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Simplemente Buk

Josefina Simón

Miembro Activo
S I M P L E M E N T EB U K

Donde no hay amor,
pon amor y recibirásamor.
San Juan de la Cruz


BUKes la triste historia de la corta vida de un perro foxterrier abandonado porsus dueños en la carretera. Yo tuve el enorme placer de conocerlo, de ganarmesu confianza y afecto por un corto periodo de tiempo. Suponía, con enormetristeza, que otro ser humano sin entrañas ni conciencia, decidió abandonarlo,provocándole gran sufrimiento.
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Como cada mañana,en mi paseo diario, enfilé por una de las salidas del pueblo, la Avenida de laVioleta que, a su término, enlaza con la carretera Buñol a Godelleta. Ésta esuna de mis rutas preferidas porque en ella tengo la posibilidad de admirardesde distintos puntos la belleza de éste singular y “frondoso valle” que esBuñol.

Era una mañana, casi de madrugada, del mes de junio.Comencé mi andadura con desmesurado afán, en la necesidad vital de cumplimentarla cita con la madre naturaleza, donde ambas éramos cómplices de lo bello,sutil y armonioso que Dios puso al alcance del ser humano para su contemplacióny disfrute. Hasta el kilómetro uno el ascenso es considerable. No obstante yacostumbrada a la marcha, llevaba el ritmo aeróbico adecuado a misposibilidades y, sin experimentar esfuerzo alguno, llegué a la cumbre donde medetuve unos instantes para contemplar el paisaje. Después de un breve descanso,reanudé la marcha, esta vez llaneando por una recta hasta más allá de lasubestación de Hidroeléctrica. Un poco antes de la misma, a unos cien metros ala derecha, existe un camino de acceso a la montaña (Alto Planell) donde seencuentran varios chalets rodeados de parcelas de secano, con olivos, algarrobos…Precisamente allí, muy próximo a la carretera y un tanto escondido entre lamaleza, asustado, desorientado y ¡qué sé yo cuantas cosas más!, se encontrabael protagonista de nuestra historia, “Buk”.

Antes de seguir con el relato de nuestro “fiel amigo”, y paramejor comprensión de los hechos, me remontaré a meses atrás en el tiempo,cuando mis salidas a “cielo abierto” las hacía acompañada de mi marido Samuel.
Salíamos todos los días, de común acuerdo, desde sujubilación y recorríamos grandes trechos a pie, entre otras cosas, paramantenernos en buena forma física… Pero un buen día, para mi sorpresa, meplanteó cambios de horario sin venir a cuento ya que ello suponía darnos elconsiguiente madrugón sin necesidad alguna. Aquella nueva situación se hizo difíciladecuarla a sus pretensiones que, por otro lado, no tenía lógica explicación y,como no venía a razones, decidí continuar adelante en solitario, cada uno porsu lado, en la esperanza de que entendería la sinrazón y “volverían las aguas asu cauce”

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Qué lejos estaba yo de sospechar en aquellos momentos,que aquel comportamiento absurdo de Samuel, era el inicio sintomático de laenfermedad de Alzheimer que más tarde padecería, tan galopante que en un año selo llevó para siempre.
Pero volvamos al inicio de la historia de Buk. Comodecía, Samuel y yo salíamos por separado. Al principio y durante mucho tiempo,tuve que acostumbrarme a prescindir de su compañía.

Llevaba casi siempre el mismo itinerario, carretera Buñola Godelleta. Al comienzo bastante baja de moral tratando de descifrar el enigmaque correspondía a mi situación de abandono y soledad por parte de mi marido.Enfrascada en mis pensamientos, en aquella espléndida mañana, llegué al lugarexacto citado anteriormente, donde nuestro “amigo”, seguramente desde un buenrato me vendría observando. De pronto escuché un ruido en aquella dirección,ruido característico de la maleza al ser removida por alguien o por algo quehizo llamar poderosamente mi atención. Fue entonces cuando pude entrever lasilueta de un perro grande, de color canela, que trataba de huir temeroso de mipresencia. Me detuve un tanto sorprendida por el hallazgo observando al animaly comprendiendo con tristeza su situación de abandono aunque presentaba buen aspecto,por lo cual deduje que hacía pocos días del mismo. Crucé la carreterallamándole, dirigiéndome a él con suma cautela y, por una asociación de ideas,recordé uno de los protagonistas de un libro de Susana Tamaro, “Donde elcorazón te lleve”, en el que un perro llamado Buk compartía con una anciana lasoledad de sus días. En un breve impulso, pronuncié aquel nombre con voz tiernay suave, cosa que pareció gustarle, y lentamente, con precaución, se acercópermitiendo que le acariciara pasándole las manos por su cuerpo todavíatembloroso y, dando media vuelta, desapareció por el mismo lugar.

