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"VOLAR SIN ALAS" (anécdotas de la vida).

“VOLAR SIN ALAS” ¡Taaachooooo!!! El grito retumbaba desde el interior del patio de la vecindad. Era Maguito, que desde la vivienda, --- en el interior de la vecindad, ubicada en la calle 9 Norte número 2210, colonia Santa María ---, solicitaba de inmediato la presencia de su vástago, quien al igual que otros pequeños de su edad jugaba en la calle o a la vuelta de la esquina --- espacio que dejaba el tendido de la vía del ferrocarril---. Este lugar coincidía con la casa de la familia Lara, de donde tres o cuatro mozalbetes también se unían para disfrutar los juegos de la temporada.

El panorama era pintoresco ya que la mayoría de pequeños, con una edad que oscilaba entre los ocho y diez años acudían a la escuela por la mañana, así que por la tarde podían jugar después de comer y haber cumplido con alguna tarea encomendada.
Los moradores de esa vecindad se desenvolvían de manera pintoresca.

Dicha vecindad estaba conformada con viviendas de un cuarto mediano y otro de menor dimensión a manera de cocina, la cual tenía construido en su interior un bracero para carbón al estilo del neo colonial, pegado a la pared, aunque no era lo adecuado por los moradores del lugar, ya que por lo reducido y sus necesidades requerían de más espacio e invadían parte del patio de la vecindad, éste de cincuenta metros de longitud por cuatro o cinco metros de ancho, aproximadamente; naturalmente que respetando el espacio del vecino contiguo, por lo que regularmente, en la parte de afuera de cada vivienda se miraba un anafre de lámina o barro cocido con una olla de barro o peltre y uno que otro recipiente.


Otra característica era que, a lo largo del patio de la vecindad abundaban los tendederos, podría decirse que uno por cada inquilino. A la mitad de la vecindad, de lado izquierdo, se habían construido los lavaderos para uso general, pero como eran insuficientes, la mayoría de inquilinos habían comprado su lavadero de cemento para uso personal. Era común mirar como algunas madres bañaban a sus chiquillos o chiquillas, sin morbo alguno, debido a su temprana edad, una vez que el sol había pegado o cuando el calor estaba en su punto.

Como decíamos. A lo largo del patio, se miraban los tendederos saturados de ropa, ---ya que algunas mujeres se dedicaban al lavado y planchado de ropa ajena---; después del medio día, regularmente, la ropa era retirada. Esta forma de vida era característica y común en la Ciudad de Puebla de los Ángeles, México, allá por los años 50’s.

Pues bien, como decíamos al principio, el grito de Maguito, se dejó oír, además de fuerte, autoritario --- traducido a obediencia ---, ya que de no ser así, pobre “Tacho”, por lo menos una buena regañada se llevaba. Una vez que “Tacho”, escuchó el enérgico grito, (¡patas para que os quiero!!!), conocía de antemano la reacción de la autora de sus días si no se le obedecía de inmediato---, así que, en senda carrera llegó al zaguán (entrada principal) de la vecindad, siguió con su alocada carrera hasta el fondo de la vecindad, --- ya que dicho patio, como ya lo mencionamos, tenía aproximadamente 50 metros de largo ---, y…

… De lo que “Tacho”, no se percató,.que, posiblemente alguna vecina, después de retirar la ropa del tendedero olvidó subirlo y éste quedó a escasos centímetros del suelo, razón de que al momento de que “Tacho”, cruzó por ahí, sintió un tirón a la altura de la cara, entre la nariz y el labio superior; y --- por el decir de los vecinos ---, “Tacho”, se atoró en el mecate del tendedero y con la velocidad que llevaba dio dos o tres volteretas en el espacio a manera de rehilete y ¡Pácatelas!!! Tremendo azotón. Por fortuna no hubo descalabradura o fractura alguna. --- Para algunos fue divertida la escena de Tacho, en el tendedero, mas no para su madre ---, quien gritó…

...
¡Hiiiijo!!! Maguito, corrió inmediatamente a auxiliar al hijo de sus entrañas, --- olvidando de momento lo enfurecida que estaba porque “Tacho”, no acudió a su llamado ---.

Pasado el susto, reclamó por el descuido de dejar el tendedero abajo y que pudo haber traído mayores consecuencias.

¡Pobre Tachito!!! Al día siguiente tenía una cicatriz a manera de bigote por la rozadura del mecate al quedar su cara atorada en el mecate del tendedero y que le hizo dar giros en el espacio de manera caricaturesca. Es decir, “voló sin tener alas”.
 
Última edición:
Woooooooww me encantó esta historia que aunque está pintado de manera humoristica es más profunda de lo que se ve por arriba, quizás al que le ha tocado vivir en alguna "vecindad" o "conventillo" como decimos por el Río de la Plata lo entenderá más que bien. Felicitaciones Jurcan Uriarte Pontleca por esta magnífica obra, reputación y saludos amigo poeta
 

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