Margarita Rodríguez Palma
Miembro
Navidad en la ciudad
Mientras el sol
en nuestro hemisferio
quema hasta las pestañas
y las campanas de plata
anuncian que hoy
es noche buena
y mañana navidad,
nos volvemos
a preguntar.
¿Dónde está la paz,
en este ir y venir,
donde el pie
del consumismo
puso su planta?
¿Dónde está el amor,
la comprensión,
para el anciano solo,
para la mujer oprimida,
para el pequeño huérfano
que se pierde
en la multitud?
Cada año
la respuesta
es siempre la misma,
en el bullicio
de la ciudad engalanada
de luces y brillos,
que aprieta las sienes
del hombre
carente de voz,
del mendigo
que envuelto
en su raido ropón,
abriga su indigencia.
El mundo
no perdona,
su excusa de vivir,
de abrazar la vida.
En este ir y venir
de Diciembre
empaquetado
de trineos sin nieve,
de tibios villancicos,
a nadie le importa
su origen, su dignidad
su condición de calle,
el pan duro que guarda
en los bolsillos,
su sandalias rotas,
su viejo libro
de recuerdos,
su alma recogida
de soledad,
su hambre, su sed,
su cansancio,
ni esa lágrima
que desciende
del umbral
de sus pupilas
y moja los pies
del niño de Belén,
adormecido en ese
extraño retablo,
sofocado como él,
en un mall de cristal,
tan lejos de su hogar,
tan lejos de los suyos,
tan lejos del verdadero
sentido de la navidad.
Margarita Rodríguez Palma
Chile
Mientras el sol
en nuestro hemisferio
quema hasta las pestañas
y las campanas de plata
anuncian que hoy
es noche buena
y mañana navidad,
nos volvemos
a preguntar.
¿Dónde está la paz,
en este ir y venir,
donde el pie
del consumismo
puso su planta?
¿Dónde está el amor,
la comprensión,
para el anciano solo,
para la mujer oprimida,
para el pequeño huérfano
que se pierde
en la multitud?
Cada año
la respuesta
es siempre la misma,
en el bullicio
de la ciudad engalanada
de luces y brillos,
que aprieta las sienes
del hombre
carente de voz,
del mendigo
que envuelto
en su raido ropón,
abriga su indigencia.
El mundo
no perdona,
su excusa de vivir,
de abrazar la vida.
En este ir y venir
de Diciembre
empaquetado
de trineos sin nieve,
de tibios villancicos,
a nadie le importa
su origen, su dignidad
su condición de calle,
el pan duro que guarda
en los bolsillos,
su sandalias rotas,
su viejo libro
de recuerdos,
su alma recogida
de soledad,
su hambre, su sed,
su cansancio,
ni esa lágrima
que desciende
del umbral
de sus pupilas
y moja los pies
del niño de Belén,
adormecido en ese
extraño retablo,
sofocado como él,
en un mall de cristal,
tan lejos de su hogar,
tan lejos de los suyos,
tan lejos del verdadero
sentido de la navidad.
Margarita Rodríguez Palma
Chile
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