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NUESTRA PERRA CHELA (prosa)




Chela, era nuestra perra engreída, de color marrón caramelo y bondad de cielo.
Le gustaba cuidar la casa con ahínco y por tener orejas largas y colgadas cuando corría, y por moverse como mariposas, mi hermano en lugar de llamarla Chela la llamaba "Mariposa"y ella tan complaciente, a los nombres de Mariposa o Chela siempre respondía de buena gana.

Era muy juguetona, le gustaba jugar con pelotas de trapo y morder huesos artificiales que en el mercado comprábamos.

Una vez se embarazó pero por una extraña enfermedad sus dos crías murieron y desde ese momento el cambió el carácter, estaba triste y deprimida y comía poco, es entonces que mi hermano trajo a la casa una cría de un perro que había muerto por un accidente( su amigo se lo había regalado y se lo entregó a Chela) .Ella lo miraba con desconfianza, lo olió y olió hasta que vio que no era un peligro para ella, luego lo dejó acercarse y gentilmente lo amamantó ya que la cría lloraba y lloraba buscando leche materna.

Fueron días de acomodo para Chela y al recibir a este perrito extraño como su propio hijo, se sintió nuevamente una verdadera madre y le volvieron las ganas de vivir, Recobró su apetito y luego de lactar y dejar dormida a su cría adoptiva se iba a jugar con nosotros en el patio. Era una perra distinta ahora, los ojos le brillaban de alegría y de rato en rato iba a ver si su cría adoptiva se había despertado (lo amaba como su propio hijo)

El perrito adoptivo iba creciendo y poco a poco dejó de lactar pero Chela siguió cuidándolo, aseándolo, protegiéndolo como su propia madre y el cachorro también se había acostumbrado a ella y ya la veía y quería como su propia madre y se volvieron uña y mugre y no hubo nadie que quebrara ese amor tan bello.

Benito (Que así le habíamos puesto al cachorro) creció y se hizo un perro fuerte pero Chela envejecía y ahora era Benito quien la cuidaba y hasta pedía a ladridos comida para ella, le lamía en señal de agradecimiento y ternura. Eran ambos una hermosa familia perruna.

Llegó el invierno y Chela cogió una bronco pulmonía y murió y Benito todo el día emitió ladridos lastimeros y al enterrarla en el jardín de la casa Benito iba todas las mañanas a la tumba de su madre adoptiva y se quedaba largo rato mirando su tumba gimiendo lastimeramente, luego ya repuestos, se ponía jugar y cuidar la casa como siempre.

Benito nunca olvidó a Chela, su madre adoptiva, y nosotros tampoco olvidamos a nuestra querida perra fiel y buena.


Autora: Edith Elvira Colqui Rojas-Perú-Derechos reservados

 

Comentarios

Que bonita historia. Es una autentica felicidad poder compartir esos momentos con nuestros animales.
Mis felicitaciones.
Un beso
 

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