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Una lección

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No quería fregar los platos,
ni hacer una lavadora,
nunca limpiaba el aseo
ni fregaba el comedor.


La ropa que se quitaba,
dejaba sucia en el suelo,
se negaba a recogerla
y echarla al contenedor.


No quería hacer la comida
ni ayudar en lo que fuera,
para que ella disfrutara,


como él del tiempo libre
haciendo las cosas juntos
y disfrutar de su amor.


Pero si que le gustaba
estar viendo por la tele,
cualquier partido de fútbol
bien tumbado en el sillón.


O las carreras de coches,
de motos o de otra cosa
pero siempre tranquilito
recostado en el sillón.


O irse al bar con los amigos
cada día para tomarse
unas cervezas, mientras ella


se quedaba sola en casa
haciendo todo el trabajo
mientras que él, bien tranquilo
vivía como un señor.


Ella continuamente le pedía
que por favor, que cambiara
y cada día seguía ella dándole
la bronca, porque ya estaba
hasta el gorro de ese parásito amor.


Pero él nunca hacía ni caso,
para que ella no se enfadara
solía darle un par de besos
y luego volvía al sillón.


Miedo le daba a la chica,
pensar en tener un niño
con semejante elemento


que no le servía para nada
y así, poco a poco ella,
fue perdiendo la ilusión.


Cuando él más feliz estaba
viendo una final de fútbol
entusiasmado y gritando
porque su equipo ganó,
escuchó un portazo enorme.


Ese hecho le asustó.


Nervioso se levantó,
abrió la puerta de la calle
y aún le dio tiempo de ver


rodar un par de maletas
que su mujer se llevaba
buscando un mundo mejor.


Y el machote de la casa,
el dueño de aquel sillón
ya era el amo de su vida
pero de la de ella,no.


Y volvió a escuchar de nuevo,
como algunas otras veces,
al amor decirle adiós.


Antonio Jurado - España
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