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Las manos

Clementina no supo en qué momento las manos comenzaron a ejercer un poder especial en ella. Una noche, se descubrió imaginándolas sobre su cuerpo y el goce desconocido que le provocaban. Al día siguiente, cuando fueron reales ante ella tuvo un sobresalto. La taza con el café se volcó sobre la bandeja y un quejido escapó de su boca. Escuchó la voz, por primera vez.
-No se preocupe. Fue mi culpa. Creo que todavía estoy medio dormido.
Poco más de un año hacía que trabajaba en el Casino del aserradero San jorge, en una de las islas del sur. Entre el escaso personal femenino y los trabajadores no había contacto. Un delgado tabique de madera los separaba. Sólo se veían las manos, que entregaban y recibían las bandejas. Como una forma de hacer más entretenidas las horas Clementina comenzó a imaginar a los dueños de las manos que veía en el estrecho surco.
La primera vez que vio "esas" manos no le agradaron. Grandes, toscas, de nudillos fuertes y dedos cortos. Las imaginó pertenecientes a un hombre vulgar. La mañana en que por un descuido sus dedos rozaron la piel áspera una sensación que no conocía la estremeció. Tuvo que pedir ayuda a una compañera para que continuara con la entrega de bandejas, mientras ella se lavaba una y otra vez, simulando enguajar los platos.
El juego nocturno de las manos continuó durante meses. Se descubrió esperándolas con ansias en lo oscuro de su cuarto para imaginarlas sobre ella. Ágiles, fuertes, de una ternura insospechada.
Una noche, el juego se rompió.
Las manos que siempre imaginó fueron reales. Y unos labios húmedos buscaron los suyos.
 

MARIPOSA NEGRA

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Marcela, veo que tienes ya un tiempo registrada en el portal a pesar de ello es la primera vez que te veo publicar y por eso te doy la bienvenida, espero que te sientas como en casa, excelente relato, muchas veces las primeras impresiones que recibimos de una persona pueden no ser agradables y a pesar de eso con el tiempo llegan a convertise en una necesidad, un enorme placer leerte, besos
 

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