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Quizás no fuera el amor - relato




Estaba locamente enamorado de ella, pero debido a su timidez nunca le había dicho nada. Arturo era un adolescente de 16 años que llevaba desde el principio del curso observando a Sonia, que era una joven morena muy bonita, compañera de clase.
Lo hacía cuando llegaba a la escuela, en la clase, en el recreo, cuando salía a la pizarra, en un instante cualquiera y al terminar la lección.
Pero ella no se daba cuenta de esas miradas o sabía disimular el interés tan enorme que el chico sentía y nunca se paró a conversar con él en todo el curso.
Sonia nunca se fijó en Arturo.
La seguía con la mirada y ya no podía evitar notar ese sentimiento que le oprimía el corazón, sin saber analizar lo que pasaba en su pecho que le hacía pensar en serio, que se iba a morir de amor por la chica de sus sueños.
Adela, su madre, al ver la evaluación del mes, detectó que Arturo había bajado las notas de forma alarmante y decidió hablar con él para aclarar los motivos de semejante bajón.
El chico se resistía a confesarle el lio mental que tenía desde que se enamoró de Sonia.
Pero Adela le insistía y con sus tiernas palabras convenció a su hijo para que le explicara qué era lo que le pasaba y al final consiguió que Arturo le dijera lo que sentía su corazón por la joven y que no se había atrevido a decírselo por miedo a que le dijera que no.
La madre le aconsejaba que era tiempo de estudiar para formarse como persona, que no era hora todavía de pensar en las chicas, que tiempo tendría de hacerlo, que eso se hacía de mayor.
Se puso Arturo a llorar amargamente al escuchar la explicación de Adela y entendió la madre entonces que tal vez era el momento de aconsejarle al muchacho, que para salir de dudas le dijera a Sonia lo que sentía por ella.
En ese momento ella pensó que la chica no le hacía a Arturo ni caso, porque no tenía intención de salir con él y que le diría que no.
Arturo - dijo a su hijo-, dile a Sonia lo que sientes y no tengas esa pena dentro de tu corazón.
Pero asume que tendrás que aceptar lo que dicten sus sentimientos.
Es mejor que ella lo sepa y elimines de tu pecho la duda que te atormenta.
Rezaba Adela en la sombra esperando que desde el cielo le hicieran el gran favor de que Sonia dijera a Arturo que no lo quería.
El chico salió de casa muy contento con esa sana intención y se fue a buscar a la joven para declararle su amor.
Pero ¡Dios mío de mi vida! ¡Qué terrible decepción! al doblar aquella esquina vio a lo lejos a su amada, caminando más adelante por la acera haciéndose carantoñas de la mano de otro chico, con gran familiaridad movidos por el amor.
Arturo se quedó pálido y en el bordillo se sentó.
Pensaba que ese era el motivo de que Sonia hubiera pasado de él, de que ni le dirigiera la palabra en todo el curso e hiciera caso omiso a sus continuas miradas.
No se lo tomó muy mal, su madre tenía razón y lo comprendió enseguida.
No basta con amar a alguien. Para sentirse correspondido, si es que del amor se trata, hacen falta siempre dos.
Volvió a su casa tranquilo andando poquito a poco y asumiendo ya su error.
Le dio un abrazo a su madre y le dijo al abrazarla muy cerquita del oído:
-- mama tengo que decirte que tal vez lo que sentía, quizás no fuera el amor.


Antonio Jurado (España)
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MARIPOSA NEGRA

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muy bella prosa Antonio, cuando el corazón es joven se enamora y desenamora con facilidad es la ventaja de no tener experiencia en el amor, nosotros como padres debemos aprender a dejar que nuestros hijos se equivoquen y aprendan por sí solos, un enorme placer leerte, besos
 

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