Continué mi camino condolida, pero en esta ocasión, nadatenía que ver con mi situación personal sino con la mala suerte de aquel pobreanimal que, sin lugar a dudas, cruelmente habían abandonado.

Durante el camino de vuelta, traté de quitarlo delpensamiento sin apenas conseguirlo, pues adoro a los animales, los respeto yadmiro; de hecho siempre tuve perros y gatos y hasta un periquito que llenabacon simpatía la soledad que más tarde me impondría la vida.

A la mañana siguiente, cuando llegué al mismo lugar, Bukme estaba esperando. Corrió hacia mí y apoyó en mis piernas sus grandes patas,dispuesto a acompañarme en el habitual recorrido.

En los primeros días se limitaba a acompañarme un ciertotrecho, y cuando le parecía, bien porque consideraba muy largo el trayecto ocualquier otra razón que yo ignoraba, se daba la vuelta perdiéndose por loscampos, entre la maleza.

No sé realmente cuanto tiempo transcurrió hasta que elanimal depositó su confianza en mi persona, aunque con ciertas limitaciones, ydecidió dejar a un lado sus temores acompañándome los ocho kilómetros, más omenos, que distaban entre ida y vuelta hasta casa aunque él se despedía antes,en el lugar exacto donde nos conocimos por primera vez. Me dedicaba una miradaprofunda y se alejaba con resignación. Era su forma de decirme adiós.

Así uno y otro día, quizá meses, no recuerdo conexactitud, él me esperaba fielmente a la misma hora y en el mismo lugar, comosi de un ser humano se tratara, cumpliendo puntualmente su cita, y ya juntos,carretera adelante, pegados el uno al otro en solidaridad, caminábamosdisfrutando del paseo y del paisaje.

Con el paso del tiempo llegamos a compenetrarnos tantoque, por mi parte, llegué a considerarlo mucho más que un animal, el mejorcompañero, querido y respetado que nunca tuve.Como los enamorados, nos bastaba cruzar las miradas paraentendernos. Obviamente, él no podía expresarse de otro modo ¡pero tampoco eranecesario!, pues como respuesta a mis palabras de afecto, sus miradas y halagosiban acompañados de lamidas en mis manos sobre la marcha.

Desde el primer momento me preocupaba el hecho de cómo selas arreglaba el resto del día, sin agua ni alimento, aunque pensaba, un tantoaliviada, que el instinto de supervivencia le obligaría a encontrar la forma.Tal vez por la noche aprovechando la oscuridad se acercaría al pueblo perdiendoel temor a ser visto y seguramente estaba en lo cierto. Según pasaban los días,Buk salía a recibirme más cerca de la población, provocando cierto malestarentre los viandantes. Así, mi preocupación por él y por su seguridad, iban en aumento.

Lo cierto es que, entendiendo las necesidades básicas delanimal, que por otro lado cada jornada se hacían más patentes en su cuerpo,decidí llevarle comida de casa para evitarle la mayor parte del problema yriesgo. Al principio aceptó devorando hasta la última migaja, y los díasposteriores la rechazó rotundamente a pesar de mi insistencia. Aquel comportamientosuyo me desmoralizó; era evidente que lo que Buk quería de mí, no eraprecisamente “comida”, sino venir conmigo a casa, que lo adoptase. Y lo penséen más de una ocasión, porque le quería y consideraba imprescindible su afectoy compañía, pero habían varias circunstancias que me impedían dar el paso: Yahabía en casa una perra, Yaki, dos gatos y, lo que era peor, mi futuro personalincierto bajo la sospecha de que algo grave le sucedía a mi marido, dado que suextraño comportamiento, en general, iba en aumento.

Cada noche al acostarme, me acordaba de mi fiel amigoBuk, donde y de qué modo las pasaría él en su precaria situación. Deseaba sehiciera de día para salir a su encuentro y comprobar, una vez más, que seguíavivo aunque fuera de milagro.
Así, día tras día, pasaba el tiempo para ambos, élabandonado y yo en casa preguntándome como acabaría todo aquello, hasta que unamañana, al abrir la puerta de la calle para iniciar la marcha diaria, cual nosería mi sorpresa, que allí estaba Buk esperándome y, a partir de entonces,todos los días. Lo peor para ambos estaba por llegar.

Estaba muy claro, Buk había perdido el miedo o susnecesidades eran tan acuciantes que se dejaba ver con frecuencia por el pueblo,siguiendo a cualquiera que le prestase un mínimo de atención, en su afán porconseguir que alguien se apiadara de él y lo adoptara.

