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Mal de ojos

Más de cincuenta años hacen ya de esta historia verídica, llena de misterio y de fenómenos inexplicables, de los cuales fui testigo
pues vivía a dos casas de la involucrada.

En un pueblito pintoresco, apartado de las grandes ciudades, y donde sus habitantes vivían felices y en hermandad vivió una mujer cuyos actos y hechos no provocados, escapan de la comprensión humana.
Amorosa, llena de humildad, generosa, pero cubierta de un aire de misterio, así era Emilia, esta mujer, madre de familia,
con esposo e hijos, era un dechado de virtudes, las cuales opacaban el "don", o mejor dicho la terrible fatalidad con la que Dios la había dotado.
Ella y las demás personas del pueblo sabían que no era culpable por hacerle daño a todo aquello que viera, y lo demostraba con sus actuaciones; pero era imposible, situación que la obligaba a vivir encerrada en su casa, saliendo sólo cuando era indispensable.
Viviendo tan cerca de la casa de la "bruja" como ya la llamaban los niños y muchos mayores, yo era como un pájaro enjaulado pues mi madre no me dejaba saalir a la calle por miedo a esta mujer; pero algunas veces me escapaba y fui testigo
de algunos hechos que realizo, claro está, sin saberlo.
Para ese tiempo, las madres ciudaban mucho a sus hijos, sobre todo a los bebes de pocos años, y cuando la mujer salía
de su casa los encerraban, o los escondían para que no los viera o hiciera comentario alguno sobre ellos. Recuerdo que cierto día me había escapado de la casa y tuve que esconderme pues la había visto venir; pero una señora no tuvo tiempo para ello
y con su niño en brazos espero resignada el resultado de aquel encuentro. Emilia, ni corta ni perezosa se dirigió a ella para saludarla y mirando al niño le dijo lo hermoso que estaba, y lo mucho que había crecido y colocándole la mano en la cabeza se
despidió: ese niño ese mismo día enfermó y casi muere.
Otro caso que recuerdo fue el de mi tía María, la cual tenía un hermoso jardín sembrado de plantas florales y Emilia que había ido a la tienda, a su regreso encontró a mi tía regándolas y pasando a saludarla le comentó lo bello que estaban sus plantas y lo hermoso de su jardín. Al día siguiente de aquel lindo jardín no quedaban sino hojas secas y flores marchitas.
El caso que más me llamó la atención fue el de un señor que tenía un abasto de víveres, donde Emilia acostumbraba comprar lo necesario para la casa, en este sitio el propietario le había prohibido hablar cosas relacionadas con él y su tienda,
porque cada ves que hablaba sucedía un desastre; pero un día se olvidó de recordárselo y posando su vista en un cesto de alambre repleto de huevos que colgaba de las vigas del techo, pronunció las palabras mágicas ¡Qué hermosos huevos!, y al
momento el cesto se desprendía y caía al suelo rompiéndose todo su contenido. Situaciones como esta se siguieron sucediendo
hasta la muerte de la señora. Entierro al que solamente asistieron sus familiares; pues la gente del pueblo tenía miedo de que
se llevara algunos de ellos.

EPÍLOGO: En este pueblo aún se escucha decir a algunas personas cuando sus niños son muy traviesos y no hacen caso i ojala y te salga la señora Emilia y te eche mal de ojos !

17/06/2014
Ysidro Parra-Venezuela
Derechos Reservados de Autor.
 

MARIPOSA NEGRA

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muy buena historia Ysidro, en cualquier lugar del mundo encontramos historias similares, de casos y gentes poco comunes, hay quienes creen firmemente en que son reales y otros que creen solo es producto de la ignorancia e histeria colectiva, un placer leerte, besos
 
Excelente prosa, muy fluida y bien llevada con una temática muy común en los pueblos de campaña o interior donde aíún se tejen esas historias y el viejo dicho de "Yo no creo en brujas pero que las hay, las hay". Felicitaciones Isidro Parra por un maravilloso relato, reputación y saludos poeta
 
Última edición:
Buena historia, compañero. El mal de ojos existe, los médicos no pueden curar está enfermedad que, si no se cura a tiempo, quien la padece se muere. Placer leer. Saludos.
 

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