Alba Rivero.
Miembro Conocido
La salud de la mente se le escurre a los viejos
por pasarse las horas dibujando paredes,
las dibujan del alma, con dibujos sencillos,
pintan besos, caricias, de añejados quereres.
Una silla , una mesa, sin mantel y sin brillo
dos por dos, el espacio donde cabe una vida,
y en el cofre viviente que atesora los años
poco a poco se secan los anhelos de risas.
Con el paso del tiempo la memoria se agota
como el alma, se cansa de añorar a lo inerte,
se recubre la mente de sutil telaraña,
ya cansado el cariño de querer vanamente.
¡Qué sabrán los que dicen que han perdido cordura!
¡Si tal vez la ocultaron para no sufrir tanto!
En su cara, una mueca que semeja una risa,
va eligiendo colores... Y sus manos, pintando.
Ellos pintan el llanto que han guardado en su pecho
lo dibujan con formas de anhelados quereres,
y es un mar de humedades su mirada perdida
que recorre hacia adentro sus preciados ayeres.
En sus labios, las notas de un acorde inconcluso
se resisten al manto del silencio perenne.
Ya no quedan preguntas en sus sienes de plata,
se han fundido en los surcos que coronan su frente.
Alba Rivero.
por pasarse las horas dibujando paredes,
las dibujan del alma, con dibujos sencillos,
pintan besos, caricias, de añejados quereres.
Una silla , una mesa, sin mantel y sin brillo
dos por dos, el espacio donde cabe una vida,
y en el cofre viviente que atesora los años
poco a poco se secan los anhelos de risas.
Con el paso del tiempo la memoria se agota
como el alma, se cansa de añorar a lo inerte,
se recubre la mente de sutil telaraña,
ya cansado el cariño de querer vanamente.
¡Qué sabrán los que dicen que han perdido cordura!
¡Si tal vez la ocultaron para no sufrir tanto!
En su cara, una mueca que semeja una risa,
va eligiendo colores... Y sus manos, pintando.
Ellos pintan el llanto que han guardado en su pecho
lo dibujan con formas de anhelados quereres,
y es un mar de humedades su mirada perdida
que recorre hacia adentro sus preciados ayeres.
En sus labios, las notas de un acorde inconcluso
se resisten al manto del silencio perenne.
Ya no quedan preguntas en sus sienes de plata,
se han fundido en los surcos que coronan su frente.
Alba Rivero.
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