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POEMA Ídolos con pies de barro SEGUNDO PREMIO

Ídolos con pies de barro

Los ídolos tenían que caer, qué se podía esperar de ellos.
Son seres caprichosos, egoístas, autoritarios, vanidosos.
Rechazan la competencia y explotan todas las prerrogativas
otorgadas por quienes los endiosan.

Qué nos podrían inculcar los dioses con pies de barro
(sueño de Nabucodonosor revisitado).
Incautos nosotros por divinizarlos,
por obedecerles irracionalmente.

Pero si los dioses del Olimpo y el Parnaso han caído
muchos siglos ha.

Y sin embargo les somos fieles hasta la estulticia.
Ellos se equivocan, proclaman absurdidades
pero, deslumbrados, continuamos adorándolos.

El ídolo político, el artístico, el intelectual, el deportivo,
son seres imperfectos y vacuos,
como cualquier hijo de vecino.

Aun así subyugan una sarta de fanáticos seguidores,
aprovechando su vulnerabilidad, su desplazamiento
del sistema.

Tiempos de iconoclasia, nadie cree en nadie.
Nadie es inalterablemente leal.

Se culpa al posmodernismo, al relativismo, al fin de las ideologías.
Lo cierto es que los que nos fallaron fueron ellos.

Por qué deberíamos tener ídolos. Acaso no podríamos conducirnos
motu proprio.
Si fuésemos maduros, sí.

Pero pareciera que hay muchos inmaduros que necesitan
un diosito que los guíe, vigile y, eventualmente, los castigue.

La idolatría es propia de pueblos primitivos,
por qué y para qué perpetuarla en la actualidad.

Ya no los salva ni su elocuencia propagandística
ni sus dádivas populistas.

Los ídolos han defeccionado. Nos dejaron solos.
Si piensan volver que no cuenten conmigo.

Supuestos dioses cien por ciento humanos. Por lo tanto, finitos,
condicionados, incoherentes, frívolos, obscenos.

La historia contemporánea ha sido el relato de los incumplimientos
de los divos mediáticos.
Aquellos que día tras día nos sermonean
desde los medios; sus plataformas preferidas.
Los vemos desmoronarse ruidosamente cada temporada.

Que caigan los ídolos no es importante. Mucho peor
es la desolación y la desesperanza
de sus prosélitos más exaltados.

Perdieron su base de sustentación.
Han quedado huérfanos y desamparados.
Qué va a ser de ellos ahora. Su ingenuidad es increíble.
Aceptaron inocentemente
cada una de las falsas expectativas.

Lo que preocupa, repito, es la decepción sufrida por sus adictos.
Es duro idolatrar a alguien que luego
demuestra sus limitaciones y sus miserias.
Que termina revelándose no como un dios
sino como un ser humano del montón.

Vaya para ellos, quienes se obnubilaron con los fulgores temporales
de los fetiches prosaicos;
mi más profundo y sincero pesar.


Mauriz Anido



 
Lo peor de todo que hay demasiados y que muchos por ingenuos creen las mentiras de estos vendedores de fe y esperanzas para luego arrepentirse y volver al mismo ciclo. Felicitaciones Guillermo por estas profundas y magníficas letras con un gran contenido social y humano, reputación y saludos amigo poeta
 

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