Mary C. López
Miembro Conocido
Voy a compartir algo que durante mucho tiempo midió mi ingenuidad esto en torno a una expresión: “Uno más uno no siempre son dos, a veces el resultado es tres a temprana edad”, doña Lola siempre decía eso. Siendo yo una niña no comprendía su decir; pero los años te enseñan, pierdes ingenuidad y hoy con la experiencia propia y ajena comparto mi conocimiento en un ambiente de chicos pre adolescentes y adolescentes.
En esta etapa se ajusta mucho la expresión de doña Lola, les cuento una de muchas historias. Hace tiempo conocí a Laura estaba en uno de los grupos que atendía, era inquieta, como todas las chicas y chicos en su despertar sensual y sexual.
A unos cuantos años de no verla y para ser precisa, tres días antes de escribir esto me encontré con Laura, la hija de la vecina, siempre mostró poco interés en el estudio y más compromiso con la moda y la diversión cuando la conocí.
Laura al verme me dio un saludo tímido y siguió caminando, así como dice la canción de Gabilondo Soler “la patita, va al mercado...”, le seguían tres críos con prendas de vestir algo descuidadas, un joven le gritaba desde la esquina: “¡No te tardes, que quiero comer!”
Laura ha perdido jovialidad, ya no viste a la moda, ni va de fiesta; apenas rebasa los dieciséis, a los catorce quiso saber si uno más uno eran dos. Hoy sabe, que en el amor las matemáticas no son exactas, uno más uno pueden ser tres, o cuatro, o más.
En esta etapa se ajusta mucho la expresión de doña Lola, les cuento una de muchas historias. Hace tiempo conocí a Laura estaba en uno de los grupos que atendía, era inquieta, como todas las chicas y chicos en su despertar sensual y sexual.
A unos cuantos años de no verla y para ser precisa, tres días antes de escribir esto me encontré con Laura, la hija de la vecina, siempre mostró poco interés en el estudio y más compromiso con la moda y la diversión cuando la conocí.
Laura al verme me dio un saludo tímido y siguió caminando, así como dice la canción de Gabilondo Soler “la patita, va al mercado...”, le seguían tres críos con prendas de vestir algo descuidadas, un joven le gritaba desde la esquina: “¡No te tardes, que quiero comer!”
Laura ha perdido jovialidad, ya no viste a la moda, ni va de fiesta; apenas rebasa los dieciséis, a los catorce quiso saber si uno más uno eran dos. Hoy sabe, que en el amor las matemáticas no son exactas, uno más uno pueden ser tres, o cuatro, o más.