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La rosa



Le di un beso y se marchó
aunque en la mano derecha
escondida tras mi espalda
llevaba una rosa roja

que le tenía que haber dado
como prenda de mi amor,
pero con tanto arrebato
la rosa se me olvidó.

Salí corriendo tras ella
y al entregarle la flor
al cruzar nuestras miradas
su cara se iluminó

brillando su bella imagen
sentimos tal emoción,
que las lágrimas fluyeron
y el amor nos inundó.

Quizá nunca más sintamos
tanta alegría, tanto gozo,
con instantes tan felices

y tan llenos de pasión,
como los que allí vivimos
en el nombre del amor.

Antonio Jurado (España)
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