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La ranita Txantxin

Había una vez una ranita llamada Txantxin que vivía en una charca, cada día disfrutaba de sus baños y de cazar hermosas moscas para luego tumbarse en una linda hoja de loto y dejarse arrastrar por el agua, deleitándose con el maravilloso paisaje de todos los alrededores de la ciénaga. Todas las mañanas su linda vecina Altea le saludaba mirándole con ojitos tiernos y disimuladamente dejaba escapar alguno de los más sabrosos insectos para que Txantxin pudiera pillarlos. Altea estaba enamorada,pero su amor no era correspondido, pues su adorada ranita desde que había oído que las ranas podían convertirse en príncipes si eran besadas por una princesa,cada día esperaba inquieto a que alguna hermosa joven se paseara por allí.
Un día mientras Txantxin dormía plácidamente tumbado en suhojita, sintió que alguien se acercaba, abrió los ojos y allí estaba su ansiada princesa que le propinó un enorme beso, la ranita sintió un gran escalofrío ala vez que veía miles de estrellas a su alrededor, y de repente descubrió con asombro que era cierto, se había convertido en un apuesto príncipe. La princesa le cogió de la mano y sin echar la vista atrás caminaron juntos a palacio.Altea viendo lo ocurrido pensó que jamás volvería a ver a su amor y lloró desconsoladamente.
En aquel enorme castillo, tenía todas las comodidades, era tratado como un verdadero rey, pero Txantxin no era feliz, todo aquello le disgustaba, no entendía porque toda aquella gente solo disfrutaba rodeaba de comodidades y opulencia, con lo bien que vivía él en aquellas aguas cenagosas hablando con los sabios árboles, haciendo rabiar a las ardillas y engañando a los ingenuos insectos que se dejaban caer por allí, se pasaba las horas sentado en la orilla de la charca añorando su vida anterior, pero creyendo que era demasiado tarde para volver a ser una simple rana.
Altea que veía su desconsuelo, le acompañaba cada día en silencio rogándole ala sabía naturaleza que hiciera un milagro.
Pero los días pasaban y la tristeza de Txantxin era tan grande que no quiso seguir viviendo en aquel mundo que no significaba nada para él y decidido se adentró en la ciénaga para morir en el lugar donde había estado su verdadera felicidad.
Altea le rogó, le imploró que no lo hiciera, pero todo era inútil, nada le haría cambiar de opinión, se despidieron con un cálido beso mientras Txantxin se adentraba en las aguas llevándola en la palma de mano, pero algo sucedió ,estaba sintiendo aquellos mismos escalofríos y viendo las mismas estrellas que cuando se trasformó en príncipe.
Altea no podía creer lo que estaba viendo, tenía enfrente a su adorado amor,era su ranita maravillosa, ya nada les podría separar, entrelazaron sus lenguas y muy felices se recostaron uno junto a otro en aquella hoja de loto que aún seguía allí esperando volver a ser ocupada, pero esta vez por una linda pareja que jamás se separaría.
 

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