Blanca Hernandez
Miembro Conocido
Los ruiseñores en las ramas
coquetean con el arroyo,
sueltan plumas de colores
mientras nos dejan sus cantos.
En las ciudades los tinteros
gastan sus tintas despacio,
maniquíes en las vitrinas,
parecen que están llorando.
La nieve densa comienza
a bajar sobre los árboles,
hay largas filas que gimen,
sus silencios mutilados.
Un largo trinar, se callan
se serraron sus gargantas,
ruedan camiones cargados,
los han bajado con metrallas.
Hoy el monte y sus reservas
abren sus brazos sin hojas,
las aristas de las rocas,
roe el agua que no pasa.
De vez en cuando suenan
blasfemias de algunas bocas,
se extingue la naturaleza,
pues el hombre la provoca.
Un tiro, como amenaza
llega a lo alto de las copas,
a gemir se ponen las aves,
su porvenir les importa
coquetean con el arroyo,
sueltan plumas de colores
mientras nos dejan sus cantos.
En las ciudades los tinteros
gastan sus tintas despacio,
maniquíes en las vitrinas,
parecen que están llorando.
La nieve densa comienza
a bajar sobre los árboles,
hay largas filas que gimen,
sus silencios mutilados.
Un largo trinar, se callan
se serraron sus gargantas,
ruedan camiones cargados,
los han bajado con metrallas.
Hoy el monte y sus reservas
abren sus brazos sin hojas,
las aristas de las rocas,
roe el agua que no pasa.
De vez en cuando suenan
blasfemias de algunas bocas,
se extingue la naturaleza,
pues el hombre la provoca.
Un tiro, como amenaza
llega a lo alto de las copas,
a gemir se ponen las aves,
su porvenir les importa
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