Víctor
Moderador de Poesía Jocosa
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A una mujer diagnostican
enfermedad terminal;
sólo dos meses de vida
le dan para su final.
Por lo tanto ella pidió,
de una manera vehemente,
la retratara un pintor,
para dejar, en rigor,
un recuerdo a sus parientes.
Cuando ella estaba posando,
dijo al pintor con certeza:
¿Podría pintar, entretanto,
encima de mi cabeza
para que luzca elegante,
una preciosa diadema
de esmeraldas y diamantes?
Y también es mi deseo
que ponga un collar de perlas
alrededor de mi cuello,
para que así puedan verlas.
Y luego al pintor le dice
que le agregue una sortija
de brillantes y rubíes
con oro y plata maciza.
Aquel artista accedió
en una forma serena,
y cuando el cuadro acabó
ella lucía como reina
con las joyas que incluyó.
El pintor le preguntó:
¿Para qué quiere, señora,
lucirse con tantas joyas
en el lienzo que hice yo?
Y la mujer contestó:
“Para que la bruja aquella
que se case con mi esposo,
por la ambición enloquezca,
al buscarlas sin reposo”.
A una mujer diagnostican
enfermedad terminal;
sólo dos meses de vida
le dan para su final.
Por lo tanto ella pidió,
de una manera vehemente,
la retratara un pintor,
para dejar, en rigor,
un recuerdo a sus parientes.
Cuando ella estaba posando,
dijo al pintor con certeza:
¿Podría pintar, entretanto,
encima de mi cabeza
para que luzca elegante,
una preciosa diadema
de esmeraldas y diamantes?
Y también es mi deseo
que ponga un collar de perlas
alrededor de mi cuello,
para que así puedan verlas.
Y luego al pintor le dice
que le agregue una sortija
de brillantes y rubíes
con oro y plata maciza.
Aquel artista accedió
en una forma serena,
y cuando el cuadro acabó
ella lucía como reina
con las joyas que incluyó.
El pintor le preguntó:
¿Para qué quiere, señora,
lucirse con tantas joyas
en el lienzo que hice yo?
Y la mujer contestó:
“Para que la bruja aquella
que se case con mi esposo,
por la ambición enloquezca,
al buscarlas sin reposo”.