Manuel Sanchez Manzano
Miembro Activo
LA PARCA
Anoche mientras dormía la volví a ver, tímida, callada, impávida, sin rostro, pues aún no me reveló nada acerca de su identidad, agazapada, al acecho, a la espera de recibir de mi aquello que nunca me perteneció más allá de un periodo determinado en régimen de alquiler, sigilosa, capciosa, mostrando la cara amarga del pago por tan preciado préstamo, irónica, vacilante, mostrando al mundo su destreza con la tijera que ha de cortar nuestro hilo de vida, sarcástica, segura del poder que ejerce sobre los pobres mortales. No serás tu, querida sin gracia, ausente de rostro, quien coaccione mi vida, pues se de buena tinta que tu y yo no podemos coexistir en un mismo sitio, cuando tu vengas yo ya me habré ido, y mientras esté tan sólo te podrás presentar ante mi a través de mi subconsciente y puedo asegurarte para tu desgracia que soy más fuerte que tu, coexistiremos en una décima de segundo en nuestro cruce, esa décima de segundo que tu anhelas con tantas ansias, que de seguro no es por arrebatarme la vida, sino por la envidia de no convertirte en mi aunque sólo sea esa pequeña fracción de tiempo, me da pena ver como guardarás el luto por la eternidad, luto por tu propia inexistencia. Veo que no te alteran mis palabras, debes de estar acostumbrada a los desprecios, no tienes quien te adore, lo único que te queda es tu trabajo, tu improductivo trabajo, que no te compensa, tiene que ser triste ver como pasa toda una vida, para tan sólo mirarla a la cara una décima de segundo y aún así sigues haciéndolo, porque es lo único que te queda, sin eso tu también morirías. Ya se por qué no muestras tu rostro, porque tu cara refleja pena, tristeza y dolor, y si la viésemos antes de partir no te temeríamos y sin ese temor no serías nada. En ese momento se despojó de su capucha negra para mostrarme su rostro, tímidamente fue levantando la cabeza hasta llegar a conectar sus ojos con los míos, mirada vacía, carne putrefacta montada sobre huesos malformados y desgastados por las arenas del tiempo, hedor nauseabundo a vísceras en descomposición, su mente me hablaba de tiempos mejores, de grandes guerras y cataclismos en los que por un tiempo tuvo que contratar a algunos ejércitos porque ella sola no daba a basto, tiempos en los que se segaban más cabezas que trigo, pero algo en su mirada denotaba ternura, pues me hacía ver que era la imagen del final de todo cuerpo con vida, incluyendo el mio. Ahora que he visto tu rostro he de decirte algo ser sin alma, no sufras por mí, pues sabes que has de tenerme, quiero pedirte que cuando vengas a por mí en tu barca de madera podrida y maloliente me guardes un sitio en lo más alto, pues mi último viaje lo quiero hacer con vistas al mar, yo a cambio te prometo no poner resistencia, seré un buen huésped durante esa décima de segundo que encumbrará tu gloria. Oh, pero que serías tu sin mi, tan sólo el hazmereír de leyendas pasadas, yo soy tu sustento y tu serás mi descanso, verás en mí la ausencia de miedo, pues nada he de temer a quien me ha de servir de eterno reposo, además tan sólo eres la prolongación de mi vida, aquello que no sería capaz de concebir sin tu presencia, presencia que algún día reclamaré, pues no veo mayor agonía que vivir sin tu existencia, así que ya ves, nos necesitamos mutuamente, pero no pidas que me apresure en mis quehaceres mundanos, como yo no te pediré prisas en los tuyos, puedes visitarme cuando quieras, pero antes deberás acicalarte, pues mi nariz aún no está preparada para los olores del inframundo, ni mis ojos para ver las miserias de lo inerte, ahora aléjate, que he de seguir con mi sueño, y al despertar no me acordaré de ti, pero si me acuerdo diré que sólo fue eso, un mal sueño.
