Lobo
Miembro Activo
Otra vez
*
La vida se asemeja
al brocal de un pozo
cuyas aguas no alcanzan a verse
y, sin embargo,
sentimos su humedad
de musgo y liquen
ascender constante
desde el origen.
Los árboles no mienten;
tan pronto amarillean sus hojas
te están recordando esa trágica verdad
que a todos nos asiste
desde que fuimos barro informe.
Y, de todas formas, también saben
lo que supone amar
porque el sexo para ellos
hace tiempo perdió significado;
terminó su semen, bermejo y adusto,
poco antes del verano.
Así las cosas,
ya no espero mucho más
sobre mis ramas;
sólo lo justo para mantener
incólume
el voto de la luz
bajo las hojas
hasta volver contigo al alba
y ser, por ti,
madera ardida;
ceniza y fénix.
Porque sé que, solo con tus manos,
me darás la vida,
porque creo en ti nada más verte;
desnuda, menuda y sencilla
como ermita en la montaña.
Porque me he hecho hostia
para consagrarme en tu garganta;
porque mi pecho resucita
cuando tu boca pronuncia mi nombre.
Un tibio valle nos espera, amor,
descendamos a pastar
por los vados del silencio;
oremos piel con piel
hasta hacernos comunión
y que sea lo que Dios quiera,
pues hoy me habita
impío el hábito de serte
entre los juncos de la orilla
otra vez.
*
MM
*
*
La vida se asemeja
al brocal de un pozo
cuyas aguas no alcanzan a verse
y, sin embargo,
sentimos su humedad
de musgo y liquen
ascender constante
desde el origen.
Los árboles no mienten;
tan pronto amarillean sus hojas
te están recordando esa trágica verdad
que a todos nos asiste
desde que fuimos barro informe.
Y, de todas formas, también saben
lo que supone amar
porque el sexo para ellos
hace tiempo perdió significado;
terminó su semen, bermejo y adusto,
poco antes del verano.
Así las cosas,
ya no espero mucho más
sobre mis ramas;
sólo lo justo para mantener
incólume
el voto de la luz
bajo las hojas
hasta volver contigo al alba
y ser, por ti,
madera ardida;
ceniza y fénix.
Porque sé que, solo con tus manos,
me darás la vida,
porque creo en ti nada más verte;
desnuda, menuda y sencilla
como ermita en la montaña.
Porque me he hecho hostia
para consagrarme en tu garganta;
porque mi pecho resucita
cuando tu boca pronuncia mi nombre.
Un tibio valle nos espera, amor,
descendamos a pastar
por los vados del silencio;
oremos piel con piel
hasta hacernos comunión
y que sea lo que Dios quiera,
pues hoy me habita
impío el hábito de serte
entre los juncos de la orilla
otra vez.
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MM
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