Y como todas las historias, unas acaban bien y otras mal,incluso trágicas, como por desgracia la de Buk.
Después de una larga noche de lluvia, que descargó unatormenta con gran aparato eléctrico, me levanté más preocupada que de costumbrepensando donde habría pasado Buk aquella noche infernal. Me arreglé con rapidezpara salir lo antes posible en su búsqueda…, pero no hizo falta; al abrir lapuerta me quedé de una pieza, de nuevo estaba allí mi fiel amigo, echado en elumbral, mojado de la cabeza al rabo y temblando de frío. Entré corriendo a casasin saber muy bien lo que hacer por él animal, pensé ¡secarlo lo primero!, sinlugar a dudas, y darle algo caliente de comer, pero en ese instante se dio lacasualidad de que salía mi marido Samuel con nuestra perra, y Buk echó detrásde ellos sin atender a mi insistente llamada.

Esperé toda la mañana el regreso de Samuel, que por otrolado, sabía perfectamente lo que aquel animal significaba para mí puesto quedesde el principio de conocerle salía el tema de Buk a relucir en todo momentoen la esperanza, de solucionar su problema de abandono de algún modo. Al verleaparecer, le abordé con impaciencia, con recelo y lo que es peor, con elpresentimiento de que algo trágico se cernía sobre mi fiel y querido amigo.Samuel trataba de encontrar la fórmula para narrarme los hechos de manera queme hiciera el menor daño posible, pero ante mi insistencia por conocer laverdad por dura que ésta fuera, me dijo con cierto temor: A Buk no lovolveremos a ver más, se lo han llevado los municipales a la perrera, lo sientopor ti y también por mí, porque lamentablemente he tenido que intervenir paraque se dejase coger sin emplear la fuerza.

Cuando se me pasóel disgusto, me contó con más detalle como habían sucedido los hechos: Ocurrió,me decía, nada más salir él de casa aquella mañana con la perra y seguidos deBuk hasta la esquina de la calle donde sucedió lo inevitable. Según le dijeronlos municipales, iban tras él mucho tiempo porque varias personas habíandenunciado su presencia deambulando por el pueblo, originando algún que otro incidente.

Me quedé estupefacta escuchando el triste final del mejoramigo que tuve nunca, “Buk, mi fiel compañero”… Me sentí sucia por dentro,culpable de su cruel destino; cobarde, muy cobarde por no recogerlo, y lloré,lloré mucho de rabia y arrepentimiento, pero ya era demasiado tarde…

Tuvo que pasar mucho tiempo para que volviera a pasar, en mi paseo diario, por aquel lugar donde en otro tiempo Buk y yo teníamos unacita cada mañana de compañeros, de cariño mutuo sin condiciones…; dos corazonessolitarios, el de un animal noble y el de un ser humano con carencia de afectoque juntos encontraban la paz en el corto plazo de un paseo, poniendo el puntode armonía la madre naturaleza que nos acogía en su seno.

Todavía hoy, mi querido Buk, escribiendo la brevehistoria de tu vida a mi lado, después de cinco años, cuando la mía la llena lasoledad, el dolor de haber perdido a mi marido Samuel, a Yaki mi perra, y muchoantes a ti, mi fiel amigo…, me cuesta creer que ya no estáis conmigo; por todoello y por que no te olvido, cuando en mi paseo llego al lugar exacto donde túy yo nos conocimos, me ilusiona pensar que de un momento a otro vas a aparecercomo entonces, por algún recodo del camino…

Sé que nunca volverás, mi querido Buk, y no quiero pensaren lo que no fue y pudo haber sido, y desde lo más profundo de mi corazón tepido perdón y te digo que encontrarte en mi camino y conocerte, ha sido una delas mejores cosas que me han sucedido

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Fina

Buñol, Febrero -2010
 
Última edición:

Josefina Simón

Miembro Activo
Muchas gracias por su lectura, estimado Javier Tomás. Me alegra saber que es usted amante de los perros, pues son mucho mejor que algunas personas... Buk fue muy especial para mí, pero de mis dos perritas también guardo entrañables recuerdos. En la actualidad me acompañan dos preciosos felinos y un canario cantor. De todas mis mascotas guardo bellísimos momentos, merecedores de mis versos, pero Buk además fue el protagonista de inolvidables momentos compartidos...
Un abrazo.
 

Severino Esteve

Miembro Conocido

S I M P L E M E N T EB U K


Donde no hay amor,
pon amor y recibirásamor.
San Juan de la Cruz



BUKes la triste historia de la corta vida de un perro foxterrier abandonado porsus dueños en la carretera. Yo tuve el enorme placer de conocerlo, de ganarmesu confianza y afecto por un corto periodo de tiempo. Suponía, con enormetristeza, que otro ser humano sin entrañas ni conciencia, decidió abandonarlo,provocándole gran sufrimiento.



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Fina

Buñol, Febrero -2010
Me gusta el relato, aunque a la hora de de transcribirlo se te han juntado muchas palabras. Pero eso no es nada cuando se escribe con el sentir.
Muy tierna la historia, Josefina. Así es la vida.

Saludos.
 

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