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Me llevaría en mi maleta...

Ahora, por fin desnuda, allí, tan lejos de mi te imagino,
sin tu eterno suave terciopelo negro, ese que no me gustaba.
Y aquí, sentado solo, frente a mi ventana medio abierta,
mirando afuera y respirando el aire frío de la ciudad que entra,
te diría por fin que ahora en ti pienso,
porque ya aquí casi siempre como ahora llueve, y es por eso
que me iría de viaje por tus siempre cálidos campos que aun recuerdo;
solo tal vez para en ellos por algún tiempo quedarme.

(O...)
Y porque tal vez me quedara en ellos para siempre,
ya no me haría falta llevarme en mi vieja maleta
el aire que aún me queda de estos verdes parques;
ni los peces de colores, ni siquiera el agua de sus verdes lagos,
bellamente artificiales...
Para hacer hacer este equipaje,
solo me llevaría los delicados perfumes de algunas tiendas,
y las aceras vacías de las calles en las noches del verano;
y las fuentes luminosas, y las grandes avenidas;
pero solo por sus adolescentes que pasean enamorados.
Y también me llevaría a todas las palomas,
y a la inmóvil veleta de mi iglesia,
con sus dos brazos que siempre giran y giran,
llevados por el viento que sopla cada vez más y más fuerte.
Pero ella del sitio, nunca se mueve...
Y el humo negro y gris de algunos bares. También.
Solamente eso. ¿Qué más quieres?
Y todo junto sería como una rosa cosida
en la solapa del recuerdo de mis antiguos amores,
sería como mi olvidado anillo de oro,
perdido en cierto modo, cuando te fuiste.
Un equipaje algo extraño que iría evocando,
en evidente modo sarcástico, mi hábito,
quizás demasiado conservador de aquel entonces.
Y me llevaría también el ultimo asiento de la última fila de todos los cines,
pero solo para estar a oscuras a tu lado a todas horas, cobijados,
aunque allí nunca lloviera. Solo por si se diera el caso.
Y por si por casualidad desnuda te encontrara,
sin tu eterno suave terciopelo negro, ese que no me gustaba.
Porque yo no quisiera aquí ya mas mojarme,
me llevaría conmigo todo este urbano paisaje en mi equipaje,
colgado, atado a mis espaldas,
dejando fuera de él solamente mi eterna melancolía.
Y tras tus cálidos campos, todo lo escondería;
y así nunca nadie notaría más ya nuestra ausencia.
Josem Fagil
A Coruña, España
22/11/2015
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