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No cuesta nada soñar



La noche es el camino que va a la soledad.
Cuando no queda nadie ni si oye ningún ruido
y parece que allí no exista nadie más.

Entonces aparecen unos seres minúsculos
que en las noches en vela siempre contigo están,
te acompañan y observan, te sonríen silenciosas

e intuyes su presencia cuando baten sus alas
que es casi imperceptible, si llegan o se van.
Y si les hablas piensas que te van a escuchar.

Si te quedas a oscuras, con luces de luciérnagas
en las noches sombrías te vienen a alumbrar,
son como duendecillos, hadas muy bondadosas

que lucen un aspecto que te induce a soñar
y solo podrías verlas si asumes el silencio
hasta que se aproximan, casi sin respirar.

Dulces y cariñosas, de belleza sin límites,
te imaginas que oyes murmullos que te dicen
lo mucho que te aman y que te cuidarán.

Ellas son tus amigas, aunque nunca las veas,
que aparecen tan solo cuando te ven hundida
y quieren que tú sepas que ellas te ayudaran.

Y no te quepa duda de que vendrán seguro,
que estarán a tu lado y tenderán su mano
si te ven indefensa sin nadie que te atienda,
el día que te llegue alguna adversidad.

No te pedirán nada, lo hacen por ayudarte
y se irán cuando en tus ojos vean la felicidad.
Son tus hadas madrinas buscando al desvalido.
Lo más cercano a un ángel que puedes encontrar.

Antonio Jurado - España
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