Elias
Miembro Conocido
Este año se cumple el cuadragésimo aniversario de la muerte de Nino Bravo,ídolo de la canción española en España y el mundo entero.
Falleció allá por el mes de abril de 1973 en el accidente de tráfico que le costó la vida. Tenía yo la edad de 10 años, y ya conocía sus canciones. Canciones que, por supuesto, me venían a la memoria cuando me cruzaba en el colegio con aquella niña que tanto me gustaba, al igual que los ojos de aquella niña volvían a mi mente cuando le escuchaba cantar... Escucharlo y ver aquella chica fue todo uno. Creo que puedo culparle de aquel mi primer amor.
Es curioso saber que, su amigo Vicente López le buscó para incorporarlo al grupo al que pertenecía para cubrir la baja de su cantante, Carlos Lardíes, fallecido en accidente de tráfico.
Nino Bravo tenía esa voz potente, pero a la vez dulce y desgarradora. Manejaba perfectamente los graves y los agudos en su canción, pasando de unos a otros sin darnos apenas cuenta, y elevando las notas hasta donde nadie puede llegar, pareciendo elevarlas al cielo.
Tenía esa voz mediterránea que le hizo único, esa voz que cautiva, que te eleva en los pensamientos, y te hace llorar... a veces.
La muerte, que le sobrevino a los 28 años de edad, le convirtió un mito más de la artes. Nino Bravo fue el Manolete de los ruedos, o el James Dean de la filmografía. Y es que no se pudo cantar tanto, y tan bien, en tan poco tiempo.
Triunfó en España y en toda Sudamérica, a la que adoraba. De hecho escribió una canción, “América”, en la que la califica como un inmenso jardín, pues cuando Dios hizo el Edén, pensó en América. Donde brilla el tibio sol con un nuevo fulgor, dorando las arenas; donde el aire es limpio aún, bajo la suave luz de las estrellas; donde el fuego se hace amor...
Hoy, cuarenta años después, hay quien trata de imitarle, sólo imitarle, pues no volverá a haber un segundo Nino Bravo.
Hoy, y desde aquí, quiero dejar estas palabras como muestra de homenaje, por lo que significó para mí en su día, y lo que significó para mucha gente.
Escribió esta canción, que más que una canción es un hermoso poema, y parece premonitorio. Poco tiempo después, la carretera lo apartó de nosotros.
La canción, el poema, se llama Cartas Amarillas, y dice así:
Soñé que volvía a amanecer,
soñé con otoños ya lejanos.
Mi luz se ha apagado,
mi noche ha llegado,
busqué tu mirada y no la hallé.
La lluvia ha dejado de caer,
sentado en la playa del olvido
formé con la arena
tu imagen serena,
tu pelo con algas dibujé.
Y busqué entre tus cartas amarillas
mil te quiero, mil caricias
y una flor que entre dos hojas
se durmió.
Y mis brazos vacíos se cerraban
aferrándose a la nada,
intentando detener mi juventud.
Al fin hoy he vuelto a la verdad,
mis manos vacías te han buscado,
la hiedra ha crecido,
el sol se ha dormido,
te llamo y no escuchas ya mi voz.
Y busqué entre tus cartas amarillas
mil te quiero, mil caricias
y una flor que entre dos hojas
se durmió.
Y mis brazos vacíos se cerraban
aferrándose a la nada,
intentando detener mi juventud.
Y busqué entre tus cartas amarillas
mil te quiero, mil caricias
y una flor que entre dos hojas
se durmió...
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