a llamarse Libertad y se fue la oscuridad.
Y ya se casaron y fueron muy felices viviendo una vida llena de bendiciones, de risas, canciones y dulce bondad.
Y este cuento tan bonito se terminó de a poquito. ¿Te ha gustado, cariñito?


Antonio Jurado (España)
© Derechos reservados
08sep15
 

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