Anoche mientras dormía la volví a ver, tímida, callada, impávida, sin rostro, pues aún no me reveló nada acerca de su identidad, agazapada, al acecho, a la espera de recibir de mi aquello que nunca me perteneció más allá de un periodo determinado en régimen de alquiler, sigilosa, capciosa, mostrando la cara amarga del pago por tan preciado préstamo, irónica, vacilante, mostrando al mundo su destreza con la tijera que ha de cortar nuestro hilo de vida, sarcástica, segura del poder que ejerce sobre los pobres mortales. No serás tu, querida sin gracia, ausente de rostro, quien coaccione mi vida, pues se de buena tinta que tu y yo no podemos coexistir en un mismo sitio, cuando tu vengas yo ya me habré ido, y mientras esté tan sólo te podrás presentar ante mi a través de mi subconsciente y puedo asegurarte para tu desgracia que soy más fuerte que tu, coexistiremos en una décima de segundo en nuestro cruce, esa décima de segundo que tu anhelas con tantas ansias, que de seguro no es por arrebatarme la vida, sino por la envidia de no convertirte en mi aunque sólo sea esa pequeña fracción de tiempo, me da pena ver como guardarás el luto por la eternidad, luto por tu propia inexistencia. Veo que no te alteran mis palabras, debes de estar acostumbrada a los desprecios, no tienes quien te adore, lo único que te queda es tu trabajo, tu improductivo trabajo, que no te compensa, tiene que ser triste ver como pasa toda una vida, para tan sólo mirarla a la cara una décima de segundo y aún así sigues haciéndolo, porque es lo único que te queda, sin eso tu también morirías. Ya se por qué no muestras tu rostro, porque tu cara refleja pena, tristeza y dolor, y si la viésemos antes de partir no te temeríamos y sin ese temor no serías nada. En ese momento se despojó de su capucha negra para mostrarme su rostro, tímidamente fue levantando la cabeza hasta llegar a conectar sus ojos con los míos, mirada vacía, carne putrefacta montada sobre huesos malformados y desgastados por las arenas del tiempo, hedor nauseabundo a vísceras en descomposición, su mente me hablaba de tiempos mejores, de grandes guerras y cataclismos en los que por un tiempo tuvo que contratar a algunos ejércitos porque ella sola no daba a basto, tiempos en los que se segaban más cabezas que trigo, pero algo en su mirada denotaba ternura, pues me hacía ver que era la imagen del final de todo cuerpo con vida, incluyendo el mio. Ahora que he visto tu rostro he de decirte algo ser sin alma, no sufras por mí, pues sabes que has de tenerme, quiero pedirte que cuando vengas a por mí en tu barca de madera podrida y maloliente me guardes un sitio en lo más alto, pues mi último viaje lo quiero hacer con vistas al mar, yo a cambio te prometo no poner resistencia, seré un buen huésped durante esa décima de segundo que encumbrará tu gloria. Oh, pero que serías tu sin mi, tan sólo el hazmereír de leyendas pasadas, yo soy tu sustento y tu serás mi descanso, verás en mí la ausencia de miedo, pues nada he de temer a quien me ha de servir de eterno reposo, además tan sólo eres la prolongación de mi vida, aquello que no sería capaz de concebir sin tu presencia, presencia que algún día reclamaré, pues no veo mayor agonía que vivir sin tu existencia, así que ya ves, nos necesitamos mutuamente, pero no pidas que me apresure en mis quehaceres mundanos, como yo no te pediré prisas en los tuyos, puedes visitarme cuando quieras, pero antes deberás acicalarte, pues mi nariz aún no está preparada para los olores del inframundo, ni mis ojos para ver las miserias de lo inerte, ahora aléjate, que he de seguir con mi sueño, y al despertar no me acordaré de ti, pero si me acuerdo diré que sólo fue eso, un mal sueño.
