Victor Diaz Goris
Miembro Conocido
PRETERMUNDO
Hay aluxes que se masturban
con una lágrima de Medusa
bajo el ardor no correspondido
de una banshee
que se suicida por amor
a un cíclope sin espalda
el cual mira
con su único ojo
los ya ajados senos
de las Lamias
colgando como las infectas babas
de una arpía
de los arrugados pliegues
del tiempo.
Hay una rubia y envidiosa
anfisbena
que muerde golosa
los invertidos talones
de una azul y enamorada ciguapa
la cual deja a su paso
una estela de luciérnagas
con la exquisita forma
de su nombre.
Hay un bahamoth
que sostiene a duras penas
el inmenso peso
del nudo gordiano
de los besos de los amantes
que siguen acariciándose
en el más allá.
Hay titanes sin cabeza
que clavan, con la fuerza de Excálibur,
sus garras de tigre en celo
sobre el aún tibio vientre
del ocaso.
Hay náyades que se desnudan
en la hiperestesia de un arrugado abrazo
para ser poseídas luego
por la fuerza avasallante
de un ligur con cabeza de serpiente
el cual abre sus terribles fauces
para atrapar la sombra
de una marimanta
que hace el amor
con un musculoso ser
que tiene piel de elefante
y ojos de luciérnaga asesinada.
Hay el eco deseante de Príapo
apoyado con malicia
sobre su enorme falo
esperando con ansias
el alma errante de una cariátide
que viene temerosa
cruzando la Estigia.
Y hay el oscuro y cruel susurro
de las aguas del Leteo,
las cuales cubren de sombras dentadas
los últimos vestigios
del amor,
el cual agoniza,
como Ofelia,
luego de haber sido
destrozado
por las terribles fauces
del cerbero.
VICTOR DIAZ GORIS
Derechos Reservados de Autor.
Hay aluxes que se masturban
con una lágrima de Medusa
bajo el ardor no correspondido
de una banshee
que se suicida por amor
a un cíclope sin espalda
el cual mira
con su único ojo
los ya ajados senos
de las Lamias
colgando como las infectas babas
de una arpía
de los arrugados pliegues
del tiempo.
Hay una rubia y envidiosa
anfisbena
que muerde golosa
los invertidos talones
de una azul y enamorada ciguapa
la cual deja a su paso
una estela de luciérnagas
con la exquisita forma
de su nombre.
Hay un bahamoth
que sostiene a duras penas
el inmenso peso
del nudo gordiano
de los besos de los amantes
que siguen acariciándose
en el más allá.
Hay titanes sin cabeza
que clavan, con la fuerza de Excálibur,
sus garras de tigre en celo
sobre el aún tibio vientre
del ocaso.
Hay náyades que se desnudan
en la hiperestesia de un arrugado abrazo
para ser poseídas luego
por la fuerza avasallante
de un ligur con cabeza de serpiente
el cual abre sus terribles fauces
para atrapar la sombra
de una marimanta
que hace el amor
con un musculoso ser
que tiene piel de elefante
y ojos de luciérnaga asesinada.
Hay el eco deseante de Príapo
apoyado con malicia
sobre su enorme falo
esperando con ansias
el alma errante de una cariátide
que viene temerosa
cruzando la Estigia.
Y hay el oscuro y cruel susurro
de las aguas del Leteo,
las cuales cubren de sombras dentadas
los últimos vestigios
del amor,
el cual agoniza,
como Ofelia,
luego de haber sido
destrozado
por las terribles fauces
del cerbero.
VICTOR DIAZ GORIS
Derechos Reservados de Autor.
