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La solterona y el extranjero

LA SOLTERONA Y EL EXTRANJERO

Mirada en el infinito,
desolada el alma,
no consigue sosegarse, tener calma
y tener recuerdos más bonitos.

Alma afligida por la soledad,
honor vilipendiado por los del pueblo,
cuando ella vivió con sobriedad
y su honra intacta está.

A sus años, ya no es una moza,
es una mujer treintañera, solterona
y el pueblo no la perdona
lo que las malas lenguas hablan de ella en la poza.

Las señoras no se acercan,
perderían dignidad y las habladurías...
¡Mas, dignidad tiene, aunque a ellos no les parezca!
y no la condenen a vivir sola y fría!

Acaba de llegar al pueblo
un hombre adinerado,
no muy joven, ni viejo. Pudiese ser considerado...
Todas las madres del pueblo se han revolucionado.

A pesar que el forastero,
ya cumple lo treinta y siete,
las madres aconsejan que lo traten con esmero,
da lo mismo que sus hijas tengan veinte años, que diecisiete.

Pero el forastero, por la plaza,
ha visto pasar una mujer
con la mirada hermosa, pero baja,
cabellos rizados, recogidos y trabaja.

Cosa extraña en el pueblo, que no tenga jornaleros.
Ella misma se trabaja su pequeño tajo de huerto.
Ya se encargan las señoras de contarle, sin rodeos,
como es mujer mala, desde que su madre ha muerto.

El forastero, hombre de mundo,
está fascinado por esta mujer
y, aunque de ella cuentan infundios,
él está dispuesto a conocer.

Hace por encontrarse, con nuestra bella solterona
y sin rodeos la corteja y va directo a conseguir su honra.
No señor mío, se ha equivocado, una cosa es la corona,
que a mí me han adjudicado...

Esto despierta aún más la pasión del extranjero,
pues mujer honrada es y no se va con el primero.
Todo el pueblo los critica, cuando lo ven cortejando
y ella se lo permite, mientras no se vaya pasando.

El extranjero ha venido
por asuntos de herencias
y, terminado e trabajo que ha tenido,
tiene que partir, por referencias.

Nuestra mirada perdida en el infinito,
deshoja una margarita,
pues él está en su corazoncito.
Ella en lo alto de monte llora y grita.

Extranjero, ¿dónde vas?
Voy a hacer un encargo urgente,
puesto que tengo que partir y ahora no me puedo ir.
Ha llegado a su destino, donde vive la mujer.

Se acerca, corte, tímido...
y le pregunta, si quiere casar con él.
Ella dice que sí y llora por lo temido
De blanco irá ella, cogida del brazo de él.

Llegándose al altar,
con todo el pueblo expectante,
al darse el sí, se van a atar.
Ella y él partirán al instante.

Ya en la noche de bodas
ella se encuentra nerviosa,
pues quiere saber si su esposo se las creyó todas,
más él dice que no le importa, que la adora como a una diosa.

Mas, llegado el momento
de yacer en el tálamo,
él tiene la certeza que todo es un invento
y que su esposa, es a él, el primero que amó.

Olimpia Era (Seudónimo)
Derechos Reservados de Autor
España
LA SOLTERONA Y EL EXTRANJERO.jpg
 

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