María Ibañez
Miembro Conocido
Con tímido gesto, mis manos
esparcían sombras grises en el brezal
mientras lentamente se aplacaba el día,
tantos años juré mi desencanto
que me llovieron sueños
de ángeles perdidos.
Y no hubo palabra perfumada
ni sonrisa cristalina, solo la brisa
de sal, que caía en mis labios
sumergiéndose por mis poros
para salar las hojas de otoño
que habitan en el fondo.
Ahora tengo una fe absenta
triturada con el viento,
silva en mi oído, cálido y hambriento
para llevarse los motivos
que nacieron mutilados
por el paso de la vida.
En los vínculos perpetuos
de anillada geografía
enroscados en mis ojos
de duende atormentado,
se consume el tiempo
mientras se aviva
la lengua de un dragón de fuego.
Cabalga la noche a mi encuentro
se mece graciosa entre los abedules,
estira sus dedos y me erotiza
con sus garras negruzcas e indestructibles
caigo en el vicio de sentirla
de gozar con las gotas de su aliento.
Ahí me quedo, esperando su partida
extasiada con su esencia
dejando que su paso me llene de vida.
esparcían sombras grises en el brezal
mientras lentamente se aplacaba el día,
tantos años juré mi desencanto
que me llovieron sueños
de ángeles perdidos.
Y no hubo palabra perfumada
ni sonrisa cristalina, solo la brisa
de sal, que caía en mis labios
sumergiéndose por mis poros
para salar las hojas de otoño
que habitan en el fondo.
Ahora tengo una fe absenta
triturada con el viento,
silva en mi oído, cálido y hambriento
para llevarse los motivos
que nacieron mutilados
por el paso de la vida.
En los vínculos perpetuos
de anillada geografía
enroscados en mis ojos
de duende atormentado,
se consume el tiempo
mientras se aviva
la lengua de un dragón de fuego.
Cabalga la noche a mi encuentro
se mece graciosa entre los abedules,
estira sus dedos y me erotiza
con sus garras negruzcas e indestructibles
caigo en el vicio de sentirla
de gozar con las gotas de su aliento.
Ahí me quedo, esperando su partida
extasiada con su esencia
dejando que su paso me llene de vida.